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Juan Gay Armenteros
Juan Gay Armenteros

Javier de Burgos, un ilustrado de plena actualidad

Por Alfredo Crespo Alcázar
jueves 23 de octubre de 2014, 13:23h

La Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES) presentó el pasado 7 de octubre en el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales (CEPC) la obra de Juan Gay Armenteros, "Javier de Burgos: el reformista ilustrado".

Con ello, Gota a Gota (la editorial de FAES) nos sigue acercando la trayectoria política de los principales referentes del pensamiento conservador. Previamente, las obras sobre Antonio Maura, Cánovas del Castillo, Francisco Silvela y José Canalejas han gozado de excelente acogida y han servido para explicar una etapa crucial de nuestra historia (la Restauración). Todas ellas, a su vez, han obtenido éxito desde el punto de vista académico y divulgativo. En ello ha tenido mucho que ver, como explicó Manuel Álvarez Tardío (director de la colección), el formato elegido “biografías cortas, amenas y rigurosas. El libro que nos ocupa lo debe leer cualquier persona culta porque verá en él los inicios de la Administración Central del Estado”. Previamente, Benigno Pendás (director del CEPC) había enfatizado la importancia de la provincia, cuyo arquitecto fue Javier de Burgos, contradiciendo de esta manera a aquellos sectores (mediáticos, políticos y de la sociedad civil) que la cuestionan en el presente.

Desde un punto de vista más general, Álvarez Tardío quiso subrayar la importancia del Estado como herramienta que hace posible nuestra libertad y el pluralismo, fenómeno del que fue consciente Javier de Burgos. En efecto, el protagonista de este último libro de Gota a Gota, a lo largo de su trayectoria persiguió que España dispusiera de unas instituciones fuertes, condición necesaria para alcanzar otras metas mayores, como la creación tanto de un mercado nacional como de un espacio de movilidad.

Asimismo, la presentación de esta obra llevó consigo una revisión, sucinta pero completa, de la reciente historia política española. En este sentido, Benigno Pendás cuestionó que el liberalismo no arraigase en España durante el siglo XIX (precisando que la supuesta debilidad que mostraba tal ideología, también se apreciaba en otros países el entorno) y subrayó la importancia, ayer y hoy, del moderantismo del cual fue buen ejemplo De Burgos. Por su parte, Álvarez Tardío se centró en la época que le tocó vivir a De Burgos, que aparece bien reflejada en esta obra: el final de la Ilustración y los primeros pasos del Estado liberal en España.

Quienes intervinieron en el coloquio aludieron a una serie de rasgos de la personalidad política de Javier de Burgos que, una vez conocidos, incitan de manera automática a la lectura de la obra. Uno de ellos, que formaba parte de los “afrancesados” cuyo espíritu modernizador de las estructuras de poder en España no siempre fue bien comprendido por sus contemporáneos, particularmente por las oligarquías, las cuales rechazaban frontalmente a una de las máximas de De Burgos: la obligatoria igualdad entre los españoles.

De hecho, muchos de los afrancesados sufrieron el binomio cárcel-exilio, entre ellos Javier de Burgos quien, “residiendo” en Francia, pudo estudiar la lectura conservadora que de la revolución francesa realizó Joseph De Maistre. Igualmente, los ponentes reflejaron que el carácter ilustrado de De Burgos le asemejaría hoy en día un tecnócrata, como indicó Tomás Ramón Fernández, ya que “ponía por delante la reforma administrativa frente a la reforma política”.

El autor, Juan Gay Armenteros, quiso dejar constancia de este hecho cuando aludió a la faceta humana de Javier de Burgos: era un afrancesado porque veía en Francia el paradigma de la modernidad, aunque sufrió la tragedia de vivir una guerra. Asimismo, recalcó su carácter pragmático y lo hizo contando una anécdota: mientras su padre quería que fuese cura, él se opuso a los deseos paternos puesto que consideraba la teología “una ciencia inútil”. Otra muestra más de su pragmatismo, que podemos vincular a sus deseos modernizadores del armazón del Estado, lo encontramos en su oposición al absolutismo y en la petición de amnistía para los liberales, lo cuales no siempre habían sido justos con él.

En definitiva, FAES nos acerca a una figura, Javier de Burgos, que fue capaz de unir en su desempeño profesional tres facetas en principio distantes entre sí: la de administrativista, literato y político de primer nivel, como subrayó Gay Armenteros.

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