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NUEVA TRIBUNA

Iluminar la extrañeza y la memoria: el último poemario de Manuel Rico

Un acercamiento a las claves de "Los días extraños", el último libro de poemas de Manuel Rico, editado por Valparaíso Ediciones

domingo 08 de mayo de 2016, 15:11h
Los días extraños
Los días extraños

"Los días extraños" publicado por la editorial Valparaíso, es el último poemario del escritor, crítico literario y director de la colección de poesía de la editorial Bartleby, Manuel Rico. El libro nos remite a la intimidad y a la memoria como portadores fundamentales de lo vivido.

En su primera lectura (es un libro, sin duda, para releer), el lector siente que está hecho para leer al calor del fuego, para el recogimiento, para meditar en la intimidad como el repaso a una vida en una lectura que requiere tiempo y reposo. Quizá justo valores en desuso en nuestros tiempos, donde escrutarse con tiempo no es ya lo común. Los días extraños es un repaso vital y emocional al periplo del poeta a través del tiempo y la memoria, donde su intimidad cobra sentido en unión con lo colectivo.

La primera parte es el recuerdo, la narración del tiempo en la propia experiencia del escritor. Desde la infancia a la madurez, el aprendizaje no termina. Como refleja su poema "Tardes": “Tardes de luz marchita, tardes ocres como el otoño / y como el fuego, tardes como la niebla y como los bosques, / umbrías tardes de juventud, soñadas / o vividas, qué más da, cuando la claridad hacía / de la vida un sendero que ocultaba los fríos / y los desistimientos, que nos llevaba en volandas / a cumbres no previstas y a mundos improbables”. La juventud, como dice Rico, “es la historia pequeña de los días extraños, de esos días en que fuimos felices sin saberlo del todo”.

Uno de los momentos más intensos del poemario es cuando el poeta recuerda la casa donde tantas cosas le ocurrieron, un lugar tan importante que se convierte en generacional, en colectivo, pues es su casa y la de los suyos y la de los demás. Es el poema central del libro, a mi juicio, titulado "La casa de los fresnos". No abandona tampoco Manuel Rico sus poemas de carácter más social, recuerda la otra historia, la de los perdedores: “la memoria que vuelve/ con cada otoño al valle y cobra forma/ en los viejos fantasmas que pueblan los caminos:/ en las sombras que viven todavía/ en las paredes desconchadas, en cada huella/ dejada en el ladrillo por los fusilamientos/ que inútilmente borran ceremonias de olvido/ que ofician los dueños de todo lo visible/ con la ayuda de lluvias e intemperie/ y unas gotas de miedo.”

También hace un repaso de lo sentido en diversos puntos de diferentes geografías, y el otoño cobra fuerza en el libro con las vivencias del poeta cercanas a la naturaleza, a la montaña, al campo. Recuerda aquí al libro Antífona del otoño en el valle del Bierzo de Juan Carlos Mestre, por la presencia del otoño que todo lo envuelve y transforma las sensaciones. Evoca también el poeta la memoria del trabajo, de los poetas, de los editores, tributo a la nostalgia, alegre por necesidad, porque finalmente el tiempo ofrece la serenidad para saborear los recuerdos que los objetos proyectan sobre la memoria del escritor.

Habla Los días extraños de la velocidad del tiempo, de lo efímero de los grandes momentos y recuerdos. Perdemos la costumbre de contemplar, de saborear el aroma del tiempo, y este libro nos enseña precisamente eso, que el tiempo y la memoria, que los recuerdos más precisos e importantes anidan dentro en un viaje interior hacia uno mismo, a través de los afectos, del pasado y el presente. Es preciso detener el tiempo en su lectura para mirarnos hacia dentro como hace el poeta. También destaca la precisión poética de Manuel Rico en la última parte del libro, titulada "De la vida y su espuma", compuesta por cinco sonetos en los que el autor demuestra su oficio y su calidad compositiva con una inquietud existencial donde lo biográfico y poético se funden para cerrar magistralmente el poemario “Vengo de los inviernos y la duda. / De una casa de frío y tos ferina. / Del campo amanecido y de la encina / angustiada de escarcha y luz desnuda. / Vengo del padre joven, de la ayuda / de la memoria ciega y la rutina, / de ocultar el dolor que se empecina / todavía en vivir, y que demuda / la ensombrecida tez de los vencidos. / Soy de la juventud desperdigada / entre bares y sueños insolventes. / Vengo de los planetas escindidos / entre días de plomo y luz alzada / con briznas de memoria y con presente.”

La conciencia crítica está presente con la característica elegancia y precisión del lenguaje de Manuel Rico, cada recuerdo es un motivo para celebrar y entender la fugacidad del tiempo, pese al tono reflexivo de muchos de los poemas la emoción está siempre presente. Aquí también está muy presente el campo, la naturaleza y su comunión con ella, puesto que ese ambiente se puede dar el encuentro con uno mismo. Y lo que consigue Manuel Rico en este luminoso libro es despertar la conciencia, inmortalizar los grandes momentos con su poesía e iluminar la extrañeza que para todos supone enfrentarse a la propia memoria reconstruyendo los pedazos de felicidad que quedaron atrás pero siempre permanecen en el alma. Es una reivindicación de lo perdurable. Quizá sea el libro más íntimo de Manuel Rico, la experiencia vital es hondura que se filtra a través de las grietas del tiempo y la memoria como luz que alumbra el presente. Y pese al dolor y las ausencias, siempre queda el amor como refugio. Porque sí, porque merece la pena vivir, desde esa sabiduría que otorga el paso de los años, aunque ya no se pueda cambiar el pasado, pero el recuerdo trae cerca lo lejano, quizá con melancolía o nostalgia pero con orgullo como nos recuerda Los días extraños, este maravilloso y certero libro de poesía.

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