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Alfonso Armada: "No somos la misma persona todo el tiempo"

Autor de "Sarajevo"

Por Javier Velasco Oliaga
jueves 25 de junio de 2015, 11:00h
Alfonso Armada
Alfonso Armada (Foto: Vicente Almazán)
Alfonso Armada como periodista cubrió para el diario “El País” varios conflictos bélicos. De todos ellos, el que le dejó más honda huella fue el de Bosnia-Herzegovina. En las tres ocasiones que él estuvo en Sarajevo, ciudad de la que se toma el título del libro, dejaron honda huella. “Sarajevo”, que ahora se publica, es un compendio de todas sus experiencias en esa ciudad que no ha dejado de amar desde que la conoció.
  • Alf en NY con el NYT

    Alf en NY con el NYT
    Foto: David López

Sarajevo” consta de las crónicas publicadas en su periódico y el diario que fue escribiendo mientras las escribía. Reflexiones profundas sobre la limpieza étnica acaecida en esa ciudad y cómo los europeos y sus gobiernos miraban para otro lado sin importarles lo más mínimo lo que se estaba haciendo con los musulmanes de Bosnia, una vergüenza que continúa viva en nuestros corazones.

¿Cómo surgió la idea de publicar los artículos que escribió para El País, casi 25 años después? Por avatares y casualidades del destino.
No sé muy bien en primer lugar por qué los dejé dormir durante tanto tiempo, pero siempre pensé que debían ir entrelazados con las páginas de mi diario íntimo. Es el mismo esquema que seguí en mi primer libro, “Cuadernos africanos”, que recoge hechos acaecidos e impresiones recogidas después de la experiencia en Bosnia, pero se publicó mucho antes. Quizás el momento era ahora, cuando se cumplen veinte años del final de la guerra, aunque esa no fue la razón. Nos dimos cuenta después de que era así.

¿A esos artículos ha añadido notas de su “diario” para que el lector entienda más lo que ocurrió en Sarajevo?
Más que añadir se trata de poner sobre el papel la doble mirada, dos diarios: uno público (el periódico), otro particular (el diario íntimo). Porque aunque el que escribe sea la misma persona no se expresa del mismo modo. Pero puede que para el lector esa doble mirada quizá le resulte más cercana. Es como si quisiera sentar al lector a mi lado, que me acompañara todo el tiempo, compartiera mis dudas y certezas.

En el libro vemos a Alfonso Armada en dos aspectos diferentes: el que escribía para el periódico y el que escribía para él mismo. ¿Con cuál se queda?
Me parece que son indisociables. No somos la misma persona todo el tiempo, aunque lo seamos hasta la muerte. No he querido corregir (salvo los errores), que la mirada, la ingenuidad, el miedo, fueran los de aquel tiempo.

¿Cómo calificaría el comportamiento hacia usted de su antiguo periódico?
El diario íntimo recoge momentos de rabia y frustración, sobre todo cuando tuvimos un grave accidente que estuvo a punto de llevarnos a Gervasio Sánchez y a mí a las heladoras aguas del río Neretva, y quien cogió el teléfono en Madrid no mostró más preocupación que si iba a pasar crónica o no. Pero no puedo sentir más que agradecimiento: porque me permitió viajar, cubrir aquella guerra (y luego muchas historias en África), descubrir quién era, quién podría ser, y ahora me ha permitido republicar aquellas crónicas y reportajes en un libro. Aprendí mucho de mis años en “El País”. Los quince años que pasé en aquella redacción fueron una escuela extraordinaria, donde hice buenos amigos y aprendí el periodismo real que brillaba por su ausencia en la facultad. Aunque también es cierto que en la Complutense aprendí muchas cosas.

¿Qué significó para usted encontrarse con Sarajevo?
Como si a través de una trampilla, de un agujero negro, hubiera retrocedido a la guerra civil española.

De las tres veces que viajó allí, ¿cuál fue la más dolorosa?
Hablaría de momentos: el episodio en Banja Luka en un control de los radicales serbios, la entrevista con una mujer violada, la tristeza de los padres de Zlata y Dado...

¿Por qué los políticos nunca atajaron el problema de Sarajevo y dejaron cometer tantas matanzas, tanta limpieza étnica?
Supongo que por ceguera, cobardía, cálculo político. Porque tenían otras prioridades. Por incapacidad para leer la historia, el espanto que ocurre ante nuestros ojos.

¿Por qué los europeos no reaccionaron ante tantos acontecimientos tan dramáticos?
Porque nos da miedo hacer frente al mal, porque preferimos pensar que no nos concierne. Como ahora mismo el drama de los inmigrantes que se ahogan en el Mare Nostrum. Porque lo que mucha gente parece desear es que hundan los barcos para que no les veamos morir en nuestras playas. Porque la conciencia es un animal sensible y no queremos que se inquiete, que se malogre. No le deseamos el mal a nadie, pero en gran medida queremos creer que podemos seguir con nuestras vidas y con nuestras conciencias sin que eso nos pudra.

¿Europa ha vivido de espaldas al conflicto?
Los medios hicieron una buena cobertura. Ha sido una de las guerras mejor cubiertas de las últimas décadas, pero no se actuó en consecuencia, y por eso la premisa de su pregunta podría ser cierta.

