Entrevista a Santos Bocigas: "Escribir con rigor es una obligación tanto para novelistas como para historiadores"
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Campo de ababoles |
Intentando dejar al margen las polémicas que suscita entre los críticos las diferentes clasificaciones de novela histórica, sobre las que no conocemos tu opinión, lo primero que nos gustaría saber es si para ti cualquier novela ambientada en el pasado, como “Guerra y paz”, “De parte de la princesa muerta”, “El perfume” o “Motín en la Bounty”, por ejemplo, podría llamarse novela histórica, y, por supuesto, que nos comentes qué motivó a un historiador como tú a embarcarse en una novela como esta.
¿Planificar o improvisar? Se habla mucho de cómo es el trabajo de un novelista, pero no imaginamos a un historiador tan disciplinado improvisando en sus textos, como tampoco imaginaríamos a un novelista con los pasos marcados uno a uno. ¿Cuánto hay de novelista en ti y cuánto de historiador? Y después de esta experiencia, ¿con cuál te irías a tomar unas copas?, si los puedes distinguir.
Escribir con rigor es una obligación tanto para novelistas como para historiadores, y no es fácil para ninguno de ellos. No me refiero únicamente a las cuestiones gramaticales o del lenguaje, sino también a los temas que se plantean en sus obras. Pedir este rigor solo a la denominada novela histórica es injusto, también hay que hacerlo con cualquier otro género. Por ejemplo, se toleran con facilidad injustificados fallos en los procedimientos policiales de muchas novelas de suspense. ¿Y qué decir de las auténticas aberraciones que hay en algunas de ciencia-ficción? En la mayoría de los casos pasan desapercibidas. Situar una historia de asesinatos en la Edad Media no convierte a esa narración en histórica. El tema es sumamente controvertido como para poderlo zanjar en unas pocas líneas, pero debemos insistir en que ambientar una narración en el pasado no es suficiente para que se la pueda encuadrar dentro de las novelas históricas, género al que muchos ponen reparos por no admitirlo dentro de la clasificación de tipos de novelas. El historiador, a diferencia del novelista, por lo menos este es mi criterio, debe centrarse en los datos y en los hechos, lo que no supone carecer de opinión, para lo cual debe investigar con la mayor profundidad posible en el tema que le ocupa, sin conformarse con lo que otros ya han publicado sobre esa cuestión. Pero esa no es la obligación del novelista. Este debe, eso sí, documentarse con esmero sobre lo que pretende narrar, sin que ello le suponga limitar su imaginación ni inventiva. La novela, a diferencia de los estudios históricos, se lo permite.
Ah, yo de cañas me voy con cualquiera de los dos, pero el novelista...
¿Cuánto tardaste en documentarte para escribir esta novela? ¿Y en escribirla, una vez documentada? ¿Cómo te sistematizaste el trabajo?
Cuando conocí la existencia de un barrio de emigrantes españoles en la periferia de París a principios del siglo XX tuve la tentación de investigar para publicar algún artículo sobre el tema. Luego comprobé que ya había varios estudios y me surgió la idea de la novela. Eso me permitía más libertad para retratar ambientes y personajes. París es una ciudad muy conocida en lo que se refiere a sus monumentos y lugares turísticos. Sin embargo alberga en su seno muchos barrios bastante desconocidos. Lo mismo pasa con sus ilustres moradores que llegaron allí en busca de fama y libertad. La lista de ellos sería interminable. Pero otras personas solo pretendían encontrar un trabajo que su país de origen no les daba. Era el caso de algunos españoles que se situaron en Saint-Denis y que formaron un barrio conocido como la Pequeña España. Para documentarme he tenido que hacer numerosos viajes a París, pues la mayor parte de la novela se desarrolla en esa ciudad. Calculo que han sido cinco años lo que he tardado en documentarme y redactar la novela.
Antes de comenzar con tu narración ¿eras consciente de la profundidad de los temas que ibas a desarrollar?
Si soy sincero, no. Yo quería narrar una historia romántica desarrollada en ese barrio de españoles y así darlo a conocer. Pero como tantas veces he escuchado a otros escritores, los personajes se apoderan de la narración y te hacen transitar por caminos que no sospechabas. Introducir en la ficción a Antonio Machado y a Leonor Izquierdo ha sido un atrevimiento, pero me ha permitido navegar por rumbos poco conocidos de la personalidad de ambos.
