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Ángel Silvelo Gabriel

«Roma, 27 de febrero de 1821
23/02/2022@11:00:00

Ya no existe; murió con la más perfecta tranquilidad… parecía entrar en el sueño. El día 23, hacia las cuatro, la cercanía de su muerte se manifestó. “Severn… yo… levántame… me estoy muriendo… moriré fácilmente… no te asustes… sé firme… y da gracias a Dios porque esto ha llegado…”

El desaliento, la apatía, o el célebre desasosiego, fiel acompañante del poeta portugués Fernando Pessoa que le obligaba a caminar solo por el mundo son la cara oculta de una soledad que él remarcaba diciendo: «La literatura es mi forma de estar solo en el mundo».

El dolor que va más allá de los recuerdos y se incrusta como una lanza en el epicentro de nuestro corazón. Ahí es donde acaban las certezas y comienzan los miedos como una melodía de lo inhóspito y lo inesperado. ¿Cabe mayor proeza que la de rebelarse contra el mundo de los deseos? ¿Atacarlos con la firmeza del que anhela destruir la oscuridad en la que se refugian parte de sus miedos, para más tarde, rechazarlos con la certeza de la realidad?

No era de noche. Apenas las ocho de la tarde. Pero ya se perfilaban las primeras sombras de la penumbra que anunciarían su muerte. Sombras aletargadas en la brisa del cercano Tévere y pérdidas entre las siluetas de las escasas personas que a esas horas todavía cruzaban la ciudad de Roma a través de la Piazza di Spagna. Había silencio y oscuridad en el entorno.

Emocionado y muy agradecido. Ángel Silvelo Gabriel (Piedralaves, Ávila, 1964), con una amplia trayectoria en el mundo de la literatura, con varios premios en su hoja de servicios, vivió un momento único cuando fue proclamado ganador de la primera edición del ‘Premio Carlos Matallanas’ de novela breve.

El silencio y la noche. El yo poético frente a las palabras. La muerte como forma de escapar de la alienación. Mesetas oscuras que se ondulan al paso de las palabras convertidas en poemas que, como olas, agitan los espíritus perdidos que buscan a la noche como meta y a la luz como un espacio de negación y muerte del alma poética.

"El juego de los deseos" es la historia de tres mujeres que, aparte de luchar contra sí mismas y su destino, tendrán que hacerlo contra un caso de acoso sexual dentro las Fuerzas Armadas que, en este caso, el autor aborda desde el punto de vista garantista de su marco jurídico y normativo. El acoso sexual, pero no sólo éste, sino también las consecuencias que la guerra tiene sobre las mujeres que allí prestan sus servicios en las Unidades del Ejército en las que están destinadas, sirven de marco existencial para esta aventura narrada en un tono poético y a veces desgarrador, y que está concebida, en cuanto a su esencia, como la película Thelma y Louise.

Adentrarse en el universo literario de Robert Walser es hacerlo en un torrente de palabras que te sumergen en un abismo intelectual y narrativo que no te deja indemne. Su mirada hacia el mundo desde la parquedad de lo cotidiano no para de abrirnos nuevas sendas que nos llevan desde lo más anecdótico a lo más profundo con sublimes momentos plagados de ironía, laconismo, humor, y cómo no: melancolía.

Hacer de la mirada un arte hasta no distinguir la realidad del sueño, la verdad de la ficción, la nube de la lluvia, el horizonte de la tierra. Y, de esa forma, desplazarnos en una línea recta que nos atraviesa el corazón, explora el mundo de lo incierto, y adivina todo aquello que es inasequible al continuo movimiento que nos condena a no expiar el poder de la mirada sobre el paisaje.

Todo ser material o inmaterial tiene su contrario. O el reflejo que nos sorprende cuando somos capaces de verlo. Algo parecido es lo que nos muestra Chema Madoz en las 73 fotografías que, bajo el título de Crueldad, nos muestra en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Ese nuevo espacio creativo que nos propone, es el que transcurre entre la belleza de lo insólito y la perplejidad que nos produce el miedo.

Autor de “La utopía del portero”

Cuando el escritor abulense Ángel Silvelo Gabriel se enteró de la convocatoria del Premio Carlos Matallanas de Novela Breve, patrocinado por la Asociación de Futbolistas Españoles (AFE) decidió presentarse al mismo. En su infancia, el fútbol era el deporte por antonomasia, todos los chavales hemos jugado con una pelota en algún momento de nuestras vidas, eso y sus recuerdos sobre el fútbol le hicieron que decidiese optar a dicho premio.

Publica la editorial Denes

El amor, en sus diferentes vertientes, es un bien escaso en la sociedad actual. Una sociedad que se caracteriza por intentar ganar tiempo al tiempo, pero que sin embargo no sabe cómo utilizar esa ínfima ganancia que muchas veces está llena de prejuicios, reproches o remordimientos. Como dice Eric Fromm en su ensayo El arte de amar: «Los valores humanos están determinados por los valores económicos […] El hombre moderno piensa que pierde algo -tiempo- cuando no actúa con rapidez; sin embargo, no sabe qué hacer con el tiempo que gana -salvo matarlo-.»

La historia del pensamiento se caracteriza, entre otros muchos planteamientos, por la dicotomía entre razón y fe. Desde que el mundo es mundo al ser humano siempre le ha asaltado la necesidad de saber si existe algo más allá de la vida.

Quizá no haya nada más sutil que la corriente de aquel que deja las preguntas en el aire con la certeza DE que es él quien maneja la situación y el poder. Ese fariseísmo tan instalado en nuestra sociedad actual es más chirriante si cabe cuando procede de esa falsa progresía que no ha sabido actualizar el discurso del siglo XIX a nuestros días.

El silencio de una mirada, la fragilidad de una caricia, el despertar de una nueva sensación a través de la contemplación del cuerpo del otro, o la necesidad más imperiosa de dar salida a la pasión que nos mueve por dentro, sólo son algunas de las múltiples posibilidades del deseo y, que en la película, La seducción, de la directora norteamericana Sofia Coppola, buscan una salida en éstas y otras manifestaciones más ocultas que sólo el deseo sabe mover y articular aunque todas ellas se alejen de la razón.