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“Morir es un color”, de Mario Marín

miércoles 02 de febrero de 2022, 06:21h
Morir es un color
Morir es un color

La editorial Ediciones del Viento ha puesto en circulación la novela “Morir es un color” del escritor arocheno Mario Marín, un tipo al que hay que echarle de comer aparte por su cuasi apocalíptica evolución en el mundo de las letras.

El escritor Mario Marín, y no seré yo el que le ponga pega alguna, ha tenido a bien dividir la misma en dos partes bien diferenciadas: “El turbión” y “Los barrios”; y, por mi parte, debo decir que ha acertado desde el punto de vista conceptual, ontológico y también metodológico, porque, el conjunto hace de la misma una entidad indivisible aunque en la segunda parte haya una cambio de estilo, claro, rotundo, en donde modifica su lenguaje habitual, acercándose a la ternura, a la soledad y al desamparo si quieren, metiéndole fuego a las entendederas del lector por aceptar sin protestar el modelo social que hemos admitido sin rechistar, como si no hubiera más opciones, más posibilidades de mejorar el entorno en que vivimos o padecemos, que viniera a ser lo mismo. Porque estamos acostumbrados a asumir lo que nos vendan, sin protestar, sin arrogarnos la parte de responsabilidad que nos corresponde como unidades activas en la elaboración de los conceptos que nos rigen. Hablar del aislamiento, de la soledad, de la incomprensión, de todo aquello que debiera importarnos… porque nadie está exento de transitar por esas cuitas, dejando el cambio de las cuestiones que nos afectan en manos de los políticos, y eso, comprobado está, es pensar de forma equivocada, errónea, porque, si nos manifestamos públicamente harán lo que les digamos y no lo que les interesa en cada momento como partidos políticos. Pero, esa es otra historia; por ahora, lo que resulta cierto es que no somos capaces por desidia o por un interés absurdo y vacío de contenido el implicamos hasta ese nivel con la otredad. La problemática del desequilibrio mental y de su génesis, del desarraigo si quieren, tienen mucho que ver con lo que digo.

Los instrumentos que la sociedad actual dispone para atender a los que se han perdido en sí, y que hemos creado con la connivencia de todos por vivir en una sociedad que se desentiende de las personas avasalladas por las contradicciones que en todos nosotros navegan como barcos perdidos en un océano de contrariedades, son insuficientes, y, esta novela es un claro ejemplo de ello. Una vez más, la ficción supera a la realidad acercándose a lo obvio como un calco, como el reverso de una linotipia.

El eje conductor de “Morir es un color” es el encuentro de dos personas en un centro psiquiátrico de atención para los que de una forma u otra se han salido de la pauta que las buenas costumbres y la sociedad marcan. Es decir, de un lugar en donde restablecen las capacidades “dañadas” de los díscolos, de los que no aceptaron el sistema como norma ineludible.

A pesar del desgarro que supone leer este libro de Mario Marín, y verse reflejado en los entresijos por los que pululan los personajes, que se blanden como espadas capaces de sajar al más correoso de los lectores con tal de que se tenga un poco de conciencia, uno llega a amarlos, a entenderlos, porque son un espejo fiel que, en cualquier lugar o espacio en donde uno haya nacido y evolucionado como persona, los encontraremos como partes de la sociedad en que habitamos. Y, si no llegó usted a hallarlos, es porque no se fijó lo suficiente o puede que también usted ande enajenado, que todo puede ser, o, en última instancia, porque el azar y la suerte le acompañaron y debería darles las gracias a los dioses pasados y presentes.

Hay poesía, y mucha, en este libro; mucha más de la que existe en algunos poemarios de los que se editan. Incluso a pesar del lenguaje bukowskiano al que Mario Marín nos tiene acostumbrados y que ya nos inoculó en sus obras anteriores: “Mis lágrimas preferidas”, “El color de las pulgas”, “Go, go, go, good morning” y “Mañana es el día siguiente”.

El escenario donde se desarrolla esta tragedia no exenta de ternura y de solidaridad, aunque parezca una contrariedad, tiene un espacio no mayor de quince kilómetros cuadrados, y que, por avatares de la vida de quien escribe este diserto, conozco a la perfección -no en vano he vivido en el mismo la friolera de más de treinta años-.

Y puedo afirmar que Mario Marín está resultando ser un escritor meticuloso, detallista, que, con este texto y la forma de elaborarlo con minuciosidad de relojero, nos hace reflexionar sobre las cosas que importan, sobre todo, aquellas que tienen que ver con la condición humana y las distintas expresiones que cada cual adopta cuando cruza una puerta determinada detrás de la cual nadie sabe lo que hay. El abismo o la felicidad, no se sabe, pero, se cruza porque es ley de vida el hacerlo.

Una novela que está obteniendo además un respaldo crítico muy favorable y con toda la razón. Lea la misma.

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