Aunque evidentemente la novela se basa en vidas de personas reales, ¿te has sentido libre al inventar tus personajes? ¿Has tenido especiales dificultades para recrear la naturaleza de las cosas al basarte en hechos históricos?
En esta novela he sido libre en todos los sentidos. La he escrito sin pensar en ventas ni en premios, solo pretendía que los lectores conocieran unos hechos, en algunos casos desconocidos para la mayoría, pero sobre todo que disfrutaran con la lectura. Los personajes cobraban vida según les iba dado el papel que yo creía que debían desarrollar para transmitir los sentimientos e ideologías imperantes en las distintas épocas en las que se desarrolla la novela. Para los personajes históricos he querido respetar lo que la historiografía señala sobre ellos. La prensa de la época, tanto francesa como española, ha sido una buena fuente de documentación. Tampoco puedo olvidar que muchos sucesos me han llegado de forma oral por los descendientes de algunas personas que vivieron algunos de los hechos que se relatan. Pese a la ficción, en todo momento he querido ajustarme a la realidad histórica que sirve de escenario a los acontecimientos que se desarrollan en la novela.
A todos los que amamos la literatura nos encanta conocer los entresijos de la vida de nuestros autores favoritos, y aplaudimos tu iniciativa (Bravo por "Campos de ababoles"), pero ¿por qué Antonio Machado, y porqué justo esa época de su vida, y no otra?
La novela comienza en 1911, año en el que Machado y Leonor llegan a París. Eso me ha permitido mediante una ficción unir la historia de los habitantes de la Pequeña España con estos dos personajes históricos. Pero también me ha facilitado el poder recrear la estancia del poeta y de su joven esposa en el hospital cuando ella cayó enferma, un hecho que tuvo mucha transcendencia en el escritor. La proyección literaria de Machado es suficientemente conocida, aunque no tanto sus aspectos más humanos, y es casi desconocida en lo que se refiere a su vida amorosa con Leonor, de la que solo se señalan en los libros oficiales unas cuantas ideas por todos repetidas. Me apetecía humanizar al poeta y a Leonor. Está claro que esa estancia en París provocó en Machado cierta animadversión hacia Francia y lo francés.
Pero junto a estos personajes, tanto de ficción como reales, hay indudablemente otros dos elementos sin los que tu novela es ya inimaginable: las ciudades de París y Soria.
Las ciudades no solo son el escenario donde trascurren las vicisitudes de los personajes, también son actores en la novela. Bien es cierto que no es el París que muchos conocen, pero es en el que vivían la mayoría de sus habitantes. La ciudad de Soria y Machado están profundamente unidos, por lo que resulta imposible obviar esa relación. Pero también aquí he cambiado el punto de mira tradicional y he planteado cuestiones que en mis vivencias personales conservo, no siempre iguales a las que se reflejan en algunos libros de eruditos machadianos.
A quien aún no haya tenido el gusto de leer la novela ¿qué le dirías sobre ella, cómo se la presentarías?
No creas que es fácil contestar esto que me planteas. Simplemente me limitaría a señalar algunos rasgos de la narración. Es una historia de una familia de emigrantes españoles en París a principios del siglo XX. No fueron motivos políticos los que les llevaron allí, simplemente la necesidad de supervivencia les obligó a marcharse de España. Sin embargo no pudieron alejarse de los ecos que llegaban desde la península y, mucho menos, de los acontecimientos que se producían en su país de acogida. Un texto inédito de Machado es, en parte, el hilo conductor de una narración que transita por muchos otros derroteros.
He pretendido que su lectura sea ágil y que la historia atrape al lector. Poco más puedo añadir, simplemente que quien se adentre en sus páginas descubrirá muchos aspectos históricos poco conocidos.
En "Campos de ababoles" cuentas unos acontecimientos tan intensos como desconocidos de la España fuera de España a principios del siglo XX. Es una historia que quizá, inevitablemente, se siga dando en ciertos suburbios de las grandes ciudades, salvando las distancias que los propios tiempos marcan. El París español que describes en tu novela era un París pobre, dominado por una realidad social compleja y llena de miseria lo que penalizaba la vida de esos emigrantes lo que no por sabido, deja de conmovernos profundamente. ¿Crees que las condiciones serán muy distintas para los grupos sociales que habiten esos suburbios hoy?
