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Blanca Bravo
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Blanca Bravo (Foto: Pau Sanclemente)

Entrevista a Blanca Bravo, autora de “La otra vida”

“Si en ocasiones la realidad supera a la ficción, esta ficción quiere imaginar una realidad”

Por Javier Velasco Oliaga
martes 12 de julio de 2016, 22:23h

Blanca Bravo salta de la vida académica a la literatura gracias a su novela histórica “La otra vida”, con la que ganó el Premio Internacional de Narrativa Marta Mont Marçal. La vida de Teresa de Jesús y la investigación sobre quién escribió el Lazarillo de Tormes centran la trama de una novela de una gran calidad, escrita de manera exquisita y elegante. El libro ha sido publicado por Roca Editorial.

  • Blanca Bravo

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Blanca Bravo (Foto: Pau Sanclemente)

La autora barcelonesa nos explica en la entrevista todos los secretos, que se pueden contar de la novela. El lector encontrará una sólida aventura sobre el asesinato de un copista de la obra de Teresa de Ávila. La emoción y la intriga están aseguradas en esta novela que hace una magnífica recreación del siglo XVI español. Deleitar entreteniendo, qué más se le puede pedir.

¿Por qué se decidió a presentar su novela “La otra vida” al Premio Internacional de Narrativa Marta Mont Marçal?
Porque, aunque hay varios personajes protagonistas en la obra, uno de los más significativos es Teresa y su categoría de monja, mujer y escritora parecía encajar bien en la idea de que formara parte de un premio otorgado el día de la mujer, dedicado a una mujer, ideado por una mujer y respaldado por un círculo femenino.

¿Qué le ha significado personalmente ganar dicho premio?
La enorme satisfacción de ver publicado un texto que nació como idea delirante hace ya cinco años. Siempre agradeceré la confianza que pusieron en el texto Marta Hernández, como presidenta del premio; Blanca Rosa Roca, de Roca Editorial; Blanca Sancho; Isabel Martí, de la agencia IMC, y Hortènsia Galí, en nombre de la Fundación Jordi Sierra i Fabra. El premio supuso, además de un respaldo económico, una obra magnífica de la pintora Antonia Cortijos y un cava excelente que me permite ir celebrando la publicación periódicamente.

Su novela se mueve en varios géneros literarios, ¿en cuál lo encuadraría usted?
Ha encajado perfectamente como novela histórica porque sus personajes vivieron en el siglo XVI, pero yo creo que es una novela de investigación, no policiaca, sino literaria. Es una tesis doctoral sin notas a pie de página.

La otra vida” gira en torno de la figura de Teresa de Ávila. ¿Qué es lo que más le atrae de la monja carmelita?
Su capacidad de aislamiento para producir intelectualmente. La posibilidad que le ofreció el convento, aun a pesar de todas las relaciones sociales que indudablemente tuvo que mantener para llevar a cabo su tarea como fundadora y reformadora, de encontrarse consigo misma y escribir. El éxtasis y la oración personal a solas, sin intención alguna de desmerecer su sincero misticismo, quizá no fueran más que una sesión de autoconocimiento y de genialidad.

Cómo especialista en literatura española, ¿qué es lo que más le atrae de Teresa de Jesús?
Por lo que se refiere a la literatura, su dominio del lenguaje para recrear las terribles contradicciones que debían de acometerla en las horas más oscuras, o más luminosas, de la noche.

¿Cree que se le ha hecho justicia en los actos conmemorativos que se han realizado en el año de su centenario?
Creo que el aparato de homenaje que giró en torno a su figura hubiera contentado a su parte de creadora reformista y escritora a la fuerza porque se valora la inmensa tarea que llevó a cabo, pero hubiera sonrojado por exceso a la humilde servidora de Dios y de la pluma. En todo caso, una reivindicación siempre es positiva, puesto que se resucita su vida con la memoria. Este ejercicio es siempre válido.

