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Jaime Siles
Jaime Siles

Entrevista a Jaime Siles a propósito de su ensayo "Cinco escritoras, cinco escrituras"

viernes 15 de mayo de 2020, 10:23h

Jaime Siles nos comenta en esta interesante entrevista por qué decidió escribir sobre estas cinco grandes escritoras como son María Teresa León, María Zambrano, Ernestina Champourcin, Carmen Conde y Clara Janés, que están dotadas de una nueva sensibilidad y una forma distinta de ver y expresar el mundo.

Jaime Siles
Jaime Siles (Foto: Isabel Alamar)

También nos hablará de otras autoras esenciales para la literatura que merecen especial atención y relevancia. Y la entrevista finalizará con un magnífico poema de Siles, concretamente de su poemario Himnos tardíos (1999), que nos demostrará la importancia que tiene la poesía para la vida.

Estos cinco estudios parecen haber sido escritos en años diferentes. ¿Cómo surgió luego la idea de agruparlos?

Pensé que, pese a la distancia de años que separaba unos de otros, había un hilo conductor entre ellos que podría articular su unidad, que no es otra que la temática: es decir, la de cinco mujeres escritoras en diferentes géneros y momentos del siglo XX, cada una de las cuales, a su modo y estilo, contribuye a fijar el sujeto histórico femenino moderno.

Por qué elegiste hablar de estas cinco escritoras y qué querías, sobre todo, destacar de ellas y de su obra.

Eran autoras que, por un motivo u otro, me habían interesado siempre y que habían despertado por ello mi interés de conocerlas y estudiarlas. El dedicado a María Zambrano, el más antiguo de todos estos estudios, data de 1986, cuando, después de leerla por entero, me fijé en la alternativa que su pensamiento suponía a no pocos puntos del ideario filosófico de su maestro Ortega y Gasset, sobre el que desde otras perspectivas distintas había investigado mucho en aquellos años.

El de María Teresa León se centra en su valor como memorialista; el de Ernestina de Champourcin, aunque analiza sobre todo su obra poética, no desatiende otras parcelas de su obra como son su labor de narradora y, de modo especial, la fascinante evolución de su personalidad desde los años anteriores a la guerra civil hasta los de la guerra, su compromiso con la República, su matrimonio con Domenchina, su exilio, su regreso y el epistolario y la prosa que nos dejó.

En Carmen Conde lo que me interesaba destacar es la fuerza de su expresión conceptual y las innovaciones en el lirismo que aporta su lenguaje: algo que creo yo no se le ha reconocido todavía lo bastante. Y en Clara Janés, que pertenece a mi generación, lo que quería era hacer un mapa que permitiera comprender los rasgos distintivos de su singularísima obra.

A quién recomendarías, especialmente, la lectura de este ensayo.

Recomendaría este libro tanto a hombres como a mujeres porque a todos les interesa por igual si quieren comprender de modo no parcial la literatura española del siglo XX y el papel que las mujeres han desempeñado en ella.

¿Cuáles son algunas de sus grandes aportaciones que han hecho al mundo de la literatura?

Ya he aludido a ello antes y no voy a repetirlo de nuevo ahora sino de modo condensado y general: lo que estas escritoras aportan es una nueva sensibilidad, una forma distinta de ver el mundo y de expresarlo: una formulación lingüística diferente y por ello también otra literariedad.

¿Por qué otras escritoras te decantarías si decidieses continuar con esta clase de estudios?

He dejado fuera de mi consideración muchos, muchísimos nombres que me interesan y que espero y deseo poder estudiar en futuros libros. Citaría los de Josefina de la Torre, Ángela Figuera Aymerich, Concha Lagos, Pilar Paz Pasamar, María Victoria Atencia, Julia Uceda, Pureza Canelo, Amparo Amorós, Ana Rosetti, Juana Castro, Olvido García Valdés, Blanca Andreu, Aurora Luque, Ada Salas, María Ángeles Pérez López, Raquel Lanseros… Son muchas: no puedo citarlas a todas.

En el caso de lectoras que estén interesadas en leer a autoras que hayan escrito con perspectiva de género y a las que se las pueda considerar ya de algún modo feministas, qué autoras les recomendarías que leyeran.

Desde luego, a Safo y a las figuras femeninas protagonistas de la tragedia griega y las investigaciones de Nicole Loraux, a las autoras de nuestro Siglo de Oro y nuestra Ilustración, por deficiente que esta sea, a Madame Deffand, a George Sand, a Rosalía de Castro, a la Pardo Bazán, a Delmira Agustini, a Florbela Espanca, a Colette, a H.D., a Carmen Laforet, a Nelly Sachs, a Ingeborg Bachman, a Hilde Domin, a Sylvia Plath, a Anne Sexton, a Alda Merini, a Carilda Oliver, a Alejandra Pizarnik, a Friederike Mayröcke…

Responde si eres tan amable a algunas cuestiones: ¿Crees que hoy en día las mujeres escriben más que los hombres? ¿Crees que aún hoy en día tienen más dificultades que ellos para ganar premios, ser invitadas a festivales o publicar sus obras?