Es curioso, hoy en día apenas quedan vestigios de aquella presencia española en ese barrio de la periferia parisina, pues los antiguos emigrantes españoles fueron siendo sustituidos por personas de origen africano que ocuparon las pobres viviendas que allí había. Hoy un nuevo urbanismo domina la zona.
Las situaciones de las personas que han tenido que abandonar sus países se repiten constantemente, solo cambian las etnias, las naciones y las épocas. Cuando buscaba información para la novela, en un periódico francés de 1913 (creo recordar que era de ese año), se daba la noticia de que se había detenido a un grupo de trabajadores ilegales españoles y que iban a ser deportados. A un niño de unos 8 años le preguntaron por qué no quería ser devuelto dada la mala vida que llevaba allí. Su respuesta fue: “Porque allí estoy peor”. Hace poco en televisión, en un reportaje sobre la emigración de menores en Ceuta, preguntaron algo parecido a un chico que vivía debajo de un puente, y dijo: “Mejor aquí que en Marruecos”. Más de un siglo después la respuesta era la misma.
Hemos encontrado una gran sensibilidad lírica y social en tus palabras, aunque el estilo sea predominantemente sobrio y austero, ¿qué te ha aportado escribir sobre un poeta?
Efectivamente, he huido de un lenguaje almibarado y rebuscado. He procurado que todo lo que escribía tuviera sentido dentro del relato. Nunca me han gustado las novelas que introducen descripciones de lugares o de personas, con más o menos fortuna literaria, que nada aportan a la narración. En este sentido, he buscado que cualquier lector siga con facilidad la historia, sin renunciar a un mínimo de cuidado en el estilo. Humanizar la figura de Machado ha facilitado un acercamiento a su persona y, sobre todo, a la de Leonor, de quien solo se tienen pequeñas referencias de las personas que de niñas jugaron con ella en Soria.
Muchos seguimos intrigados por saber más de ese Machado del que hablas en tu novela y que tan bien retratas: ¿Para cuándo el próximo?
No está en mi propósito seguir con la línea de Machado. Si en algún momento me aventuro a seguir escribiendo otra novela me gustaría centrarla en un período más cercano y reflejar la sociedad y la cultura de esa época. Posiblemente por razones profesionales, siempre me ha resultado interesante plantearlo desde la mirada de un profesor. Pocas novelas se sitúan en los ambientes de los centros escolares y de la educación. Muchas series televisivas, aunque de dudosa calidad, se han acercado a los ambientes estudiantiles de los adolescentes. El desconocimiento de esa realidad era tan evidente que sonrojaba ver algunos capítulos. Aquí nuevamente te recuerdo lo del rigor con el que empezaba esta conversación.
¿Cómo crees que es posible que un poeta haya podido calar tanto y tan hondo en una sociedad como la nuestra? ¿Crees que la poesía, la literatura, la filosofía, el arte, la cultura en general no es “un arma cargada de futuro”, como dijo Celaya?
Antonio Machado representa tantas y tantas cosas. Es fácil sentirse atraído por su poesía y por sus circunstancias vitales. Representa la idea de libertad, pero al tiempo es el prototipo de los que con la verdad y la razón solo consiguen situarse en el lado de los perdedores. La Historia no siempre es justa, pero su figura y legado sigue presente.
Me planteas una cuestión con las palabras de Celaya que te resumo con una sola frase: la educación es el arma que más temen los poderosos. Por eso, no dudarán en controlarla.
Dicen que lo que no se cuenta desaparece, ¿sobre qué hechos históricos te gustaría escribir, o que se escribiera para que no se olviden?
De alguna manera ya te he contestado en un comentario anterior. Tienes razón, muchas historias son las que desaparecen cuando no se plasman por escrito, ya sea en un ensayo o en el mundo literario. Por eso es muy conveniente plasmar la vida de los barrios, de los pueblos... en libros que recojan esos acontecimientos, en ocasiones aparentemente triviales, pero que son la esencia de una sociedad.
