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Entrevista a Alejandro Gándara, autor de "Las puertas de la noche"

"Nuestra educación es claramente hebrea, descendemos de judíos, lo podemos ver en nuestra incertidumbre ante lo desconocido"

Por Javier Velasco Oliaga
jueves 23 de octubre de 2014, 13:23h

El escritor santanderino Alejandro Gándara acaba de publicar en Alfaguara su última novela Las puertas de la noche. Una novela con mucho de autobiográfico que mezcla géneros literarios para conseguir un potente cóctel literario donde lo importante es lo que se cuenta y cómo se cuenta. Precisamente esto es lo sustancial de la literatura y el autor tiene sobrada experiencia en ello.

Aunque "toda biografía es una ficción, el impulso de escribir la novela es autobiográfico y en Las puertas de la noche cuento ciertas experiencias y desgracias que he vivido", dice el escritor en la charla que hemos mantenido en un céntrico hotel madrileño. Y ¿por qué ha escrito esas vivencias suyas? La respuesta es que "he escrito la obra por encargo de mi mujer, para dejar algo a mis hijas. Escribir algo para ellas, que les sirva", nos confiesa Alejandro. Él es padre de cuatro hijos, los dos mayores, superan la veintena, pero recientemente ha tenido dos hijas, habiendo superado él con creces la cincuentena.

"Cuando se llega a estas edades se hace, en cierta forma, una recapitulación de la vida. Se condensa más la historia personal y parece que el tiempo te va buscando, el que has vivido, y tiendes a recordar más", analiza el escritor. Ese proceso de recuerdo es un mecanismo inconsciente que se nota, por ejemplo, cuando caminamos por nuestra ciudad. Estamos viendo dos ciudades, la que es ahora y la que vivimos de niños o adolescentes. Sin darnos cuenta, rememoramos los comercios de las calles que ya han desaparecido, sustituidos por locales impersonales y fríos.

Llega la hora de hacer balance de la vida y se siente la necesidad de concentrar el tiempo en lo fundamental. Conseguir una síntesis de nuestras actividades para hacer realmente lo que se desea. "La mirada hacia el pasado se hace hipnótica y se mira al futuro de otra manera", apunta sigiloso el escritor. Sus hijas le han ayudado a encontrar la síntesis perfecta de su tiempo. "Los niños ocupan un espacio y los padres debemos buscar un tiempo para compartir con ellos", piensa Alejandro Gándara.

En la novela, la muerte está presente en la gran mayoría de sus páginas, los fallecimientos de Muriel, de Román y de Alfredo ocupan y preocupan al autor. Esos aconteceres son diversos y los protagonistas los viven de maneras diferentes. "Hay gente que no sabe que se va a morir. Viven una cultura de la enajenación del dolor y la muerte", opina serio. Su opinión es clara al respecto, es frisando la cincuentena cuando nos enfrentamos a nuestro futuro. Después se asume esa posibilidad cierta y se vuelve a vivir de una manera más consciente, sabiendo que el final puede aparecer a la vuelta de cualquier esquina. Se condensa la historia personal.

"El tiempo te va buscando, el que has vivido, tiendes a recordarlo más. Ves cerca el fin. Es mi educación griega la que prevalece aquí", cuenta. Pero es aquí donde surge el conflicto entre nuestra formación griega y hebrea. "Todo lo griego es mágico e irracional. Son figuras complicadas. Pero nuestra educación es claramente hebrea, somos claramente judíos, lo podemos ver en nuestra incertidumbre ante lo desconocido, ante la muerte. El catolicismo, lo que ha hecho ha sido desfigurarlo, pero la creencia es la misma. Y ocurre también en las tres grandes religiones monoteístas, tan parecidas que resulta increíble cómo han podido ser las causantes de las grandes guerras que ha habido en el mundo", analiza pausado pero con firmeza en lo razonado de sus creencias.

En la novela hay narración, ensayo, disquisiciones filosóficas, cuentos, pero ante todo hay literatura. Se encuentran en ellas los grandes secretos de la vida y de las relaciones entre personas. "Toda las relaciones humanas guardan un secreto. En la mayoría de las ocasiones ni ellos mismos las conocen, pero esos secretos transforman sus propias vidas", dice rememorando el tiempo de la adolescencia. "Su territorio es sagrado, se vive una historia más tierna y esos secretos nadie más los sabe y los tiene. Se vive en un territorio diferente", analiza.

Esos secretos de la vida terminan floreciendo en una angustia existencial, una angustia que nos hace sentir "una alergia a la separación de las cosas y de las personas. Vivimos situaciones de terror cuando nos trasladamos de un lugar a otro, en una mudanza, en un viaje, en una separación afectiva, ese tránsito de un lugar a otro, de una situación a otra se refleja en un terror primordial. Es la muerte, pues, una figura sintética de todos los factores de la separación. Nos sorprende que ocurra esa ruptura en la vida. Nunca estamos preparados", apostilla el director de la Escuela Contemporánea de Humanidades.

Las puertas de la noche es claramente el viaje hacia esa noche definitiva. Quizá sea su último libro, su testamento literario, su testimonio de lo que ha aprendido en la vida. Alejandro Gándara no siente ya esa necesidad de escribir, sólo lo hace cuando tiene algo que decir. En su libro ha expuesto muchas cosas y las ha dicho de forma fácil, "es quizá mi libro menos trabajado en el sentido de que he tenido que pensar poco, porque es algo que he vivido, que tengo en mí. En mis clases utilizo mucho de lo contado como, por ejemplo, las visitas al cementerio civil de Madrid", comenta.

Si bien es un libro muy interiorizado en su cuerpo, el hecho de construir un libro como éste tiene esa magia griega y esa culpa hebrea. En él ha habido esa búsqueda de "la palabra sensible", esa palabra capaz de rozar la oscuridad que se construye de géneros distintos y por eso se pregunta "¿cómo están construidas las palabras en un mundo donde está todo inventado?" y él mismo se responde: "los académicos han insistido mucho entre los géneros literarios, lo cual es una aberración. Lo importante es saber qué género de palabras se van a utilizar. Ahí tenemos el ejemplo de Platón, que en la narración o en el diálogo introduce mitos o disquisiciones filosóficas", puntualiza Alejandro Gándara.

Para finalizar se muestra crítico con el sistema educativo y con la situación política que vivimos en este país. "Se lee poco y mal. Nuestro sistema educativo es de una penuria sin igual, donde salen analfabetos funcionales a los que les cuesta mucho descifrar los códigos lingüísticos en lugar de personas formadas. Se está confundiendo el aprendizaje con las habilidades", comenta y añade "la cultura no forma parte de nuestra sociedad civil". De ahí que se muestre pesimista con nuestro futuro y enojado con una clase política que cada día se está convirtiendo en más surrealista. Por eso ha dejado "la política fuera del libro". Será porque ya no merezca la pena.

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