Hasta ese momento, Ángel Silvelo era un autor literario que en sus novelas imprimía un tono muy íntimo. Siendo la literatura el eje central de sus tramas. Conocedor de la obra de Fernando Pessoa o John Keats, utiliza esos conocimientos para dar un calado cultural y literario a su última novela donde el jugador de fútbol, entrenador y seleccionador nacional Luis Aragonés, el sabio de Hortaleza o Zapatones, según la persona que se refiera a él, es el eje central de la trama. Ha conseguido Silvelo un relato lleno de pasión por el fútbol, de admiración por el entrenador y lleno de recuerdos de un adolescente, portero de fútbol, al que ya conocíamos de su novela anterior. “La noche que Luis nos hizo hombres” es su segunda novela corta sobre fútbol. ¿Por qué le atrae tanto este deporte o debería decir negocio? La concepción de esta novela surgió de una forma fortuita y promovida por el azar. Uno de mis compañeros de trabajo, que ya había leído mi anterior novela sobre fútbol, La utopía del portero, con la que gané el Primer Premio de Novela Breve Carlos Matallanas 2019, llevaba varios meses pidiéndome que escribiera una segunda historia del protagonista sin nombre de la anterior. Y, fue, en una de aquellas ocasiones, en la que me surgió una idea que estaba relacionada con el Atlético de Madrid y la figura de Luis Aragonés, pues el compañero es un aficionado colchonero. En esta ocasión, el azar fue el que decidió que esta historia viera la luz. Como queda reflejado al final de la novela, por medio de la voz de su protagonista, el fútbol a día de hoy más que un deporte es un negocio que mueve miles de millones de euros. Y, sobre todo, es un fútbol muy distinto al que yo narro en esta novela. La novela está dedicada a Luis Aragonés. ¿Qué es lo que más le llama la atención del entrenador madrileño? Para mí ha sido una gratísima sorpresa abordar a la persona, al deportista y al personaje. Luis Aragonés, por muchos motivos, es una leyenda del futbol, el Atlético de Madrid y la selección española. A mí, si eso es posible, me cabe el acierto de haberle convertido en un personaje literario más allá de su notoriedad pública. Siendo esa es mi modesta contribución a la hora de agrandar su leyenda. ¿Fue Luis Aragonés el mejor seleccionador que ha tenido España? Sin duda, Luis Aragonés fue el primero que se dio cuenta que, con la estructura de juego que tenía la selección cuando él se hizo cargo de la misma, nunca llegaría a lo más alto del fútbol internacional entre naciones. Él tuvo el valor, no solo de prescindir de aquellos jugadores como Raúl que ni encajaban en el sistema que él se había planteado ni en la forma de juego que se dio en llamar como el tiqui-taca. Ese equipo de los bajitos, como se le conocía, fue toda una declaración de intenciones y el mejor camino de llegar a la gloria de una selección que él adivinó antes que nadie. De ahí que tenga el valor intrínseco de los valientes que son capaces de abrir nuevas sendas a pesar del riesgo que llevan consigo, porque no debemos olvidarnos que Luis lo tuvo muy difícil, sobre todo, porque tuvo a gran parte de la afición en contra y a toda la prensa deportiva cuando prescindió de Raúl. Sin embargo, la balanza de la justicia poética esta vez cayó de su lado. ¿Es tan importante hacer equipo como jugar al fútbol? Un equipo de fútbol está compuesto por once jugadores, de ahí que la concepción de equipo sea muy importante. Siempre se nos dice que, cuando un equipo entra en crisis, muchas veces se debe al aspecto psicológico de sus componentes. En esos momentos es cuando la labor del entrenador es más importante y no solo en el área técnica sino también en la psicológica. Y Luis Aragonés supo manejarse muy bien en este aspecto. Y es ahí donde nos ha dejado grandes muestras de su personalidad y de la coherencia de sus planteamientos. Yo aconsejo a quien le interese que vea los vídeos de las charlas motivacionales antes de los partidos de la Eurocopa del año 2008, porque son toda una lección de vida e inteligencia, y que han llegado a nosotros gracias a que su ayudante, Jesús Paredes, las grabó. Luis Aragonés fue un entrenador muy particular. ¿Qué características destacaría en él? Lo que más me ha sorprendido de Luis cuando estuve consultando informaciones y vídeos sobre su vida, sin duda