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“Annual. Un cementerio sin tumbas” de Luis Miguel Guerra

Por Javier Velasco Oliaga
jueves 23 de octubre de 2014, 13:23h
“Annual. Un cementerio sin tumbas” de Luis Miguel Guerra

La novela histórica “Annual. Un cementerio sin tumbas”, del escritor y profesor barcelonés Luis Miguel Guerra es la típica novela que no nos gustaría leer, pero que debería ser obligatorio hacerlo, porque es una pequeña obra maestra que, además de recordarnos unos episodios sobre los que se nos cae la cara de vergüenza, nos hace reflexionar sobre el futuro de un país que no lo tiene claro.

Los acontecimientos de Annual son unos hechos que conozco de primera mano por mi abuelo, Felipe Oliaga. Él estuvo allí y vio morir al general Silvestre. Una herida y una evacuación a tiempo le salvaron la vida y así pudo contarnos muchas cosas que este libro recoge de manera fidedigna, con un gran trabajo de documentación, que nos hace, en muchas ocasiones, ponernos los pelos de la piel como escarpias. Pese a los años pasados desde el desastre, mi abuelo aún se acordaba de los gritos que los rifeños daban en el monte Gurugú, sembrando el desánimo en la población.

Annual. Un cementerio sin tumbas, es la crónica de un desastre anunciado que unos políticos ineptos y unos militares corruptos no supieron ver. Pero no es sólo eso, es también una novela de aventuras, funestas para nosotros, una novela social y una novela policiaca. Si se hubiese quedado en una crónica, habría sido un libro más, pero la trama que urde Luis Miguel Guerra da una nueva dimensión y lo convierte en una novela, que aún sabiendo cómo va a acabar, nos mantiene intrigados y expectantes.

Cuando el joven arquitecto Jacinto Cadenas llega a Melilla para estudiar el estilo modernista y actual de la ciudad no nos imaginábamos por todo lo que va a pasar. El autor catalán demuestra sus conocimientos de arquitectura y los militares. Pero no sólo eso, conoce a la perfección el seny del empresariado catalán y español, mostrándose crítico, con razón, ante ese sector privilegiado de la sociedad española culpable último del desastre de Annual.

Con el asesinato de su hermano y la documentación que le deja, el capitán Cadenas emprende un periplo en el que quiere vengarse de los asesinos y de los militares y empresarios corruptos. La odisea de Jacinto y el sargento Montero está a la altura de las mejores novelas de aventuras. Pero la novela no se queda ahí, las experiencias de los soldados, José, Niceto y Arnau, maño, canario y catalán, respectivamente, es una de las epopeyas más emotivas que se han escrito en castellano en los últimos años.

La historia de Manuel Fernández Silvestre y Dámaso Berenguer que nos cuenta Luis Miguel Guerra, aparte de ser totalmente cierta, es una historia que nos produce sonrojo y vergüenza, pese a los años pasados. La rivalidad personal produjo un desastre sin parangón en el siglo pasado. El arrojo del primero, la politiquería del segundo, condujeron al ejército a una vergonzosa derrota. Si añadimos la corrupción existente en el estamento militar, el cóctel estaba servido.

Soldados inexistentes, material militar obsoleto, suministros de pésima calidad, eran los parámetros de ese ejército colonialista. Además, los dos generales estaban más preocupados por sus carreras personales que por la nación, con lo que conformamos un panorama desolador. Luis Miguel Guerra hace un retrato objetivo y muy real de estos dos individuos, que se comportaron como auténticos miserables. Si a eso unimos que los jefes y oficiales militares eran unos cobardes corruptos entenderemos el por qué del desastre de nuestro ejército.

El autor, con una prosa eficaz y sencilla, nos va contando, como si de una crónica se tratase, la tragedia de esa guerra. Sin estridencias pero sin paños calientes nos relata los días anteriores y posteriores a la batalla de Annual, por decir algo, porque no supieron plantar cara a las tropas rifeñas. Sólo el 14º Regimiento de Caballería Alcántara se comportó como un ejército. Mandado por los tenientes coroneles Fernando Primo de Rivera, que halló la muerte a consecuencia de una herida, y Pérez Ortiz, mantuvieron, no sólo el tipo, sino que muchos soldados salvaron la vida gracias a la protección que les brindaron. De 460 jinetes que formaban el regimiento, sólo una veintena pudo sobrevivir.

El resto de la oficialidad y jefatura, salvo honrosas excepciones, se comportaron de manera miserable y canalla, abandonando a sus soldados y huyendo por la noche en sus coches a la ciudad de Melilla. Guerra nos lo cuenta sin paños calientes. Nos relata los acontecimientos en toda su crueldad, de manera certera. Estamos pues ante una novela rica en escenas, analítica en sus consecuencias y escrita con sumo gusto, donde ni sobra ni falta nada. Un libro que todo el mundo debería leer para reflexionar y conocer el por qué de una monarquía que no supo estar a la altura, de un ejército preparado para la represión en vez de para la defensa y unos tipos humanos que tenía muy poco de ello. Sólo el regimiento Alcántara y algunos miembros de la tropa demostraron que el ardor guerrero no sirve para nada, que sólo la dignidad nos salva.

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