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Desenmascarando al nacionalismo catalán

Por Alfredo Crespo Alcázar
domingo 08 de febrero de 2015, 20:15h
Desenmascarando al nacionalismo catalán

El pasado 3 de febrero, Jesús Laínz presentó su obra "España contra Cataluña. Historia de un fraude", editada por Encuentro (2014). El acto contó con la presencia de Fernando García de Cortázar quien, haciendo de maestro de ceremonias, nos introdujo al autor y esbozó los motivos de la pertinencia del libro.

El Catedrático de Historia Contemporánea por la Universidad de Deusto aludió a la pasión de Laínz por España y a su “incorrección política” (aspecto que consideramos una virtud) en función de la cual, rechaza de forma deliberada contemporizar con los nacionalismos periféricos de naturaleza secesionista. “Simplemente explica lo que está pasando en España”, apostilló García de Cortázar.

Laínz tomó la palabra para reflejar, en primer lugar, que la perpetua actualidad de Cataluña (su deriva separatista) impide que España desarrolle una “vida política normal”. Tras ello, insistió en que la exigencia rupturista que lidera la Generalidad descansa en “el proceso de construcción nacional” que el nacionalismo catalán inició a partir de 1898, si bien los sucesivos gobiernos de Jordi Pujol (1980-2003) lo acentuaron.

Para Jesús Laínz, el proceso de construcción nacional consta de dos componentes fundamentales: por un lado, convencer a los catalanes de que no son españoles (y para tal fin, no han reparado en medios, cabe añadir, por ejemplo la sustitución en los libros de texto de la palabra España por la de “Estado”); y por otro lado, que España es el enemigo permanente de Cataluña.

Un aspecto clave en su disertación se produjo cuando aludió a la manipulación de la historia realizada por el nacionalismo catalán. Para ello, ofreció datos contundentes: si hubo una región española donde el furor patriótico estuvo presente a lo largo del siglo XIX, esa fue Cataluña. Al respecto, Antonio de Capmany o Juan Prim, resultan buenos exponentes de esta tesis. Junto a ello, la prensa catalana (incluso la de izquierda republicana y extra-parlamentaria, precisó Laínz) era la más belicista, imperialista y proteccionista cuando tuvieron lugar las guerras libradas con Cuba y Filipinas.

Este escenario cambió por completo a partir de 1898, iniciándose una corriente ideológico-política en sentido contrario. Así, emergió el nacionalismo catalán, vinculado a la Lliga, el cual comenzó a contraponer España (retrógrada y reaccionaria) con Cataluña (progresista, industrial y moderna). La única solución posible a esta dialéctica pasaba por la independencia, puesto que, como escribía Enric Prat de la Riba: “España es un barco que se va a pique por lo que hemos de romper amarras”.

Como puede apreciarse, el victimismo que caracteriza al nacionalismo catalán en la actualidad, goza de hondas raíces y no duda en alterar la historia a su antojo. En efecto, hoy en día, la historiografía nacionalista catalana llama a la Guerra de la Independencia “la guerra del francés”, puntualizó Jesús Laínz.

En este punto, el autor, acertadamente, se refirió al documento de CIU de 1990, publicado por El Periódico de Cataluña, donde se explicitaban las dos herramientas de la construcción nacional: la información (incidir en la formación de los periodistas) y la educación (catalanizar los programas de enseñanza a fin de impulsar el espíritu catalán de padres, profesores y alumnos).

Finalmente, Jesús Laínz concluyó su exposición haciendo un recordatorio que no debe perderse de vista: Jordi Pujol se aferró a tres elementos (bandera, lengua y enseñanza) mientras los gobiernos de la Nación, no hicieron nada para impedirlo.

En el turno del coloquio, Josep Ramón Bosch (presidente de Sociedad Civil Catalana) refrendó los argumentos expuestos por el autor, aportando datos de actualidad, como por ejemplo, que los distintos gobiernos de España han abandonado a Cataluña, dejándola en manos de los nacionalistas o que los niños catalanes en edad escolar sólo reciben dos horas de castellano a la semana, generalmente en asignaturas marginales. En su opinión, de lo que se trata es de superar la conllevancia orteguiana y apostar por seguir juntos y mejor.

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