Santos López dedicaría su tiempo a sus cinco hijos y al Camino Neocatecumenal (“Los Kikos”), un movimiento católico ultraconservador. Su esposa, Marisa, estaba muy contenta de poder contar de nuevo con la presencia de su marido. Mientras estuvo en política Rodrigo volvía a casa a altas horas de la madrugada. Trabajaba mucho, decía. Cenas con las asociaciones de vecinos, con promotores inmobiliarios, con políticos... Marisa, mientras, le esperaba sola. En ocasiones, quedaban a cenar con amigos y él no aparecía.
Cuando Rodrigo dejó la política, retornó a su puesto de funcionario en Hacienda e impartió clases como catequista en varias parroquias de Palma. Marisa y Rodrigo llenaban su casa de Palma, los fines de semana, de niños de los barrios más depauperados de la isla, a los que Rodrigo impartía catequesis. «Para que vieran lo que era una familia normal», explicaba Rodrigo. Pero poco después salta a la luz el escándalo. Una investigación demostraba que De Santos, conservador en política y prédica, virtuoso de día, era insaciable al caer el sol. En octubre de 2005, gastó 1.500 euros en una sola noche y en el mismo burdel. El equivalente a 25 servicios sexuales. Lo pagó con la tarjeta de crédito del Consistorio y ocultó los trapos sucios como servicios de lavandería. Otras veces alegó que se trataba de donaciones. Rodrigo había gastado casi sesenta mil euros en burdeles a cuenta de la tarjeta del Ayuntamiento.
En burdeles de servicios masculinos.
“Dios no tiene tiempo libre” es la historia de un amor fingido, de una impostura romántica que se vive en la fe de los silencios y las buenas maneras. Pero puestos a profundizar, ésta también podría ser la historia de tres personajes que se mueven en el inestable mundo de los intereses y las medias verdades; o la de una mujer desahuciada que apura los últimos días ansiando una redención tan falsa como sus arraigados principios. En el triángulo vital que forman los personajes centrales, David, Alexia y Elena, no prima precisamente la sinceridad, sino más bien todo lo contrario: la mentira, aquella que cuentan a los demás y sobre todo la que se imponen a sí mismos… Porque en el fondo, no hay peor ciego que el que no quiere ver.
La primera versión de esta historia fue una obra de teatro que se representó con éxito en Madrid. Sin embargo, la escritora decidió dar una vuelta de tuerca y convertir la obra en una novela de rabiosa actualidad, donde la homosexualidad, las drogas y la deslealtad matrimonial están a la orden de día. Deslealtad que lleva a alguno de los protagonistas a mantener relaciones interesadas por motivos económicos hasta que la rutina hace que se rompan. La novela es un ataque a la hipocresía de ciertas relaciones a las que parece que estamos demasiado acostumbrados.
La segunda historia es la de Elena Figueras Albi, escritora que falleció de leucemia a los 49 años. Nada apegada a unos padres fríos y distantes, excelentemente retratados en su única novela, Creíamos que también era mentira, Elena se casó in extremis con un amigo para evitar que sus padres la desheredaran. Elena misma explicó a Extxebarria las razones de su decisión en una conversación en el hospital, una decisión que entendió perfectamente y una conversación que está reproducida en la novela. Elena era hija única.
Partiendo de estas dos historias y de algunas otras, Etxebarria ha construido una historia sobre el amor, sobre la corrupción, sobre la redención, sobre lo que pudo ser y no fue. Una historia que está contada, intencionadamente, desde la poesía, la ternura y el sentido del humor, porque cree que si este mundo merece la pena a pesar de que sucedan historias tan negras como las que ha relatado, es precisamente porque contamos con la poesía, con el humor y con el amor para sobrevivir.
La novela es un libro entretenido, fácil de leer, con estructura de thriller, con prosa cuidada con unos diálogos chispeantes y, al contrario de las historias que inspiraron la novela, tiene un final feliz. La Elena de este libro es tan intensa y tan poética como lo fue Elena Figueras, pero vive el calvario que vivió Marisa. Con esta novela Lucía Etxebarria vuelve por sus fueros y creemos que todavía tiene mucho más que ofrecer.
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