Otra obra literaria sumamente interesante, y más que esclarecedora, por lo que es un nuevo acierto de La Esfera de los Libros, que obviamente merece todos mis parabienes. Con esta dinastía, a base de esfuerzo y de minerales preciosos llegados desde Las Indias, las Españas se convirtieron en una potencia global, en cuyas tierras no se ponía el Sol. No obstante, estos monarcas fueron divididos en Austrias mayores (CARLOS V Y FELIPE II) y Austrias menores (FELIPE III, FELIPE IV, CARLOS II), considerando a Juana I de León y de Castilla como la soberana de la que partiría la dinastía. Pero, desgraciadamente esta familia tendría muchos intereses heredados de la Casa de Borgoña, y este hecho conllevaría que estos monarcas se inmiscuyeran en todas las guerras de religión europeas, y gastarán una ingente cantidad de dineros, con las bancarrotas consiguientes. «¿Por qué la España de los Austrias se convirtió en la mayor potencia en ambos hemisferios durante los siglos XVI y XVII? ¿Cómo pudo mantenerse durante tanto tiempo? ¿Cómo funcionaba toda aquella maquinaria? La robustez del gobierno de los Austrias fue esencial para que las políticas imperiales triunfaran y se expandieran por todo el orbe. La lealtad a la dinastía, la religión y la movilidad social fueron los tres pilares en los que se cimentó. Alfredo Alvar, una de las máximas autoridades en la materia, se adentra en el complejo entramado político, social y económico que sustentó el imperio para responder a todas estas cuestiones y arrojar luz sobre su funcionamiento, crecimiento y configuración. Una obra repleta de erudición que ofrece al lector todos los detalles sobre los aspectos más desconocidos del mayor imperio de su época». Durante los siglos XVI con Carlos V y Felipe II, XVII con Felipe III y Felipe IV, y XVIII con Felipe IV y Carlos II, el Imperio se comunicaba, paradójicamente, por medio del papel. Hasta tal punto es complejo el hecho, que la misma carta se solía enviar por dos caminos diferentes, para que pudiese llegar a tiempo al lugar pretendido. Un Imperio tan diverso y dilatado en tiempo y en espacio tenía una única forma de resolver esta situación, y, aunque a los Austrias mayores no les agradaba tener que hacerlo, y mucho menos a alguien tan minucioso, desconfiado y concienzudo como Felipe II, el monarca se veía obligado a delegar sus atribuciones en oficiales inferiores; el sistema político español era claramente piramidal, y era justo y necesario que las piezas, hasta llegar al monarca, no fallasen y encajasen perfectamente. En lo geográfico, era tan difícil cruzar los Alpes para llegar a ser ungido en Roma por el Sumo Pontífice de los católicos, que por ejemplo Carlos V Habsburgo lo sería en la capital italiana de la Emilia-Romagna, que es Bolonia. “En cualquier caso, podríamos hacer una sucesión político-institucional de la práctica del Imperio en lo que afecta a España, de la siguiente manera: de la Monarquía de los Reyes Católicos, al Sacro Imperio con Carlos V, al Imperio español con Felipe II, al Imperio ibérico con Felipe II, Felipe III y parte de Felipe IV, el Imperio español reducido de Felipe IV y Carlos II y el Imperio hispanoamericano después de Utrecht y con los Borbones. Lo común a todo ello es que fue regido por la Monarquía de España, o como diría Tomasso Campanella, ‘la Monarquía Católica de España’. Esa Monarquía que fue ocupada por dos dinastías, la de Habsburgo y la de Borbón”. Todo este conglomerado de territorios era muy dinámico, por todo ello la expansión de esta monarquía fue constante, a lo largo del siglo XVI por Europa y luego por Las Indias-América o Hispanoamérica durante la Edad Moderna. El principio básico que unía a todos estos pueblos era el de la lealtad a su Rey de turno y a la religión cristiana-católica. Todas esas tierras tenían el mismo soberano, que llevaba un numeral diferente según el reino de que se tratase: Felipe II lo era en Castilla y en León, y en Aragón era Felipe I. Los Austrias-Habsburgos llegan a las Españas de forma totalmente casual e inesperada. Todo tuvo su inicio en el enlace nupcial doble, que se produjo entre los hijos de los Reyes Católicos y los del emperador Maximiliano I. De esta forma se creaba un doble vínculo entre la dinastía de los Trastámara de Castilla, de León y de Aragón, y la de los Habsburgo. El Príncipe de Asturias, Juan, se matrimoniaría con la princesa Margarita; mientras que el heredero de los Habsburgo, Felipe “el Hermoso” lo haría con la princesa Juana; con la muerte del Príncipe de Asturias, la corona de Castilla y de León pasó a la primogénita de los Reyes Católicos que era Isabel, ya reina-consorte de Portugal, quien fallecería en el parto de su hijo Miguel, el cual moriría a los dos años, y se malograría la definitiva existencias identitaria hispánica, ya ocurrida en el Medioevo, de los Reinos de las Españas: León, Portugal, Navarra, Castilla y Aragón, a los que luego se uniría Granada. Por consiguiente, entonces Juana pasó a ser por este tipo de circunstancias inesperadas, la heredera de los reinos de Castilla y de León y de Aragón. “… vivió sin placer la dicha reina doña Isabel, muy necesaria en Castilla y en León, y se acortó su vida y salud”. El problema grave fue que existía pavor en todas las dinastías europeas, en relación a no poder tener un descendiente que pudiese ocupar el trono de que se tratase, y por ello no se perpetuase esa dinastía. Es de gran interés conocer lo que pensaba Carlos V con respecto a ese problema, y así se lo manifestaba a su hijo el Príncipe de Asturias Felipe: “Habéis ya de pensar que os hacéis hombre y que con casaros tan presto y dejaros yo en el gobierno que os dejo, anticipáis mucho el tiempo de serlo, antes que por ventura, vuestra corpulencia y edad lo requieren (…). Conviene mucho que os guardéis de las relaciones sexuales y que no os esforcéis a estos principios, de manera que recibiésedes daño en vuestra persona, porque además de eso, suele ser dañoso, así para el crecer del cuerpo como para darle fuerzas; muchas veces pone tanta flaqueza que estorba a hacer hijos y quitar la vida como lo hizo al príncipe don Juan, por donde vine a heredar estos Reinos. Luego que hayáis consumado el matrimonio, con cualquier achaque os apartéis (de vuestra esposa) y que no tornéis tan presto ni tan a menudo a verla y cuando tornáredes, sea por poco tiempo…etc”. Cuando pasa a mejor vida la Reina Isabel I “la Católica” de Castilla y de León, en noviembre de 1504, la soberana tiene muy claro que su hija Juana I ya tiene un obvio desequilibrio mental, con un prístino comportamiento ciclotímico; pero, será Juana la que ocupe el trono de los dos reinos ya citados. No obstante, es mejor indicar que el esposo Habsburgo de Juana, Felipe “el Hermoso”, ya había fallecido, y este luctuoso hecho que tanto desequilibró a la futura monarca, fue una auténtica bendición para los Reinos de Castilla y de León, que se libraron de caer en sus egoístas y atrabiliarias manos. En suma, un libro sobresaliente y necesario. «Patrem familias ventacem non emacem esse oportet». Puedes comprar el libro en:
+ 0 comentarios
|
|
|