www.todoliteratura.es
Guillermo José Sevilla González
Ampliar
Guillermo José Sevilla González

Poemas del poeta nicaragüense Guillermo Sevilla González

miércoles 09 de abril de 2025, 04:03h
Guillermo José Sevilla González (Comarca San Pablo, Acoyapa - Chontales - Nicaragua 11 de Diciembre de 1998). Es poeta, escritor y cuentista nicaragüense. Licenciado en Ciencias Sociales graduado en la UNAN CUR CHONTALES. Es miembro activo del Movimiento de poesía Arte e Historia "Gregorio Aguilar Barea", en Juigalpa y miembro directivo del Festival de poesía Latinoamericana de Juigalpa. Es coautor de la Antología la casa de los poetas, Editada por el Movimiento de Poesía, Arte e Historia “Gregorio Aguilar Barea”, (Chontales, Nicaragua, 2021).

Duele

Ayer se fueron.

Entre lágrimas y abrazos, se despidieron de los suyos.

Dejar la tierra prometida

e iniciar el éxodo hacia lo desconocido duele.

Saber que el camino es un gigante

malévolo y mezquino

que persigue tus huellas

y aniquila tus pasos, duele.

Que nada puede cambiar el traje

de forastero que protege tus sueños

mientras el águila se alza para descubrir tu anhelo, duele.

Duele más que el dolor mismo.

Ver tu sudor, tu sangre y tu vida

diluirse como hielo.

Duele saber que ayer se fueron

y que no volverán.

No volverán

Washington se levanta, se abotona

el dress jacket y pronuncia un discurso en honor a la paz:

“La guerra debe acabar,

una tregua, un cese al fuego…

Los pueblos serán como antes;

volverá la paz, la alegría

y el bienestar de todos los hombres.”

Pero los hombres saben que no es cierto:

Un hijo perdido,

una madre muerta,

unos niños huérfanos,

cien hombres heridos,

mil soldados muertos,

un pueblo vencido, devastado y sin futuro…

Y mientras todos aplauden,

el hipócrita de Washington

sabe que nada volverá a ser como antes.

Nada volverá a ser como antes

(Clamor de una madre que perdió

a un hijo en las guerras de Oriente)

“No es verdad que todo pasa.

El dolor, la tristeza, la agonía siempre están;

se disfrazan, se maquillan, salen

a la calle y, más tarde, regresan para hacernos llorar.

No se puede ocultar lo que sufre el alma, ni callar…

Y, ¿cómo no sufrir si hemos perdido lo amado?

Si, por más que se intente olvidar un recuerdo

la historia estará ahí, como un puñal clavado

recordándome siempre que el precio

de mi dolor es el de la vida

que la guerra, la maldita guerra, me arrebató.”

La maldita guerra

Perdimos la inocencia, la infancia

el deseo de superarnos, de ser libres,

de ir por el mundo sin tener

que representar un peligro para nadie.

Es verdad que, de niños, jugábamos

a las guerras sin tener que derramar nunca una gota de sangre.

Siempre creímos que este crimen

apocalíptico era un cuento del pasado,

que los hombres ya habían aprendido el arte de amar…

Pero perdimos la inocencia cuando oímos el infernal grito

de Washington y Moscú, de la OTAN e Israel

y de otros muchos potentados proclamar: “¡Fuego!”

Lo dejamos todo para salir ilesos

sin sospechar que el fuego consumió

en nosotros lo que un día fue la vida.

La vida

Vi una rosa marchita sobre una tumba.

Vi a la madre que la trajo.

Vi brotar de sus ojos una cadena

de lágrimas mientras recitaba una plegaria.

Vi su dolor y su odio,

y ambos eran justificables.

“Mi hijo no perdió la vida en defensa

de la patria, como expresó el presidente

de los Estados Unidos en una rueda de prensa,”

dijo la adolorida madre en tono suave.

“Tampoco murió en manos del enemigo.

Lo mató la Casa Blanca

en su ambición de adueñarse del mundo.”

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)

+
0 comentarios