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"Los mitos de la guerra civil", de Pío Moa

La Esfera de los Libros. 2023
Por José María Manuel García-Osuna Rodríguez
martes 05 de marzo de 2024, 17:16h
Los mitos de la guerra civil
Los mitos de la guerra civil
Este libro que tengo el deseo ineluctable de reseñar, ha creado un pozo de adhesiones y de rechazos, estimo qué, en igual cantidad y calidad, ya que el autor que siempre está dispuesto, o eso parece, a debatir, no encuentra ocasión de hacerlo, se entiende que con sus adversarios políticos e historiográficos; ya que las descalificaciones son de todo tipo, y no dan opción a nada más. No obstante, los datos, innumerables, que el historiador presenta deben ser contrastados por quienes realizamos la crítica de su acercamiento. En ocasiones utiliza verdades de perogrullo, pero en otras ocasiones se acerca de forma sesgada al hecho histórico a referir.

«Los mitos de la Guerra Civil ha sido quizá la obra de historia más vendida en los últimos años. También la más atacada y censurada, pero nunca rebatida. Por ello no ha envejecido, conserva íntegro su valor. Al ciudadano corriente, y no solo en España, le suenan con fuerza expresiones como ‘Guernica’, ‘Alcázar de Toledo’, ‘Batalla de Madrid’, ‘Matanza de Badajoz’, ‘Brigadas Internacionales’, ‘Oro de Moscú’, ‘Salvamento del Museo del Prado’ y otras que se han convertido en símbolos. La Guerra Civil fue entendida en los dos bandos como un choque fundamental entre dos concepciones del mundo y de la vida, y de ahí su poderoso influjo generador de mitos, sorprendentemente vivo setenta y cinco años más tarde, y no solo en España. Como cita Pío Moa del historiador británico Paul Johnson, nuestra guerra civil ha sido uno de los hechos del siglo XX sobre el que más se ha mentido. Este libro busca, precisamente, clarificar muchos de los mitos creados por propagandas apasionadas, Pues ‘sin conocer el pasado es inútil mirar al futuro’ o, en palabras de Cicerón: ‘Si ignoras lo ocurrido antes de que nacieras, nunca dejarás de ser un niño’».

En el periódico francés LE FIGARO, Pío Moa escribió: “Franco contó con el apoyo de una gran parte de la población. La inmensa mayoría no quería volver al caos de terror, hambre y crímenes del Frente Popular, lo que el liberal Gregorio Marañón definió como mezcla de ‘estupidez y canallería”. Según el historiador inglés Paul Johnson, la guerra civil entre los españoles de 1936 a 1939 fue desvirtuada y nunca asimilada: “Uno de los sucesos del siglo XX sobre los que más se ha mentido”. Pero, obviamente, cuando se utilizan estas opiniones tan dirigidas hacia un lado, es lógico aceptar que existen otros historiadores de Contemporánea, que piensan lo contrario que el que apoya las opiniones o los hechos del historiador a tratar. Es lógico que el enfrentamiento entre hermanos españoles conllevó una sangría pavorosa, y ambos bandos se apoderaron de la verdad.

Para los republicanos perdedores, la 2ª República era la democracia y la ética por antonomasia, aunque su bloque ideológico de comunistas y socialistas divididos en dos bandos, los extremistas de Largo Caballero y los socialdemócratas de Besteiro, los de Izquierda Republicana de Azaña, con los adheridos tan extraños como los de la Izquierda catalanista de Companys, la derecha más recalcitrante y con tics racistas del PNV de Aguirre, conformaban un extraño bando de aliados, que, para agravar más, si cabe, la cuestión estaban todos salinizados por anarquistas, curiosamente estos últimos dirigidos por tres leoneses: Ángel Pestaña, Buenaventura Durruti y Diego Abad de Santillán. De este bloque, enseguida, se desmarcaron las democracias liberales occidentales, tales como Francia y el Reino Unido; por lo tanto, todos estaban tutorizados por un dictador de la peor especie, Iósip Stalin. Está claro que, incluso para Salvador de Madariaga, la revolución de 1934 descalificó en cuantía suficiente a los que la propugnaron. Por consiguiente, aquella República burguesa y liberal se vio desbordada, muy rápidamente, por los extremistas de ambos espectros ideológicos. Las elecciones de 1936 tampoco fueron un bálsamo, ya que enseguida Largo Caballero y Azaña manifestaron que no reconocerían una votación popular que les fuese contraria. El autor se define, sin ambages, como revisionista, ya que él se coloca enfrente, según sus planteamientos, del dogmatismo y del fanatismo, aunque tampoco yo lo veo libre de esto que critica tan acremente. Sus enemigos declarados no eran mejores, ya que eran: monárquicos, militares de todo jaez y condición, y falangistas no precisamente muy pacifistas; en los dos bandos se encontraban los católicos, que no supieron hallar su lugar.

Los mitos fue concebido con un método expositivo original, que me pareció el más eficaz, en dos grandes partes. Una primera aborda las concepciones políticas e ideológicas de los diez principales líderes de partido y personajes determinantes. Aunque suene extraño, esto no es frecuente en los libros de historia, que apenas suelen profundizar en los contenidos ideológicos en pugna. En el tercer tomo de la trilogía dediqué amplio espacio a dichos contenidos (anarquismo, marxismo, fascismo, etc.) sin los cuales nada se explica con alguna profundidad, y en Los Mitos hice lo mismo de modo más directo y personal, ciñéndolo a los personajes y sus ideas”.

Pero lo que ya es muy aventurado es indicar, de forma prístina, que la mayor pare de los españoles apoyaban al General Francisco Franco Bahamonde, y si ocurrió en un primer momento, a partir de los años-50 buena parte de la intelectualidad estuvo ya en su contra. También es lógico estudiar, qué si los generales que le pudieron hacer sombra no hubiesen muerto, el apoyo al militar del Ferrol hubiese sido mucho menor o problemático, léase: Goded, Fanjul, Sanjurjo, Mola, Cabanellas, y tantos otros. Stanley G. Payne afirmó en ‘REVISTA DE LIBROS’ que estos trabajos del escritor gallego: “constituyen el empeño más importante llevado a cabo durante las dos últimas décadas por ningún historiador en cualquier idioma, para reinterpretar la historia de la República y la Guerra Civil. Lo principal no es que Moa sea correcto en todos los temas que aborda. Eso no puede predicarse de ningún historiador y, por lo que a mí respecta, discrepo de varias de sus tesis. Lo fundamental es más bien que su obra es crítica, innovadora e introduce un chorro de aire fresco en una zona vital de la historiografía contemporánea española, anquilosada desde hace mucho tiempo en angostas monografías formulistas, vetustos estereotipos y una corrección política determinante. Quienes discrepen de Moa deben enfrentarse a su obra seriamente y demostrar su desacuerdo en términos de una investigación histórica y un análisis serio que retome los temas cruciales”. Esto es lo que se puede decir de este libro, que debe conocerse, aunque el argumento del historiador relativo a que la calidad también tiene relación con el número de ejemplares vendidos, es absurdo, ya que la vulgaridad suele ser primigenia en las apetencias y trofismos de los pueblos. Aquí, está la obra. «Et hoc est quod comités. ET. Tibi colenda est virtus».

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