fueron de sus charlas motivacionales a la selección cuando fueron campeones de Europa en el año 2008. Es en esa parcela, que yo considero íntima, y que apenas ha trascendido o que muchos no conocen o simplemente no les interesa, donde podemos ver a Luis en su salsa y donde vierte de una forma honesta su experiencia vital forjada en mil y una pensiones en su juventud y en los múltiples vestuarios de los que ha formado parte. La soledad de las derrotas que tuvo que soportar en su domicilio con su familia nos hablan mucho y muy bien de un hombre al que, pesar de haber ganado tanto, nunca se le ha hecho justicia. El premio Príncipe de Asturias hubiera sido una manera de agradecerle su trabajo por el deporte español, porque Luis es único e irrepetible. ¿Cuánto tiempo le llevó documentarse sobre su vida? No tardé demasiado tiempo en documentar la novela —alrededor de cuatro o cinco meses—, porque la estructura la tenía clara desde un principio. La idea principal me vino como un fogonazo de luz, del mismo modo que me ocurrió con La utopía del portero. Lo que sí que tuve que cambiar fue la percepción que a priori tenía de El Zapatones, pero con el paso de la narración debo confesar que me ganó en todos los aspectos de su vida. Y ahora mismo es uno de esos referentes que te quedan para siempre, y no solo en el fútbol sino también en el deporte en general y en la vida. “Tanto en la literatura como en la vida, la senda de los perdedores es la que siempre atrae más a los lectores o al gran público en general”Pese a los evidentes éxitos de Luis Aragonés, muchos tenemos la sensación de que fue un perdedor. ¿Usted también lo cree? Creo que, para las generaciones que vivimos en directo la derrota de la final de la Copa de Europa del año 1974 contra el Bayern de Múnich, hay un sempiterno retorno a las imágenes en blanco y negro que vimos, tanto del gol de Luis como la del jugador alemán que casi desde el centro del campo fue capaz de sorprender a Reina a pocos segundos del final de la prórroga y el partido. Sin embargo, a este respecto tengo que añadir que tanto en la literatura como en la vida, la senda de los perdedores es la que siempre atrae más a los lectores o al gran público en general, que se identifica con ellos cuando observa de lejos los reveses que les da la vida, sobre todo, si acaban con un final feliz y la carrera deportiva y profesional de Luis Aragonés lo tuvieron. No obstante, como decía el propio Sabio de Hortaleza, si el Atlético de Madrid es El Pupas, el resto qué son el costras, porque no se nos debe olvidar que el club rojiblanco es el tercer club español con más títulos de toda la historia. ¿Por qué en España hay poca literatura sobre deportes en general y fútbol en particular? Antes de publicar esta segunda novela acerca del mundo del fútbol yo también creía lo mismo, pero las redes sociales, sobre todo, me han demostrado que estaba equivocado, porque se publican multitud de libros relacionados con el deporte en general y con el fútbol en particular. Aunque es verdad, que la mayoría de los títulos publicados son biografías de los diferentes astros del mundo del deporte, y mi novela no es una biografía de Luis Aragonés, sino una novela que habla de la vida y del fútbol, y que tiene a Aragonés como argamasa de una historia que intenta hacernos reflexionar sobre el paso del tiempo y la influencia que el pasado tienes sobre nuestras vidas presentes. La novela conjuga los recuerdos de un joven adolescente con la vida de Luis Aragonés y reflexiones sobre el fútbol. ¿Por qué utiliza esa estructura en la novela? Cuando comencé la escritura de la novela tenía claro que la historia tenía que girar alrededor del protagonista y los recuerdos que éste tenía de su adolescencia, de su grupo de amigos y del barrio donde vivió junto a ellos en los años setenta, porque en ella también hay un intento de exploración de cómo era la sociedad española de aquella época vista por un grupo de adolescentes en un barrio del extrarradio de Madrid, y por supuesto, con la figura de Luis Aragonés como argamasa y referente de toda la historia. En este sentido, por lo que me han dicho los lectores que ya la han leído, ha sido una decisión acertada. Incluso, alguno de ellos, me han confesado que era lo mejor que había escrito hasta el momento.