¿Cómo calificaría la narrativa de la santa abulense?
Elaborada y muy bien estructurada.

Otro protagonista indirecto es el libro del Lazarillo de Tormes, en el libro nos da algunas pistas pero ¿se llegará a saber en alguna ocasión quién fue el verdadero autor del libro?
En La otra vida, el nombre de quien la escribió es desvelado. Fuera del mundo de la ficción, estoy convencida de que aparecerá algún documento que afirme, sin posibilidad de cuestionarlo, quién firmó ese magnífico libro. Puede que esta novela no ande equivocada… Si en ocasiones la realidad supera a la ficción, esta ficción quiere imaginar una realidad.

La trama de su novela contiene muchos enigmas y la investigación sobre el asesinato del monje copista. ¿Por qué alterna la recreación histórica con la investigación de los orígenes del Lazarillo?
La novela parte de un supuesto que se desvela al final. Necesité recrear la biografía de los personajes reales, pero también la biografía del texto del Lazarillo. Todo lo que se sabe sobre esta obra juega un papel importante en la novela, pero también lo que se supone. Es muy sugerente utilizar hipótesis que grandes hispanistas han valorado, como la idea de que exista una edición perdida que nunca ha aparecido. Ese texto mítico, probable pero todavía no constatable, permite muchas páginas.

¿Le resulta complicado alternar personajes reales con otros salidos de su imaginación?
Esa fue la tarea más divertida. Mi formación académica me obligaba a constatar todo, a confirmar lo que afirmaba y a darle un perfil histórico a todos los personajes. Comprendí que esa actitud me coartaba si quería salir del corsé académico. “No hay verdadera creación sin riesgo y, por lo tanto, sin una cuota de incertidumbre”, afirmó García Márquez en una entrevista. Me lancé entonces a la grata ilusión de lo ficcional sin estar convencida de que eso funcionara. En todo caso, Rodrigo y Josef Bonnín me resultaron de extrema utilidad. Con esos dos personajes que nunca existieron en el siglo XVI (me inspiré en mi exalumno Joan Tomàs para idear el personaje de Rodrigo, el joven curioso e intelectual, y en el cartelista Carles Fontserè, sabio inquieto y experto conocedor del judaísmo, a quien tuve la fortuna de conocer en su preciosa casa de Porqueres), dos personajes inventados y llevados a la época de Teresa, podía imaginar unos días verosímiles en la vida de seres que realmente existieron, como la monja y su amigo Diego. La correspondencia que mantuvieron ambos es real y se conserva. El texto busca la magia de fundir lo que fue y lo que pudo ser.

Diego Hurtado de Mendoza fue un pensador del que hoy conocemos poco de su obra. ¿Ha querido reivindicarlo en la novela?
Cualquier persona que haya dedicado tiempo a la escritura merece mi respeto. Si la obra ha conseguido revindicar su figura, será estupendo. Sin embargo, lo que sí me propuse fue mostrar a Teresa como escritora que produce, aunque sea en la intimidad de su celda y sin esperar la mirada del lector, obras consideradas poco modélicas. Su espiritualidad no es debatida hoy. También hay quien postula, utilizando su figura, un feminismo que, a mi parecer, resulta anacrónico. Sin caer en la tentación de observarla con la mirada del pensamiento actual, que difiere quinientos años del mundo en que ella caminó, no cabe duda de que fue una mujer absolutamente especial que dejó un modelo de vida alternativo al que era usual en su tiempo para una mujer, e incluso para una monja.