¿Tienes ya pensado un próximo proyecto? ¿Podemos esperar algo en esta línea, algo totalmente distinto? ¿Nos harás esperar mucho?
Tengo que esperar un poco para ello, pero como te he dicho, algo hay en mi cabeza. No ser un escritor profesional, en el sentido de vivir de lo que publica y vende, me permite escribir solo cuando tengo algo que contar. Confío en que pronto pueda comentarte algo más concreto, por ahora solo son ideas que debo madurar.
Tu obra es una obra madura, intensa, hecha en plena madurez, pero que se lee con gran facilidad y fluidez; la escribirías, seguramente, pensando en el público adulto, pero aunque se dice, quizá con cierta ligereza si nos atenemos a los datos facilitados por ciertas instancias, que los jóvenes no leen porque no les resultan las obras actuales atractivas, ¿no crees que tu novela es una obra que los más jóvenes pueden recibir como una historia de iniciación para cultivar el maravilloso hábito de la lectura más allá, lejos, de las lecturas académicas obligatorias?
Planteas una cuestión que nos obliga a los adultos a reflexionar. Mi experiencia es que los niños en sus primeras etapas leen bastante. Los colegios animan a la lectura y muchos padres colaboran a que eso se dé también en el entorno familiar. No quiero ahora plantear el tema de las grandes diferencias sociales y culturales que pueden darse en las familias y que hacen que lo dicho anteriormente no sea cierto en todos los casos. Cuando llegan a adolescentes se nota un claro descenso, pues se limitan a leer lo que se les manda en los institutos y colegios. Alguien que ha sido capaz, sin embargo, de leerse los cientos de páginas de la serie de Harry Potter no puede ser considerado como alguien al que no le gusta leer. Como digo, esta cuestión merece alguna reflexión.
¿Nos podrías contar quiénes fueron tus referentes literarios?
Esto que me planteas sí que es complejo. La respuesta sencilla es decir que todo lo que has leído a lo largo de tu vida ha servido para formarte, es cierto que unas lecturas más que otras. No podría en estos momentos destacar autores, pero sí etapas y movimientos literarios. Sin caer en el tópico de no olvidar a los clásicos como referentes, citaría a la novela francesa del XIX, a algunos autores del realismo mágico, y a la novela social de la posguerra española. Pero no me parece justo olvidar a tantos otros movimientos y géneros, como pueden ser la novela estadounidense de la primera mitad del siglo XX o algunos autores del género negro y policíaco. Prefiero no dar nombres, pues la lista sería demasiado extensa.
Y si tuvieras que elegir un personaje de entre todas las novelas que has leído ¿con cuál te quedarías?
Si me permites voy a transformar tu pregunta y voy a hablar en plural: personajes. No voy a ser nada original. Señalaría en este caso a todos los que aparecen en Las uvas de la ira.
Y como colofón, después de agradecerte enormemente tu amabilidad, tu magnífica novela y el tiempo que has dedicado a contestar nuestras preguntas ¿nos podrías desvelar lo que has aprendido escribiendo Campos de ababoles?
Muchas cosas. Ha sido una experiencia apasionante. He conocido los entresijos de una ciudad como París, he estudiado la realidad social de la emigración y he indagado en aspectos humanos de un poeta tan conocido como Machado. La dificultad de estructurar un relato coherente, el ser respetuoso con el lenguaje y la disciplina y esfuerzo que requiere llevar a buen puerto el proyecto de escribir una novela han sido otros aspectos que he tenido que aprender y superar. En otro orden de cosas me ha sorprendido comprobar que los personajes que has creado en la ficción, en algunos momentos, se rebelan y consiguen ocupar un puesto más relevante del que tú en principio habías pretendido darles. Han cobrado vida. Eso me ha pasado y he tenido que frenar a alguno de ellos para que no asumieran un protagonismo que no le correspondía. Puede parecer extraño, pero es cierto que eso se da. La incertidumbre de saber si serás capaz de rellenar la pantalla del ordenador o el blanco de una hoja de papel te enfrenta día a día con tus limitaciones, y hay que saber cómo superarlas. En definitiva, ha sido un gran esfuerzo, pero ha merecido la pena.
Un placer
Entrevista realizada por:
Isabel de la Cruz
(Pintora y poeta, autora del libro “El pulso del río”)
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