El libro no es una novela canónica. ¿Cómo la definiría? La novela no es un libro canónico porque mezcla varios géneros que van desde la literatura intimista a la reflexiva, o desde la metaliteratura a la crónica periodística. Si mis novelas se caracterizan por algo es por esa mezcolanza de estilos que buscan una literatura muy visual. El otro protagonista del libro es un adolescente portero, como en su novela anterior. ¿Es el portero de fútbol la imagen de la derrota más que del éxito? Yo mismo, en mi adolescencia y juventud, jugué en esa demarcación en el terreno de juego. De ahí, que me haya sido más fácil identificarme con esa figura, a la que por cierto, otros escritores también se han acercado como es el caso Peter Handke. Es verdad que esa posición te marca mucho, pues un error del guardameta casi siempre supone un tanto en contra, mientras que los fallos de los delanteros se pueden llegar a suplir con una nueva oportunidad de gol. Para mí, la figura del portero, junto a la del capitán del equipo, es la que tiene una mayor responsabilidad en el campo, y la que de alguna forma es más afín a la soledad, pero también a la del protagonista que puede reflexionar sobre todo aquello que ve, pues un buen portero debe ser siempre un gran observador. ¿Qué recuerdos personales ha vertido en la novela? Con esta novela he intentado rendir un homenaje al barrio madrileño de La Elipa en el que crecí, así como, a todos los amigos con los que compartí algunas de las experiencias que se narran en la novela. No obstante, y como siempre digo, acordándome de Patrcik Modiano, los recuerdos son la realidad fragmentada de nuestras vidas. De ahí, que de esa fragmentación que todos tenemos de nuestros recuerdos —en este caso, de la adolescencia—, hayan surgido distintos pasajes de la novela que no siempre se atañen a la realidad o a tal y como ocurrieron, pues mi última intención siempre ha sido respetar la identidad literaria de la historia. Las descripciones del barrio madrileño de La Elipa son muy vividas. ¿Es donde ha utilizado más recuerdos? Al ser el espacio geográfico donde pasé la mayor parte de mi niñez y adolescencia creí que era el marco propicio a la hora de jugar con la dualidad realidad-ficción con la que está impregnada la novela. Todos recordamos aquella noche del 15 de mayo de 1974 cuando en la prórroga metió Luis un gol de falta directa. En los minutos siguientes, el Atlético de Madrid se replegó y jugó a perder tiempo. Uno de los jugadores, no recuerdo quién, se fue al banderín de córner para seguir perder tiempo. Le robaron el balón y Georg Schwarzenbeck metió el gol de su vida en el último momento, lo que propicio el segundo partido. ¿No fue una metáfora de la vida que nos dice que no hay que vivir con miedo? El miedo es algo intrínseco al ser humano. Sin embargo. mis recuerdos no me hablan de miedo respecto de aquellos jugadores que en esa final defendieron los colores del club colchonero. Yo hablaría de más de mala suerte, de ese azar caprichoso, y tantas veces cruel, que se ciernes sobre nuestras vidas. No obstante, con el paso de los años, ese partido y esa derrota se han convertido en una leyenda que ha traspasado los límites del tiempo, y que ha hecho de ella algo épico y único. Como único es el recuerdo del libre directo que tan magistralmente lanzó Luis Aragonés y que sirvió para batir a uno de los mejores porteros del mundo en su momento. Sepp Maier. No se nos debería olvidar que aquel Bayern de Múnich fue la columna vertebral de la selección alemana que meses después se proclamó campeona del mundo frente a la sensación del momento, la naranja mecánica de Cruyff. ¿Qué tiene la literatura como reflejo de la vida? La literatura es, quizá, el mejor truco de magia que existe a la hora de lograr transportarnos a vivir otras vidas, otros acontecimientos y aportarnos una serie de conocimientos que sin ella no tendríamos. Además, al contrario que por ejemplo sucede con el cine, es el propio lector el que tiene que dar vida dentro sí mismo a los personajes, ciudades, viajes o distintas situaciones que se nos plantean cuando leemos. Como se dice siempre, leer es vivir otras vidas y una forma de autoconocimiento que de otra manera no tendríamos. Para finalizar, ha utilizado muchas citas de novelistas y pensadores contemporáneos. ¿Forman parte de esa reflexión que usted ha querido imprimir en el libro sobre el fútbol? Siempre intercalo en mis novelas frases de otros autores, con ellas intento darle una estructura metaliteraria a mis historias y, que al mismo tiempo, sirvan de armazón y de apoyo a la hora cerrar el círculo de aquello que trato de transmitir, pues, para mí, uno de los poderes intrínsecos a la literatura es su poder de reflexión. ¿Va continuar en el futuro por esa línea? En principio no tengo pensado volver a escribir una nueva historia de fútbol. Es más, todavía tengo varias novelas en el cajón que tienen como protagonista al poeta portugués Fernando Pessoa con la que he conseguido quedar en varias ocasiones finalista de los concursos a la que los he presentado; y otra sobre el confinamiento que sufrimos con el COVID, pero que hasta el momento ha corrido la misma suerte que la anterior. Puedes comprar el libro en:
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