Felipe II, el rey Prudente, le muestra como frío, calculador y egoísta. ¿Cuál es su opinión personal de este rey?
Aunque en realidad nunca le llegué a conocer, me parece algo perverso que quien tuviera tanto celo en la conservación de la fe y la obediencia religiosa, sobre todo estimulando el rigor de la Inquisición, se hiciera con volúmenes que él mismo declaraba perniciosos. El inventario de los libros que manejaba y del que hoy disponemos me parece extremadamente seductor, pero muestra a un tipo incoherente que no predicaba con el ejemplo. Y lo malo es que ese ejemplo resultó fatal para muchos. Por lo demás, ahondar en los puntos negros que se le han adjudicado, como la participación en una ejecución secreta de su propio hijo, me sirvieron como soporte para el enfoque de intriga que estaba tomando la novela. De algún modo, se requería un antihéroe, un antagonista, y el relato fue dibujando su rostro. No tengo absolutamente nada personal contra este rey que vivió entre libros.

¿Fue tan importante para él su biblioteca y su pinacoteca?
Creo que para este rey, muy distinto del hombre de acción y del viajero que había sido su padre, la literatura y el arte fueron fundamentales. Más allá del alarde de poder que significaba tener un volumen de cada ejemplar publicado en un momento en que el libro era considerado un objeto de lujo y un signo de distinción intelectual, creo realmente que era una persona dominada por las contradicciones a las que le lleva la lectura y la observación del arte. El conocimiento adquirido implica duda, y eso es bueno.

Otro tema que toca es el de la Inquisición. ¿Qué papel jugó a nivel cultural y literario?
La Inquisición, como cualquier aparato censor, nos obliga a estudiar más los silencios que las proclamas. Es muy interesante observar qué se escribe en una época de prohibición, pero hay que estar muy atento a lo que deja de publicarse o lo que se considera fatal y aparece públicamente en índices que son listas negras. En realidad, toda esta obra gira en torno a un silencio: el de una pluma que no se atrevió a firmar.

¿Qué papel jugaron los judíos en la preservación de los conocimientos antiguos?
La cultura judía tiene como pilar imprescindible la consideración del libro como el vínculo con las generaciones de sabios anteriores, a quienes venera por el valor de la tradición y la enseñanza transmitida. El texto de la Torah es literalmente intocable. Ante este valor que le confieren al libro, es muy sugerente imaginar a un librero converso, sabio, conocedor de lo permitido y también de lo prohibido, que se convierte en un guardián de los textos que, aun siendo censurados, valían la pena. Como fidelidad hacia su credo y rebelión contra el impuesto, manejar títulos prohibidos por la jerarquía cristiana se convierte, para el judío convertido a la fuerza, en un modo de demostrar su fe auténtica.

¿Qué parte de la historia le resultó más difícil de escribir, la recreación histórica o la parte de la investigación?
En realidad, lo difícil fue el equilibrio entre ambas. Por un lado, los datos históricos son claros e inamovibles. Por otro lado, la ficción podía sostenerse sin una monja que fue santificada, sin un noble diplomático que murió sin descendencia y sin que apareciera un rey con mala suerte personal y sin piedad política. El auténtico reto fue enhebrar ambos discursos y darle a la costura, si no credibilidad, sí verosimilitud dentro del universo de la novela. La otra vida quiere ser un juego literario, un ejercicio de entretenimiento que propone una tesis. Toda tesis se enfrenta, desde el momento en que se enuncia, a una antítesis. Tiene que estar preparada para la dialéctica.

De todos los personajes que describe en la novela, ¿cuál es el que más le ha hecho disfrutar escribiendo?
Teresa. Disfruté imaginando a una mujer. Me proponía, con los ojos cerrados, recrear lo que debió de sentir como persona real que existió, aunque con el transcurso de los siglos y su santificación parece que sea algo incorrecto incluso el hecho de humanizarla. Recreé su condición de mujer que menstrua, que siente calor en los rigurosos veranos de la meseta sin aire acondicionado ni ventilador, que tiene debilidades y las comenta con personas afines, que escribe lo que le aconsejan sus superiores eclesiásticos, pero también otras cosas que nunca le hubieran permitido ni siquiera pensar. Imaginar las horas de Teresa me hizo disfrutar.

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