No lo sé. Mi impresión es que leen más, que quieren vivir más, que están más atentas a cuanto se produce. Y no considero que hoy el hecho de ser mujeres les dificulte o impida ganar premios o ser invitadas a festivales o publicar sus obras. En absoluto: diría incluso que a veces sucede lo contrario, con la injusticia que también lo contrario supone.

Cómo crees que se puede ir alcanzando esa anhelada igualdad entre hombres y mujeres en el mundo de la literatura. Qué haría falta desde tu punto de vista para que se avanzara más y mejor en ese camino.

La única forma de avanzar es consiguiendo construir entre todos una sociedad más plural y más justa, en la que haya una verdadera igualdad de oportunidades y en la que no el género sino la valía en sí de las obras sea lo que se reconozca de verdad.

Elige unos versos o un párrafo de cada una de las escritoras sobre las que has escrito en este libro que nos demuestre su innegable calidad literaria y los motivos por los que son esenciales.

Si lo hiciera, que no voy a hacerlo, tendrían ventaja las que escriben poesía sobre las otras, ya que un verso siempre es más fácil de recordar que una prosa.

Para finalizar elige, por favor, un poema de tu autoría que sea especialmente indicado para situaciones difíciles como la que sin duda atravesamos ahora con la actual crisis del coronavirus y que a ser posible infunda un poco de fe, esperanza o consuelo.

Hay un poema mío, de “Himnos tardíos”, que en Francia leen en su traducción en algunos entierros y ceremonias fúnebres porque, como dices, ayuda a consolarse a quienes han sufrido una irreparable pérdida. Es algo que me emociona mucho porque, si a algo ayuda la poesía, es a vivir y a seguir viviendo.

UN SENTIMIENTO DULCE

Estos últimos años he estado

despidiéndome de todos y de mí:

diciendo adiós a cada cosa,

cada perfil, cada palabra

y, por vez primera en mi vida,

he sentido eso que se llama piedad

y que es –o puede ser– un sentimiento dulce

que nos hace mirar hacia nosotros mismos,

pero no con el vértigo de su relieve ácido

sino con un amor a todo lo que somos

y a cuanto con nosotros se dispone a morir:

una tarde en penumbra, una mañana absorta,

el vuelo de las aves, una ciudad con torres y espadañas,

el recuerdo del mar, una conversación con los amigos,

la lección de un maestro, el rapto del amor,

lo que aprendimos, lo que no sabemos,

lo que con nosotros vivirá, lo que quisimos,

y lo que no nos quiso, lo que nos dejó a un lado,

lo que ni nos miró, lo que nos dice adiós

de todas las maneras, y los puntos del tiempo

a los que no se puede regresar.

Me despido de todos y de todo,

no de vosotros sólo: me despido, sobre todo, de mí

–con quien sé que nunca más voy a encontrarme–

que otro cruza la calle que yo piso,

que otro lleva la ropa que yo llevo,

que esta boca que dice lo que dice

no ha sido ni es ni será nunca lo que yo;

que quien escribe este poema es otro

distinto también a quien lo lee

y que la identidad es un magma

de muchas y muy pequeñas cosas

que cada día hay que recuperar

porque, si no, se extingue, se diluye, se borra

como ahora mismo yo, y también tú, me voy,

nos vamos, borrando y diluyendo,

en una página no escrita o en algo aún por escribir,

hacia dentro de algo

que queremos creer que es uno mismo,

pero que no lo es: es siempre otro el que nos acompaña;

es siempre otro lo que llamamos yo.

Por eso la vida es un exilio

pero no de un punto sino de todo el tiempo

y de todas las personas que hemos sido,

que somos y seremos dentro de él

y de las que nos vamos imperceptiblemente despidiendo

en ese adiós a cada uno de nosotros

que aparece en la vida en momentos de niebla

y que, por eso mismo, focaliza el instante

y lo convierte en símbolo

de la presencia en sombra que ha sido lo que llamamos yo,

lo único nuestro que no nos pertenece,

lo único que nunca volveremos a ser,

lo que ya fuimos, lo que no seremos,

un escorzo de sombras

batidas por el fuego de la imaginación.

Revivir el instante, revivir el instante

antes de que todo sea sólo su fin.

Jaime Siles, Himnos tardíos (1999)

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