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"El reino de Navarra y la conformación política de España (1512-1841)", de Alfredo Floristán Imízcoz

Editorial Akal
Por José María Manuel García-Osuna Rodríguez
viernes 26 de marzo de 2021, 08:00h
El reino de Navarra y la conformación política de España (1512-1841)
El reino de Navarra y la conformación política de España (1512-1841)
El cuidado historiográfico de la editorial Akal es proverbial. El acercamiento al Viejo Reino de los Bascones es de calidad superior, en más de trescientas páginas tenemos un hecho histórico incuestionable. Pero debo comenzar con un levísimo tirón de apéndices auriculares al profesor Floristán Imízcoz.

Navarra tuvo una prolongada e ininterrumpida historia entre los reinos cristianos de la península Ibérica. Fue posterior al de Asturias-León en su plena configuración como tal reino, pero nació antes que el de Aragón y que el de Castilla, a los que dio origen”. No existe en las crónicas el reino de Asturias-León, que ocurre siguiendo el análisis castellanista anhistórico de Sánchez-Albornoz. En la evolución no existen juntos en ninguna circunstancia; ya que van desde el Asturorum Regnum, Obetao Regnum, Regnum Imperium Legionensis y Regno Legionis. Por consiguiente no es admisible la minimización del Antiguo Reyno de León. El de Castilla nace de ¡un rey-consorte de León!, un infante pamplonés y luego conde dependiente de Castilla-Burgos, Fernando Sánchez; quien divide su Corona apareciendo Castilla cuando es REY-EMPERADOR DE LEÓN, como Fernando I. El reino nuclear de Navarra es Pampilonensium et Naierensis Regnum hasta Sancho II Garcés “Abarca”, y luego se interrumpe hasta lo definitivo que ya lo es con Sancho VI el Sabio, rex Navarrae-1162.

Y, por supuesto, tampoco ha existido nunca el concepto de Corona de Castilla como espuria unión de reinos. Parece que existe un trofismo táctico de colocar a Castilla como sea en la historia de las Españas. La continuación de la crónica Albeldense ya indica, taxativamente, que: “…surrexit in Pampilona rex nomine Sancio Garseanis”. Estamos en el año 905, y ya será el primum inter pares Sancho Garcés I. En el año 1500 d.C. existían cuatro monarcas en las Españas: de Castilla Y DE LEÓN; de Aragón, de Portugal y de Navarra; este último soberano más que encorsetado entre los dos primeros. El lamentable decreto de Nueva Planta, típico error borbónico, trastocó y acabó con la habitual identidad de todos aquellos estados, el más grande sin dudarlo el Regnum Imperium Legionensis, que se habían ido conformando en la Reconquista, en su lucha contra los agarenos musulmanes.

Ya en el siglo X y en los posteriores, la vinculación fiel y de amistad entre Pamplona y León es sumamente estrecha, y normalmente las inteligentes y bellas infantas basconas se matrimonian con reyes-emperadores de León, tales como Ordoño II, Alfonso III el Magno, Ramiro II el Grande, etc.; hasta tal punto que Sancho III Garcés el Mayor se intitulará como Rex Legionis. La dinastía pamplonesa en el Reyno de León tendrá su alumbramiento en un doble enlace marital, ambos son vástagos de Sancho el Mayor; Fernando con Sancha de León, y Jimena con Vermudo III de León, con V-leonesa y no con B-castellana. La aparición, en la historia medieval, de la ferocísima reina-viuda Toda Aznárez será de capital importancia para el Reino de León, sobre todo por el apoyo que brinda, de forma incondicional, en lo personal (la obesidad mórbida curada por Saprut Hasday) y en lo político, a su nieto Sancho I el Craso de León.

De agradecer, por ser verdad fehaciente, el calificativo de Fernando I como Rey de León, aunque la efectiva lo sea esa mujer magistral que fue la reina Sancha de León, que educó a sus hijos (Sancho, Alfonso y García) en igualdad de condiciones y de prebendas con sus hijas (Urraca y Elvira); por algo el Reino de León es un Señorío de mujeres. Uno de sus hijos Alfonso VI, página-29, NUNCA JAMÁS FUE ALFONSO DE CASTILLA, ya que este territorio es absolutamente dependiente de León, que como Rey de León o Emperador de Hispania es como firma. Nos costará, pero eliminaremos a la inexistente Castiella de la adulterada historiografía naciente en Rodrigo Jiménez de Rada. En Aragón y Pamplona, Alfonso I el Batallador se considera y signa, tras su matrimonio con la gran Urraca I de León, como Imperator Legionis et Rex Tuta Yspanie. Difícilmente se puede aceptar a URRACA I DE CASTILLA (página-31), ya que en la diplomatura de la reina firma siempre como Imperatrix Legionis, aunque a lo mejor ella feminilmente (así la califica Geraldo de Beauvais) no conocía sus titulaciones. Idem, eadem, idem, para Alfonso VII el Emperador de León, pág. 31, ¡nunca jamás de Castilla!, YA QUE SEGÚN SU Chronica Adefonso Imperatoris, signa 42 veces como Rey de León, 2 como de León y de Toledo, y 1 como de los Hispanos. Castilla se empeñe o no el prof. Floristán no existe y está subsumida, como debe ser, en León.

La vinculación europea del Reino de Navarra es indubitable, ya que por ejemplo la infanta Berenguela (hija de Sancho VI el Sabio) se matrimonia con uno de los mejores tronos del momento, en él se encuentra Ricardo I Plantagenêt de Inglaterra. A principios del siglo XIII, el reino de Sancho VII el Fuerte de Navarra es pequeño, y está arrinconado por los de Castilla de Alfonso VIII y de Aragón de Pedro II. Estos monarcas hablaron varias veces del reparto del baskunni regnum, pero no llegó a ocurrir. Su nula salida al mar dificultó mucho su desarrollo económico y social. Será por la voracidad castellana, por la que los navarros se vinculen al norte francés, con la dinastía de Champagne; hasta que Fernando el Católico lo termine todo manu militari. En suma recomiendo este libro sin ambages, cuando se relaciona con la Navarra nuclear, salvo sus errores castellanistas subsanables por la diplomatura oficial regia medieval.Arma virumque cano”, ET, Fidem erga populum punicum”.

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