En dicho conflicto vemos que las luchas de razas y religiones se mantuvieron en el siglo XX. Los eslavos-serbios, los germanos-croatas y los bosnios-musulmanes. ¿Hoy en día no se han superado las diferencias raciales y religiosas?
Sólo hay una raza, la raza humana. Desde el punto de vista cultural, todos, salvo los judíos, eran eslavos: unos de religión católica, otros ortodoxa, otros musulmana. Pero estos últimos, los bosnios, eran musulmanes en su mayor parte por nacionalidad, no por religión. El conflicto exacerbó la pertenencia cultural, religiosa, y fabricó identidades étnicas, y practicó la limpieza ética. Pero todo eso no son más que construcciones políticas utilizadas de forma aviesa pro políticos y militares sin escrúpulos. El país que surgió de los acuerdos de Dayton es un país roto, casi inviable.

¿Antes de la guerra, era Sarajevo un ejemplo de convivencia racial y religiosa?
Sin duda, una de las capitales más multiculturales de Europa y por lo tanto del mundo.

En el comienzo de su libro “Sarajevo”, nos encontramos con un periodista que quiere ser neutral y que paulatinamente va tomando postura por los musulmanes. ¿A qué es debido?
No tanto neutral como fiel a los hechos. No tanto equidistante como cercano a las víctimas. Me di cuenta de que ser pacifista era convertirse en cómplice de los asesinos. Sarajevo era un objetivo civil martirizado a diario sin contemplaciones. Los bosnios fueron quienes más hincapié hicieron todo el tiempo en la convivencia interétnica, es decir, multicultural. Los informes más ecuánimes sobre lo ocurrido han fijado un inequívoco escalafón de atrocidades que encabezan sin duda los radicales serbios, luego están los radicales croatas y por último los radicales bosnios. Todos cometieron atrocidades, pero los instigadores de la limpieza étnica, los campos de concentración, y las matanzas, fueron primero los serbios, y en segundo lugar los croatas.

¿El periodista ha de ser humano antes que periodista (profesional)?
No se entiende una cosa sin la otra. ¿Se puede ser un cirujano sin dejar de ser humano? Se puede poner el dinero, la fama, por encima de todo, pero eso acaba convirtiendo el trabajo en filfa, y más cuando nuestra materia prima son las palabras, una metáfora de la realidad, una aproximación. Tratamos con seres humanos, nos enfrentamos a dilemas humanos. Nuestros valores nos definen, y la circunstancia de ser un periodista no deja en suspenso tu conciencia ni tus criterios a la hora de tomar decisiones, de actuar, de saber lo que está bien y lo que está mal.

En sus crónicas el interés humano es el eje central. ¿Son las pequeñas cosas, los personajes anónimos, lo realmente importante de la vida?
Creo que es la mejor forma de llevar a la práctica el imperativo ético que Simone Weil se marcó toda su vida: ponerse en el lugar del otro. En nuestro caso, ayudar al lector a ponerse en el lugar del otro.

También, en muchas de ellas, habla del miedo que sintió en Bosnia. ¿A qué sabe el miedo? ¿Tiene olor?
El miedo te protege, hace que seas más cauteloso, limita el rango de la estupidez. No te protege del todo, pero te obliga a pensar antes de actuar. En grado sumo, te paraliza. En dosis manejables, te permite darle sentido al hecho de estar allí: para contar lo que ves de la mejor manera posible.

¿Fueron los peores momentos de sus tres periplos cuando les robaron el coche y el material fotográfico?
No lo creo. Nos permitió ver cómo funciona el mundo a retaguardia, la mafia, la policía, la corrupción, el miedo, el sometimiento de la población civil. Por eso le propuse al diario contarlo: porque a través de la peripecia personal se explicaban facetas de la guerra que de otro modo eran invisibles, no porque tuviera gran importancia lo que nos ocurrió.

Las fotografías que incluye en el libro son de Gervasio Sánchez. ¿Cómo recuerda la convivencia con él en aquellos días?
Nos hicimos amigos íntimos, hacía más llevadero el trabajo, la gestión del tiempo y del miedo. A mí siempre me ha gustado trabajar con un fotógrafo. Es una de las mejores maneras de contar periodísticamente el mundo, lo que ocurre, o al menos de intentarlo una y otra vez.

¿Está de acuerdo con la denuncia de Gervasio sobre la venta de armas que hizo el gobierno español?
El gobierno español, como muchos gobiernos, dice una cosa en los foros internacionales, y hace otra. Se muestra amante de los derechos humanos y le la paz, pero luego vende armas a quien no debe. Claro, que no debemos olvidar que en el Consejo de Seguridad sus cinco miembros permanentes y por lo tanto con derecho de veto son también algunos de los más prolíficos fabricantes y vendedores de armas.

¿Cuánto de hipocresía y cinismo ha habido en este conflicto?
Mucho, como en casi todos los conflictos. Por eso es tan difícil acercarse a la verdad. Si en la vida civil, si en tiempos de paz, se miente mucho, cuando estalla una guerra la mentira se convierte en moneda de curso legal.

Después de tantas muertes y dolor. ¿Qué representa Sarajevo?
El símbolo de una Europa miserable, que mostró su peor cara, que no hizo honor a los que fundaron la Unión Europea. Fue una traición en toda regla a sus principios, la cobardía de permitir que un matón político y militar con un discurso ultranacionalista se impusiera por la fuerza de las armas, practicara la limpieza étnica y modificara las fronteras por la fuerza. Ojalá sirviera de advertencia para otros nacionalismos que operan en España, pero me temo que no está siendo así.

¿Sigue amando a Bosnia?
Le debo muchas cosas a Bosnia y a Sarajevo, a mis amigos bosnios, a lo que allí experimenté, y a los periodistas que se convirtieron en mis compañeros de viaje. Ni puedo, ni quiero, ni debo olvidar Bosnia. Este libro es, de alguna forma, una suerte de mínima reparación.

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Alfonso Armada (Foto: Carla)
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