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Entrevista a Cecilia Samartin, autora de "El Don de Ana"

"Si entendemos nuestros errores, pueden ser nuestros mejores amigos"

Por Javier Velasco Oliaga
jueves 23 de octubre de 2014, 13:23h

La escritora cubana Cecilia Samartin está de visita en España para presentar su tercer título publicado en nuestro país, "El Don de Ana", y para volver a recorrer el Camino de Santiago. Cuando nos recibe para realizar la entrevista ya tenía las botas puestas, probablemente para ir domándolas y no sufrir la principal lacra de los caminantes que son las ampollas. Ella, como veterana en estas lides, sabe lo que es recorrer el Camino y ya ha escrito sus experiencias en su trilogía de Señor Peregrino.

Cecilia Samartin nació en La Habana y en su infancia tuvo que huir de Cuba por culpa de la Revolución castrista. De padres cubanos y de abuelos españoles, para más señas gallegos, "ya sabe lo que se dice de los gallegos, los hay hasta en la Luna", dice con humor la escritora. Su apellido originario Sanmartín, perdió la "n" con tanto trajín viajero. Pese a eso, no ha olvidado el castellano, en cuyo idioma se expresa perfectamente, pese a llevar muchos años viviendo en California donde ha trabajado como psicóloga y terapeuta familiar y matrimonial.

El Don de Ana, su última novela editada en España, es anterior a La abuela Lola, un buen éxito de ventas en nuestro país. Ambos títulos han sido cambiados por los editores de Martínez Roca, "yo soy muy mala poniendo títulos y confío en la sabiduría de los editores españoles que los han cambiado, hasta tal punto que me parecen mejores y que me gustaría que adoptasen estos nombres en sus ediciones originales", apunta humilde y reflexiva.

Ha venido de Noruega donde acaba de publicar otro título del que todavía no quiere avanzar nada porque no sabe si será el próximo en publicar en España. Hay que saber que son siete los libros que ya tiene publicados y que, por lo tanto, faltan cuatro por hacerlo en España. Lo que sí nos dice es que está encantada con la edición noruega, "el editor de allí buscaba algo diferente y escogió mi novela", recuerda. Con tanta novela negra nórdica no nos extraña que los países escandinavos tengan el mayor índice de suicidios del mundo, de ahí que necesiten novelas con valores como las de Cecilia para dar algo de luz a sus interminables inviernos.

El Don de Ana cuenta la historia de una joven que de niña tuvo que salir de El Salvador por culpa de la guerra, algo parecido a lo que vivió a su salida de Cuba. "Siempre me ha interesado, por eso, la vida de los refugiados, de los emigrantes y me he esforzado por entender el sufrimiento de esas personas", explica vehementemente y añade "la guerra en El Salvador fue de una crueldad sin límites, muy salvaje". Baste recordar el asesinato del arzobispo de San Salvador, Monseñor Romero, por disparos de un francotirador mientras oficiaba la misa.

Muchas personas huyeron de la tragedia de ese pequeño país centroamericano y recalaron en Estados Unidos. "Una mujer de mi consulta vivió algo parecido a lo que cuento de Ana en la novela", recuerda. Aquella historia la apasionó tanto que quiso contarla haciendo pequeños cambios. Para la escritora y terapeuta desde una consulta se puede ayudar a muchas personas y diferencia muy bien a los diferentes colectivos que le llegan. "Los miembros de la comunidad latina cuando acuden a un psicoterapeuta no es por cualquier cosa, es porque realmente necesitan ayuda. Con los anglosajones es diferente", puntualiza. Un paciente anglosajón nos puede recordar más al Woody Allen adicto a la terapia que vemos en sus películas y más mueven a la risa que a la compasión.

Sorprendentemente, Cecilia Samartin nos confiesa que "mis pacientes me ayudaron más a mí que yo a ellos". ¿El secreto de un buen terapeuta? "Escuchar", responde sin dudarlo. Y tanto ha escuchado que ha querido reflejar parte de sus experiencias, siempre, preservando el principio de confidencialidad, en sus libros. "Me pareció muy interesante escribir una ficción integrando lo que he escuchado y aprendido", reconoce.

La autora de Ghost Heart se define como "una persona sentimental, con muchos sentimientos. Las ganas de compartir esos sentimientos nos hace mejores, como si fuese una terapia. Y en las novelas sí se pueden controlar esos sentimientos". El Don de Ana está escrito en primera persona, con la voz de Ana, pero en ciertos pasajes es una voz omnisciente la que va anticipando parte de la trama, con ello consigue interesar al lector para seguir leyendo la obra.

Cuando comienza la escritora cubana a escribir las novelas se suele sentir muy insegura, hasta que llega a un punto en el que se da cuenta de que la historia tiene vida propia. Además, suele estar muy atenta a las señales para decidir los pasos a continuar. "Prestar atención a la viga puede ser muy mágico", recalca. La vida actual, para ella, nos hace tener muchas distracciones "que nos separan de la esencia de la vida y es importantísimo que no la perdamos".

Optimista furibunda, cree en las personas por encima de todo, "nadie es completamente malo en este mundo. De ahí que sea muy importante entender las historias de nuestras vidas para no repetir los mismos errores. Si entendemos nuestros errores, pueden ser nuestros mejores amigos que nos ayudarán a mejorar", razona aplicando la lógica que la han dado años de profesión como psicóloga y que la ha llevado a ayudar a muchas personas en consulta, como ahora está haciendo con sus libros.

Porque en ellos siempre hay personas que se encuentran en una situación difícil. Siempre tiene protagonistas con enfermedades incurables o problemas económicos que los hacen más humanos y, siempre, siempre, son personas con esperanza, "si no tenemos esperanza no hay nada", puntualiza. Además, el amor es fundamental para vivir. "El amor sana cualquier dolor o herida".

La conversación con Cecilia Samartin ha tenido lugar en un céntrico hotel madrileño bajo la atenta mirada de su agente literario Alicia González Sterling, que nos facilitó la entrevista, y de su marido. En la charla la escritora se vacía, lo da todo, quiere dejar todas las cuestiones bien resueltas. Quizá por ello, el último tema que surge es el de su tierra de origen, Cuba. "Un país que ha fracasado como tal", afirma y cuenta que allí se ha producido un falso cambio y "no están mejorando como quieren hacernos ver". Pone como ejemplo que la Declaración Universal de Derechos Humanos está prohibida en Cuba. "Cuando yo digo esto, la embajada cubana del país donde lo haya dicho me ataca para quitarme credibilidad, son tácticas de contra propaganda bien conocidas", recuerda. Como lo hace de su tierra, "me gustaría volver con mis padres a ver nuestra tierra", finaliza. A Cuba probablemente no podrá volver, pero al Camino de Santiago, sí. Y lo recorrerá tantas veces como necesite, como si fuese una terapia o un lugar donde cada paso la acerca a una nueva historia que contar y que compartir.

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