Con detalle y puntillismo nos situamos en esos espacios a los que nos conduce el autor. En las primeras horas de la mañana, una vez pasado el recuento de los prisioneros, nos acerca al desayuno de los reclusos, generalmente café y dos magdalenas. No nos extrañará la irónica y guasona afirmación «aquí todos somos inocentes». Nos situará también en las colas del economato, donde los presos adquieren objetos de consumo.
En el patio de los centros se reúnen para charlar y para jugar, generalmente al dominó. La hora de la comida está presidida por un riguroso orden. Primero entran los prisioneros musulmanes, que no comen carne de cerdo; en segundo lugar acceden los que están a dieta por presentar algún problema de salud, y finalmente todos los demás.
Se adensa la trama con el detalle de otras peculiaridades carcelarias. La maraña de sucesos nos distrae y cuando más descuidados estamos, inmersos en el quehacer de los presos, nos encontramos de sopetón con la revelación que ha justificado la compleja urdimbre. Y es que los hechos que cobijan el secreto se acumulan sabiamente para mantener la intriga a lo largo de todo el relato. Por ello nos familiarizamos con la existencia de los módulos y casi vemos los calabozos con las literas para dos.
Gregorio San Vicente Fernández (Madrid, 1969) nació y se crió en un entorno sociocultural humilde del extrarradio madrileño (barrio del Lucero). Tras realizar el servicio militar en Mahón (Menorca), regresó a su ciudad natal. Al cumplir veinte años comenzó profesionalmente en el sector de la hostelería y con veintinueve vivió dos tragedias familiares que no supo afrontar, cayendo en el mundo de las drogas. Ingresó en la prisión de Soto del Real con cuarenta años. En 2012 colaboró en la obra Historias desde la cárcel, unos meses después vio la luz su primera novela, Piénsatelo bien, y en 2013 publica la segunda, Qué pasó en El Paso, ambas publicadas en Sial Pigmalion.
Puedes comprar el libro en: