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NOS DEJA UN AFICIONADO

miércoles 21 de abril de 2021, 13:00h
Uno de nuestros más conspicuos colaboradores, Rafael Sánchez, debuta esta semana en el género de ficción con un breve relato. Si creen reconocer a algún personaje recuerden que cualquier coincidencia con la realidad es puro parecido…
Seven men
Seven men

Días pasados, gracias a la incansable labor periodística de Francisco Javier Oliaga, nos llegaba noticia de la partida de un curioso personaje que, en los últimos años, había formado parte (bien que como segundón o figura de relleno), del paisaje literario: yo lo conocí, era JB -no confundir con el de la saga-fuga.

Su vida minúscula no merecerá un Michon que la glose, ni habrá un Modiano indagando en los recovecos de su ya tenue memoria, pero permítanme el atrevimiento de pergeñar estas notas mínimas, con la ligera tristeza que embargaba al príncipe Hamlet ante la calavera del bufón: Alas, por Yorick, I knew him! Creo que asistí a su primer “acto literario”, hacia 2016, en otro mundo (y además la chica ha muerto, como diría A. E. Housman), con su apariencia insignificante y excesivamente vestido para la ocasión, como el pueblerino impresionado por la capital…, fue un cierto éxito, seguramente el mayor que nunca obtuvo.

Sus libros no se vendían, lo que no tiene nada de particular, y muy pocos les hacían caso; se sentía preterido e insistió en seguir publicando, al tiempo que incubaba un insano afán de reconocimiento: a veces era impertinente como pedigüeño orgulloso, otras demasiado zalamero. Puede que ambas actitudes generaran idéntico rechazo entre eso que llaman “medios literarios”, no lo sé. Creo que una vez salió en un periódico…

Sus editoras (eran siempre mujeres bastante más jóvenes que él, llevadas tal vez de un insensato instinto maternal a la contra), acababan hartas de su escasa disposición para las actividades promocionales, y horrorizadas cuando llegaban las liquidaciones. Entonces, como diría Vallejo «le pegaban duro, con un palo y una soga también…» como si el error no hubiese sido suyo por publicarlo. Nos deja, no un jueves de aguacero parisino sino un miércoles de ceniza en alguna tierra baldía y reseca cual panorama editorial español. Creo que el mejor retrato de nuestro común amigo sería el de uno de los hombres de Max Beerbohm, puede que un Savonarola Brown por la forma extraña de su cabeza y su extraño desvalimiento infantil que no cedía con los años; o puede que un Enoch Soames, dispuesto a vender su alma al diablo para saber si un siglo después sería reconocido como literato. Y en efecto, puede que dentro de un siglo JB sea una nota a pie de página dentro de una nota a pie de página sobre los aficionados fallidos de esta década. O tal vez ni siquiera eso. Arrieritos somos…

Rafael Sánchez

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