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"Las campañas militares de Amílcar Barca. De la I Guerra Púnica a Isphanya´", de Luis de la Luna Valero

Editorial Salamina / Platea. 2020
martes 25 de enero de 2022, 13:00h
Las campañas militares de Amílcar Barca
Las campañas militares de Amílcar Barca

Esta obra sobre Cartago y los Barcidas es magnífica. Está claro que los estudios que se han ido realizando sobre los fenicios y los púnicos, han incrementado el conocimiento sobre una civilización extraordinaria, que si no hubiese sucumbido frente al genocida imperialismo de Roma, estimo que mejor le hubiera ido a los habitantes de la Europa del momento.

Desde siempre griegos y romanos vertieron a los textos y a las crónicas contemporáneas todas las calumnias y las infamias posibles, sobre esta genial civilización, que solía competir favorablemente contra los helenos y las gentes del Tíber. Esta especie de lamentable ‘leyenda negra’ llegó a inventar el delirio mítico del absurdo tofet de Cartago, donde según los romanos se quemaba vivos a los niños, pero este hecho social desapareció hacia el siglo V a.C., por lo tanto difícil podían los hombres de la Lupa romana tener una obvia noticia de ese hecho; además de que si se quemaba a algún infante recién nacido, siempre eran los primogénitos y de la clase alta púnica.

En Roma el aborto y la exposición de los niños eran habituales, los cuales solían o podían caer en las garras de los pederastas. Asimismo, los fenicios o chananis fueron vilipendiados en el Antiguo Testamento de la Biblia, y claro está ese hilo conductor se ha transmitido al conocimiento colectivo de cristianos y de judíos-hebreos-israelitas; aunque hoy, paradojas de la Historia los fenicios ocupan, como en la Antigüedad, las tierras del Líbano y son la defensa cristiana de la ética y la cultura, como cristianos maronitas o los pseudomusulmanes drusos. “Rescatar Cartago del olvido secular también es rememorar el imponente legado que esta cultura, mezcla de moderada del helenismo y de lo cananeo, ha legado en la Historia de la humanidad. Y, en consecuencia, es recordar que Cartago fue una ciudad donde se elevaron los primeros rascacielos de Occidente porque se construyeron casas de hasta seis pisos por la escasez de suelo edificable y, todo hay que decirlo, por la especulación inmobiliaria”.

Era una ciudad tan emprendedora, que antes de la destrucción o genocidio de esa civilización; tras la Tercera Guerra Romana o Romano-Púnica o Púnica, realizado por Publio Cornelio Escipión Emiliano “Segundo Africano o Numantino”, siendo su cronista el griego Polibio; el espía de la República del SPQR, el atrabiliario Catón “el Censor”, escribió y exigió el cumplimiento de aquello tan repugnante llamado ‘y por otro lado estimo que Cartago debe ser destruida’. En dicha urbe púnica funcionaría una bolsa comercial rudimentaria, pero muy inteligente, que servía para tomar el pulso a esa ciudad y, sobre todo, para la planificación y la viabilidad de las estupendas expediciones comerciales realizadas por los púnicos.

Sea como sea, me encuentro, reitero, ante un libro magnífico, riguroso y correcto, que va realizando una evolución inteligente de todo el devenir de los cartagineses a lo largo de todas sus páginas; siendo ellos los inventores de las cartas de pago. Los ágiles navegantes tirios y sus descendientes, los cartagineses, viajaron hasta las Islas Británicas y las costas del Senegal. Se conoce que dentro de la oligarquía agraria africanista se encontraban los mejores agricultores de la Europa mediterránea. Trabajadores, inteligentes y emprendedores, así eran los púnicos; Roma era todo lo contrario, el vivir de las rentas, hasta tal punto sería así que, en el imperio, casi el 90% de los romanos urbanos vivían del subsidio de la annona. Los norteafricanos colocaron en la Historia a diversos pueblos hispánicos prerromanos, que en su contacto, bélico o comercial con los Bárcidas, salieron casi del obscurantismo. Se colige que la palabra ‘España’ deriva de la fenicia o púnica ‘l-Sphan-ya’; donde, como en todas las lenguas semitas, las vocales se pronuncian pero no se escriben. Existen diversas opiniones, muy autorizadas, pero contrapuestas, sobre el significado de esa palabra, desde ‘la costa o tierra del norte’, pero otros historiadores pensamos que, en función del significado de la palabra ‘span-conejo’, los fenicios definieron a la península como la tierra de los conejos. Cuando los pragmáticos romanos conquistaron la península transformaron, ya, Isphanya en Hispania. Las tres conflagraciones ‘mundiales’ entre Roma y Cartago, en realidad trataban de orillar a los norteafricanos, y transformar a los hombres del río Tíber en la gran potencia internacional dominando el mundo mediterráneo, para saltar hasta el Asia Menor y hasta Anatolia, y más allá. El SPQR consiguió copiar una nave púnica, en sus confrontaciones bélicas, y desde este momento dominaron el Mare Nostrum. En consecuencia, Roma se expansionó, creció y cambió de una manera impensable unos años atrás. Estos beneficios tan notables no impidieron que Roma tuviera tanto miedo a Cartago y sufriera tan enormemente por culpa de Aníbal Barca, que su orgullo jamás perdonó tamaño terror y dolor”.

Es muy curioso, pero los historiadores antiguos que son tan parcos en subrayar sentimientos, no lo hacen en el caso de delinear cuales eran las relaciones de la gran familia de los Barcas, ternura y afectividad del padre-Amílcar hacia sus tres hijos, descripción de la esposa (Himilce) de Aníbal; de los cuñados de Aníbal, de Asdrúbal y de Magón, llamados Bomílcar, Asdrúbal Janto y Naravas, e incluso aparece hasta un sobrino llamado Hannón, y una misteriosa hija de nombre Salambó. El propio Plauto ridiculizó a los púnicos en su obra Poenulus, destacando sus vicios inventados, como serían su astucia, su avaricia, traición casi púnica y su afán de lucro desmedido. Pero, ya no existía ningún púnico que se pudiese defender, ya que Roma no les había dejado ni los ojos para llorar. Estimo que los cartagineses nunca comprendieron aquellas guerras de destrucción, que siempre llevaron a cabo los hombres del Lacio, hasta el exterminio del enemigo, algo absurdo para una república comercial como era la de ellos. Para todo ello se ha escrito este magnífico libro, que merece todo tipo de loas y recomendaciones laudatorias. Por lo tanto, escribo sin ambages, que esta obra es una ocasión genial para conocer todo lo que se debe saber, desde el lado púnico, sobre los cartagineses y su extraordinaria civilización. ¡Vae Victis! “Nulla crimen, nulla poena sine lege”.

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