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Paul Preston presenta su libro “El holocausto español”

Por Javier Velasco Oliaga
jueves 23 de octubre de 2014, 13:23h
Ayer lunes Paul Preston presentó a la prensa su nuevo libro titulado "El holocausto español" con el subtítulo de Odio y exterminio en la Guerra Civil y después y hoy se acercó al ateneo madrileño para presentarlo a sus amigos y a los interesados en nuestra guerra civil. Para ello contó con la ayuda del periodista cubero Miguel Ángel Aguilar con el que mantuvo una interesante conversación sobre su libro.

Comenzó el periodista y amigo, Miguel Ángel Aguilar, leyendo la contraportada del libro que dice: Durante la Guerra Civil española, cerca de 200.000 hombres y mujeres fueron asesinados lejos del frente, ejecutados extrajudicialmente o tras precarios procesos legales, y al menos 300.000 hombres perdieron la vida en los frentes de batalla.

Lo que suma medio millón de muertos, lejos del millón de víctimas que muchos autores suponían pero que no llegaron a demostrar. Hoy ese millón ha quedado rebajado a la mitad por los historiadores más objetivos y Paul Preston está haciendo ese esfuerzo de objetividad y de intentar buscar la ecuanimidad en sus investigaciones, las cuales está realizando con la ayuda de muchos amigos historiadores.

Aguilar advirtió a los asistentes que se “nos olvidan las cosas que vemos en televisión de los desastres y cuando los vemos se nos olvidan que esas escenas fueron nuestras escenas en la Guerra Civil y que esas barbaridades fueron nuestras barbaridades”, parece que la televisión hace un papel de filtro que hace que veamos con distancia, como si fuese una película, la realidad más dolorosa y cruel y contra eso precisamente quiere luchar el libro, para que no olvidemos el odio que se tuvieron las dos Españas y el exterminio que eso provocó.

Muchos españoles perdieron la vida en los frentes y en las retaguardias y otro medio millón de españoles se tuvo que exiliar en diferentes países, algunos de ellos, como Francia, trataron de forma indigna a nuestros compatriotas y el general Franco ganó pero no supo perdonar. Fue según Aguilar “una victoria sin magnanimidad”. Para el presentador el volumen tiene dos principales características, una, la capacidad de síntesis ante un abrumador alud de datos y, dos, interpreta los datos de una manera inteligible.

Para Paul Preston “el problema de la República era la esperanza que reportaba a sus habitantes y la Guerra Civil fue el castigo a todos los que aprovecharon las oportunidades que ofrecía ésta”. Repasó la situación económica que sufría el país; en el campo español la situación la calificó de “dramática” y la crisis económica mundial afectó a España de modo muy singular, ya que la emigración tuvo que volver al país y el nivel de paro rozó niveles insoportables.
Calificó al ejército como un problema, “la mentalidad africanista de los generales se notaba en sus proceder, calificaban de rifeños a los braceros que se ponían en huelga” señaló y esos militares echaban la culpa al famoso contubernio judeo masónico bolchevique, un batiburrillo donde convivían las extremas derechas e izquierdas, pero siempre la culpa la tenía el judío: “los judíos controlaban todo lo que pasa en el mundo y además todos los componentes del gobierno republicano eran judíos”, dijo el historiador acerca del pensamiento de los militares.

Franco se llevó las más cáusticas críticas por parte de Aguilar y Preston. En su charla comentaron que el general Franco “no hizo ningún curso, salvo uno de tiro en el cuartel de Valdemoro, donde conoció al general de la legión Millán Astral”, señalaron. De ahí la amistad entre ambos. También reconocieron que la reforma del ejército que llevó a cabo Azaña fracasó estrepitosamente. Al querer alejar de Madrid a los generales más reaccionarios, los acercaron a los focos más tradicionalistas y peligrosos para la República.

La Iglesia también fue diana de sus dardos. Calificó Preston al catolicismo como “una multinacional que tiene su sede en Roma y que poco tiene que ver con el cristianismo”, afirmó. Al comienzo de la guerra alguna población de Navarra se quedó sin sacerdotes porque estos “se habían ido a matar rojos y los tuvieron que hacer volver”, indicó y acusó a la iglesia española de no haber reflexionado sobre estos acontecimientos.

El último blanco de sus críticas fue Santiago Carrillo, del que dijo que “hay una serie de contradicciones entre sus declaraciones y los datos objetivos”. Carrillo siempre ha afirmado que él no tuvo nada que ver con las matanzas de Paracuellos, que cuando él llegó a la Junta de Defensa ya había pasado todo y que además, los generales Miaja y Rojo no le hubiesen permitido hacer la razia que dicen que hizo.

Sin embargo, los datos que maneja Preston le contradicen. Él fue nombrado responsable de gobernación (Orden Público, se denominaría) de la Junta de Defensa de Madrid el seis de noviembre de 1936, tras una conversación de los dirigentes del Partido Comunista Pedro Checa y Antonio Mije con el general Miaja. Le ofrecieron para la Junta a dos personas, Carrillo para Orden Público y el propio Mije para el departamento de Guerra, Miaja se vio, pues, con dos puestos cubiertos en tan solo un par de horas y entre las cinco y las seis de la tarde formó el gobierno.

A las ocho de la noche Carrillo autorizó y organizó la evacuación de las cuatro cárceles de Madrid y, por supuesto, Rojo y Miaja lo autorizaron. Para el historiador, Miaja “fue un perfecto incompetente”, aunque la sensación de los habitantes de Madrid era la de un héroe que se paseaba en coche por las calles de la capital entre aplausos. Cree Preston que Carrillo no podía estar ajeno a esos traslados que firmó su segundo Serrano Poncela, documentos que se conservan, pese a la destrucción que se llevó a cabo de documentos antes del final de la Guerra Civil.

La controversia respecto a Carrillo continuará y el libro lo que pretende es arrojar luz a unos acontecimientos que se han estudiado bajo prismas ideológicos y no objetivos. Al final, como bien tituló Juan-Simeón Vidarte su último libro de su gran tetralogía, “Todos fuimos culpables”.

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