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"los conflictos en la edad media", de José María Monsalvo Antón

Ed. Síntesis. 2016
viernes 29 de septiembre de 2023, 17:16h
los conflictos sociales en la edad media
los conflictos sociales en la edad media
Dentro de lo cuidadosa que es la colección de Historia Antigua y Medieval de la editorial Síntesis, épocas de la Historia en las que estoy imbuido, hoy me voy a aproximar a una obra necesaria para conocer cual era la idiosincrasia social en la Alta Edad Media. El medievalista encargado de estudiar estos hechos es el profesor Monsalvo Antón, de la Universidad leonesa de Salamanca, que nos acerca con un importante conocimiento de los hechos a lo que ocurría en el Alto Medioevo cuando las clases sociales entraban en conflicto o peleaban por defender sus derechos.

«Esta obra ofrece a los estudiosos de la Edad Media y a quienes tengan interés por este periodo una aproximación a los conflictos de la época. Se analizan los movimientos y resistencias protagonizados por los campesinos contra los señores, contra la servidumbre o contra la pérdida de derechos, así como la búsqueda en las ciudades de la libertad política o las luchas entre los patricios y el pueblo común, las luchas que tenían lugar en el seno de los gremios o las luchas contra los impuestos. En algunos casos destacó la gran carga religiosa de la movilización, utilizada unas veces contra minorías vulnerables, otras contra la autoridad de una Iglesia desprestigiada o, en ocasiones, queriendo poner en práctica determinadas utopías cristianas. Este análisis se hace poniendo especial atención en situar en los marcos temporales precisos las causas de malestar y los escenarios cambiantes de la protesta social. La conflictividad no se interpreta hoy como anomalía, sino como algo inherente a la sociedad medieval. Al tensar la convivencia y hacer aflorar los problemas latentes, con violencia o sin ella, los conflictos sociales constituyen un espejo elocuente de las relaciones sociales y de las mentalidades de la época, ya fueran elitistas, corporativas, populares, reformistas o subversivas».

En el Alto Medioevo, los campesinos ocupaban el 95% del esfuerzo de producción de la economía medieval. Por consiguiente, sería en el campo donde se producirían las constantes tensiones entre los seres humanos del Alto Medioevo, con las obvias tensiones y resistencias. En el mundo de los campesinos, en este momento histórico, existían países en la periferia en los que no existía la feudalización, o inclusive se encontraba en un periodo muy embrionario de evolución. “Pero, por otro lado, y en contraste con ese mundo rural de tierras alodiales y comunitarias, existían en Occidente localidades y comarcas donde se venía obligando al campesinado a trabajar en las grandes haciendas, cuyo modelo más conocido es el de los ‘grandes dominios’. Aunque nacido en los siglos VI o VII y con raíces en las villae tardoantiguas, su época clásica coincide con el periodo carolingio y poscarolingio”.

Existían, a la par, lugares en esta época narrada, donde se obligaba a los labradores a trabajar en aquellos grandes dominios del Señor de turno. Es obvio, que existían dominios laicos, cuyo dueño era un magnate rural, pero los más numerosos y estructurados eran aquellos que estaban bajo el poder de los abades de los grandes monasterios, o los que estaban fiscalizados por el propio monarca. Se cita un ejemplo escandalosamente paradigmático como es el de la abadía de Saint-Germain-des-Prés, la cual estaba en posesión de más de 54 .000 hectáreas repartidas en más de 25 villae o grandes haciendas; estás villae provenían de la estructura creada por los romanos en Europa.

Dos terceras partes del dominio eran tierras de pan llevar y el resto bosques, viñas y prados. De los dos o tres mil hogares campesinos, como mínimo, la mayor parte estaban ocupados por coloni, jurídicamente libres pero unidos a la tierra y sometidos a los dueños del dominio; unos pocos eran servi o esclavos propiamente; y había algunos lidi o libertos. Pero el grueso eran los citados colonos, a los que se puede llamar ‘siervos’ -pero no esclavos-, ya que podían contraer matrimonio, poseían bienes y pagaban al dominio un tributo por los mansos que cultivaban”.

Como es sabido se denomina ‘mansos’ a pequeñas parcelas entregadas por los señores a los campesinos, y por las estos que abonaban un impuesto. Existían un número elevado de este tipo de dominios o propiedades, sobre todo en la Europa occidental y a principios del siglo IX, divididos en territorios de diferentes tamaños y proporciones. La nueva forma de señorialización fue enorme para las familias, y para aquellas formas de economía tan ajustadas a las necesidades de subsistencia, en muchas ocasiones y, además, y sobre todo para aquella sociedad de campesinos, que estaban empezando a tener conciencia de que aquello no figuraba en los planes sociales y religiosos de Dios Todopoderoso, que ya lo impregnaba todo. Como la oligarquía no se quedaba nunca en mínimos, también comenzó a realizar las habituales exacciones, y creando tributos dentro del mundo rural, como monopolios sensu stricto para que los agricultores pudiesen utilizar los molinos, lo que era algo tan esencial como era amasar y tener pan paras poder alimentarse ellos y a sus familias, sin mencionar otras exacciones que ya amenazaban, más si cabe, al propio devenir vivencial del mundo rural. Sea como sea, los campesinos comenzaron a agruparse y, consiguientemente, a defenderse ya sin ambages, con medidas hasta de violencia física, yendo sobre todo contra los oprobiosos abades.

Las posibilidades de conflicto, tanto en la Alta Edad Media anterior como en los albores del año mil, como han sugerido algunos historiadores, se habían ido concretando en varias vías. La lucha judicial -en procesos casi siempre ganados por los señores- por el estatuto jurídico, en esa línea ya antigua de contestación a la condición servil, que hemos mencionado, sería una de ellas. La evasión de esclavos o servi era otra faceta, también de honda tradición, de la acción contra la esclavitud; en este caso una vía fuera de la ley. Del mismo cariz serían los sabotajes y ataques a los dueños en el seno de las villae, un tipo de contestación que venía dándose en las grandes haciendas tardoantiguas”.

En este volumen, con la calidad habitual del profesor legionense de la Universidad leonesa de Salamanca, se ha realizado un extraordinario y, muchas veces , novedoso estudio sobre estas relaciones tan conflictivas existentes en el mundo rural, entre oligarcas y campesinos, produciéndose enfrentamientos y resistencias múltiples entre ambas clases sociales. Existe una cita, muy curiosa, sobre este tipo de enfrentamientos, que es el que se produce entre los siervos, probablemente funcionarios, en la época del Rey Aurelio del Asturorum Regnum citados en las Crónicas del Rey de León, Alfonso III “el Magno”. Por consiguiente, estamos ante un libro fascinante y sumamente esclarecedor, con respecto a las variadas formas de contestación existente en esta Alta Edad Media europea, un poco diferente a la hispánica, donde la obvia Reconquista lo impregnaba todo. ¡Magnífica obra! «Romani, Iuppiter Optimus Maximus resistere atque iterare pugnam iubet».

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