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"Filipo II y el arte de la guerra", de Arturo Sánchez Sanz

HRM Ediciones. 2021
Por José María Manuel García-Osuna Rodríguez
martes 30 de agosto de 2022, 17:00h
Filipo II y el arte de la guerra
Filipo II y el arte de la guerra

Este estupendo volumen que nos presenta y ofrece la editora radicada en Caesaraugusta, nos aproxima, sin ambages, y directamente a uno de los políticos más inteligentes y taimados de la historia, su vida fue un exceso, siempre con la idea clara de que los macedonios deberían regir los destinos de todos los griegos, aunque solo los espartanos se resistirían, y serían apartados del destino manifiesto del resto de los griegos.

Me estoy refiriendo al Rey Filipo II de Macedonia, esposo de la Reina Olimpia y padre del Rey Alejandro III “el Grande”; pero sus pretensiones fueron segadas por el magnicidio, que le condujo a la muerte, dentro de un complot sangriento. Heredando un reino pobre, y considerado como bárbaro y ajeno por el resto de los helenos, amén de acosado por múltiples enemigos, consiguió elevarlo a la primera élite de ser el más poderoso de toda Grecia. La sinopsis necesaria realizada por el editor estimo que es precisa y obvia.

En Filipo II y el Arte de la Guerra tendremos la oportunidad de conocer en profundidad a uno de los más grandes reyes de la antigua Macedonia. Gracias a su habilidad como estratega, diplomático, político y soldado, heredó un reino pobre, débil y acosado por innumerables enemigos y lo transformó en el más poderoso de toda Grecia. A lo largo de sus páginas podremos conocer la historia del reino Macedonio, desde sus orígenes míticos hasta la formación de un imperio, de la mano del que, a la postre, se convertiría en el padre del mítico Alejandro Magno y en el forjador de un nuevo ejército que cambiaría el devenir de la guerra en la Antigüedad. Filipo II fue el creador de la falange macedonia, formación que se demostraría como inigualable en el campo de batalla y que reportaría incontables victorias sobre poderosos enemigos, como los ilirios, los tesalios, los tracios, los beocios o los atenienses. Pero no sólo eso, logró integrar en el campo de batalla a la infantería y a la caballería para emplearlos en nuevas formaciones tácticas: armó a sus soldados con las míticas sarissas y apreció como pocos las posibilidades militares que la maquinaria de guerra podía proporcionarle, siendo el mecenas de numerosos avances en este campo. Soñó con conquistar el Imperio persa, cuando ya había logrado lo que nadie antes fue capaz: el control de Grecia. Solo la muerte le arrebató esa hazaña, pero sentó las bases de lo que más tarde conseguiría su propio hijo. Su figura levantó tantos odios como pasiones; se le conocía como mujeriego y bebedor, pero también por su habilidad para la oratoria, por su astucia, determinación y valor. Siempre luchó en primera línea junto a sus soldados y nunca permitió que éstos le llamaran rey, sino solo `General’”.

Para dos historiadores de la Antigüedad fue un personaje regio eximio y paradigmático. Según Diodoro Sículo: ‘Se había convertido en el más grande de los reyes de Europa en su tiempo’. Y Teopompo de Quíos escribió: ‘En Europa jamás existió un hombre como Filipo II, hijo de Amintas’. Tras la batalla de Queronea, este monarca, que era cojo, observaba como su victoria lo había convertido en el soberano más preclaro de la Europa conocida del momento histórico que estamos narrando. Su planificación estaba clara, y consistía en controlar y dominar al gigante imperial con pies de barro del momento, que era el Imperio de Persia; pero su asesinato acabo con sus planes, que serían llevados a cabo por su hijo Alejandro “el Magno”, pero ya todo lo había preparado, con minucia, él mismo; por lo que se puede indicar a su genial hijo como el ejecutor del acto imperialista paterno. No obstante, y de forma inexplicable, la vida del padre ha estado obscurecida por la fama historiográfica de la del hijo; aunque, es indiscutible y obvio, que Filipo II sentó las bases de la aventura político-militar y Alejandro llevó a cabo los planes estudiados por su progenitor.

Su cinismo era de tal magnitud, y casi siempre el cínico suele ser inteligente, que contemplaba a los seres humanos helénicos de su época, salvo excepciones muy honrosas como Demóstenes en sus filípicas, como fácilmente manejables y con un precio fijo para mutar su dignidad. Este extraordinario volumen es un libro, sensu stricto, de historia militar, la biografía del rey de Macedonia realiza una descripción prístina de sus campañas y alianzas políticas, para, a continuación, dejar muy claro que todo ello conducía, sin solución de continuidad, al dominio y prelación de Macedonia sobre el resto de las poleis griegas, ahora ya no preparadas para hacer frente, desde ningún punto de vista, al gran soberano de Pella. Si pretendía cruzar el Helesponto, entra en Anatolia y, a continuación, domeñar a los medos y a los persas, no le era permitido dejar la retaguardia en un estado de fuliginosa alianza, sino con cimientos plenamente consolidados. El reino de Macedonia siempre había estado amenazado por sus múltiples vecinos, desde tracios, hasta tesalios, ilirios e, incluso, por los atenienses; pero los macedonios tenían un gigantesco potencial militar de todo tipo, y su renovada maquinaria militar les había permitido, en muy poco tiempo, el control total y absoluto sobre todos los griegos, salvo en relación con los lacedemonios que serían dejados al margen de este momento histórico. En suma estamos ante un libro monográfico de calidad superior, claro como pocos, y comprensible sin circunloquios, pero que merece un éxito indubitable.

Filipo siempre se sintió griego y se codeó con figuras de la talla del propio Aristóteles, Epaminondas, Pelópidas, Pammenes, Isócrates, etc. Aunque desde el resto de Grecia se viera a Macedonia como a un territorio lejano habitado por bárbaros, sus acciones no tuvieron precedente ni en Macedonia ni en Grecia y tras una serie de victorias militares y políticas llegó a convertirse en la figura más importante de su época. Una carrera cuyas dificultades mostraban las numerosas cicatrices de su cuerpo, su cojera y su ceguera de un ojo que no hacen sino demostrar la grandeza de su genio y el valor que demostró en el campo de batalla”. Estimo, con toda modestia, que este preámbulo debe despertar el ansia, incoercible, de acercarse a este estupendo volumen sobre uno de los personajes históricos más conspicuos de la Historia Antigua, y el acercamiento al libro se torna necesario e imprescindible. «Ea quam pulchra essent intellegebat. ET. Cecinerunt tubae».

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9788494109928
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