Ana Emilia Abigaíl Mejía Soliere, perteneció a una familia muy influyente de República Dominicana; su padre fue un político y un intelectual muy conocido en el país. Murió cuando la pequeña tenía 11 años. Recibe una educación muy elitista de marcado contenido internacional. Se traslada junto con su madre a Barcelona y París donde vivirá su adolescencia estudiando y viajando por otras ciudades europeas. Muy aficionada a la fotografía, siempre con ojo crítico para plasmar todo lo que ve: su foco será la realidad humana más variopinta y se hará eco de la situación de la mujer a principios del siglo XX a través de imágenes y artículos. Asidua a estudios de fotografía como París, comienza a escribir en la revista El hogar y la Moda en medio del hervidero de Barcelona, ciudad bullente durante la primera década de la centuria. Se graduó como maestra y compartió enseñanzas con la fundadora del sistema educativo Montessori. Viajera infatigable, siempre acompañada de su Kodak Vest Pocket, su tercer brazo, un tercer ojo, prolongación material de sus inquietudes; todo era matérico en su expresión: objetos, ciudades, edificios y gentes, sobre todo, féminas. Fotos y diarios al mismo tiempo: letra impresa e imagen capturada al instante para su perdurabilidad. En San Feliu de Llobregat ejercerá de profesora. Famosa retratista de escenas, paisajes, costumbres de punta a punta por España, es considerada pionera como fotógrafa en Hojas de un Diario Viajero (1919) donde rompe parámetros hasta ese momento reflejados con mirada “masculina” de una mujer apocada, temerosa…Se acabó la señora del esposo o la amable niña sonriente a la vez que pudorosa. Hizo añicos el “eterno femenino” propio de la alta clase social que silenciaba el papel de la mujer. Por primera vez, la mujer sola e independiente posaba para el foco. Con todo ese bagaje artístico regresa a su país donde enseña literatura en la Escuela Normal Superior de Santo Domingo. Fundó Nosotras, organización social y cultural para formar a mujeres desfavorecidas.
Conocido su empeño y su labor en defensa del feminismo, lideresa en una nación donde prevalecía el poder masculino y sexista sin fisuras; continúan sus escritos acerca de ideas y actitudes que ayuden a las mujeres dominicanas a una situación más favorable en el ámbito familiar y profesional. Abigail Mejía apoyaba los estudios de las menores para avanzar en su proyección social. Activista, biógrafa de prosa rotunda y clara, adoptando un planteamiento historicista, sin paliativos ni contemplaciones, murió en 1941, un año antes de que las mujeres dominicanas pudieran votar, derecho por el que peleó en los últimos años de su vida. Ha pasado a la posteridad por títulos como: Primer manifiesto feminista (1931) o Historia de la literatura dominicana (1937).
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