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"No detengáis el alba" consagra a Pedro José Moreno Rubio como poeta de raza

Por su elaborado trabajo poético mereció el premio Ciudad de Valencia Vicente Gaos de poesía 2004

jueves 23 de octubre de 2014, 13:23h

Con un título tan reivindicativo que podría pertenecer a un poemario sobre poesía social, Pedro José Moreno Rubio nos brinda un poemario vigoroso, de corte clásico, apologético y barroco en igual medida, que revela lo existencial y melódico de un alma que utilizando el poder de la palabra se expresa a la manera de un kirial.

Una ilustración de la pintora Jacinta Gil Roncalés esplende en la cubierta del poemario, artista a la que está dedicada la cuarta y última parte del libro.

Un jurado compuesto por: Beatriz Simón, Ricardo Bellveser, Ignacio Caparrós, Antonio Hernández, José R. Seguí y Jesús Peris decidió laurear este poemario con el prestigioso premio otorgado por el Ayuntamiento de Valencia en el año 2004, un premio que -por otra parte- ha sido descubridor de verdaderas joyas de la literatura.

Pedro José Moreno Rubio es natural de Chumilla (Cuenca) y su vocación artística es muy temprana, después de estudiar Humanidades, Lenguas Clásicas, Filosofía y Teología vivió una etapa como sacerdote que sin duda marcó toda su vida, pero fue en el año 1983 cuando Moreno irrumpe en el mundo poético con el poemario Sed de presencia.

A partir de ahí cada trabajo del poeta le va afianzando en un mundo literario, el valenciano, mundo al que sin duda contribuirá ornamentalmente tanto con su vida entregada a la cultura como con su extensa y reconocida trayectoria poética.

El libro comienza con un poema titulado Fe de vida,un título que ya utilizaron poetas como Luis García Montero o Antonio Colinas y con cuatro versos que dan buena fe del cariz general de la obra: "Me sorprendí llorando/porque unos dedos de aire me rozaban./ Por eso sé que existo/aunque mi nombre no lo sepa nadie". Hondo existencialismo y un discurso que apela a las virtudes dianoéticas de sí mismo como ser humano. Verso blanco y libre con predominio del endecasílabo, lenguaje prendado de una sutileza y elegancia en el léxico que contribuyen a una solemnidad barroca.

En la primera parte del libro Moreno versa sobre la palabra, ese refugio metafísico que es arma y música, utiliza rémoras, reflexiones, incluso filosofa esperanzado otorgando libertad absoluta al encarnamiento de su yo lírico, éste adopta las posturas que sean necesarias  para impactar de lleno en la credulidad del lector al que se le introduce dialogísticamente: "Entrad por esa puerta, comediantes/festivos de la vida./ Dejad vuestro equipaje en la esquina y/olvidaos,/porque aquí no hay relojes ni tribuna".

En el segundo bloque el yo lírico sigue teniendo la cualidad de omnipresente, los poemas se acortan en extensión, su voz adquiere tintes descriptivos, si la melancolía estaba presente en el primer canto ahora es más visible la esperanza, el poeta se confiesa en un ejercicio de sinceridad y el descubrimiento de la magnificencia del amor va destronando poco a poco a su amada palabra: "Antes de alejarte,/ déjame tu canción enfebrecida/sobre mi piel,/ tu inconfundible aroma./ Ahora no es la palabra un gesto necesario".

La aérea mirada del poeta propone acertijos al lector con referencia a su identidad, su discurso se eleva por parajes interiores y naturales y sobrevuela con destreza las sendas del misterio. Ya en el tercer bloque, el amor toma por completo las riendas del argumento, los tiempos narrativos siguen sucediéndose del presente al pasado en un discurrir de recuerdos que erotizados por la pasión han convertido en dolor toda su dulzura: "Mis ojos lentamente la abrazaban,/ le lamían la piel sedosa y fría/y la rosa encendida de sus pechos".

El cuarto y último bloque como dije al principio de la reseña es un homenaje a la pintora Jacinta Gil Roncalés, y partiendo de ahí el autor confirma su pasión por la obra pictórica de la artista, exclama su admiración y lo que ella misma le provoca. Con sus sentidos aturdidos por la degustación de tanta belleza el autor de Hijo de la tierra trata de hacer justicia con la obra pictórica -digamos olvidada- de esta artista valenciana que nació en 1917 que también escribió poesía, el libro Espadas en la arena publicado en 2004 es fiel testimonio de su vocación lírica. Jacinta, gran admiradora de otro ilustre poeta valenciano, José Luis Hidalgo, es motivo de admiración de Pedro José Moreno Rubio por su valía como artista y como persona y el poeta no escatima palabras para demostrar su valía superlativa: "Acerca tu pincel a mi pupila/y quémame las niñas de los ojos./ Quiero sentir la llama/ el alma pura,/ su desnudo fulgor sobre mi frente".

En definitiva, la lectura de este poemario es más que recomendable, el lector activo encontrará muchos matices y referencias que lo llevarán de la mano de una poética cuidada a parajes de ilustración, sensaciones y estudio, todo un regalo para los buscadores de entropías poéticas.

Poesía

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