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clase media

12/05/2025@11:11:00
Es necesario llegar a Benito Pérez Galdós (1842-1920) para que se restaure nuestra tradición novelística. Cuando Pérez Galdós publica su primera novela, La fontana de oro [1] -que parece preludiar los Episodios Nacionales-, no se habían escrito aún ni Pepita Jiménez [Juan Valera, 1874], ni Las ilusiones del doctor Faustino [Juan Valera, 1875], ni El escándalo [Pedro Antonio de Alarcón, 1875], ni Sotileza [José María Pereda, 1885], ni Peñas arribas [José María Pereda, 1885]”. Porque, en efecto, Pérez Galdós es nuestro mayor novelista después de Cervantes, y puede emparejarse con cualquiera de su siglo (Dickens, Balzac, Zola, Flaubert, Doistoievski o Tolstoi); y pocos novelistas europeos -más bien ninguno- pueden competir con él en capacidad creadora: así lo atestiguan los cerca de ocho mil personajes producto de su rica inventiva; unos personajes que sorprenden por su variedad y por su caracterización psicológica, que permite comprobar el interés que el autor siente por su condición humana.

PLAZA DE GUIPUZCOA

Si escribiera el título de esta columna en inglés, sería otro nivel. Pero también te digo dos cositas: una, me debo a mi público y dos, no hablo inglés. Prefiero hablar solo un idioma con precisión y rigor.
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"Para morir iguales" es una novela madura, intensa, melancólica. La Transición política es el marco en el que se insertan unos personajes en plena transformación vital: el paso de la infancia a la vida adulta. Pedrito Ochoa y sus amigos crecen mientras se pierde una gran oportunidad de regeneración moral. Con un estilo limpio, una fantástica galería de personajes y sus características dosis de humor, Rafael Reig ha escrito una novela imprescindible para comprender la herencia de la educación nacionalcatólica en los jóvenes nacidos en los primeros sesenta.