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"Después del muro. Alemania y Europa 25 años más tarde" de J. M. Font Martí

martes 27 de junio de 2017, 14:54h
Después del muro. Alemania y Europa 25 años más tarde
Después del muro. Alemania y Europa 25 años más tarde

Analizar el comportamiento político y las aspiraciones económicas de Alemania son cuestiones complejas que exigen un adecuado conocimiento del objeto de estudio para no incurrir ni en tópicos ni en lugares comunes. La obra que tenemos entre manos supone un paradigma de cómo encarar de forma exitosa una empresa de semejante calado.

En efecto, J. M. Martí Font combina análisis, reflexión y opinión a partir de un doble fenómeno: por un lado, lecturas previas y por otro lado, su presencia en Alemania como corresponsal de El País. El resultado es brillante tanto por la radiografía trazada como por la metodología empleada, todo ello aderezado por una narración dinámica y fluida, plagada de testimonios de actores, consecuencia de su concienzudo trabajo de campo.

El autor recurre a algunos acontecimientos como la reunificación alemana o los gobiernos de coalición entre la CDU-CSU y su “histórico rival”, el Partido Socialdemócrata (SPD) así como a personajes sobradamente conocidos por la opinión pública (por ejemplo, los últimos cancilleres Helmut Kohl, Gerhard Schröder y Ángela Merkel) a partir de los cuales organiza la obra. Mediante esta estrategia acerca el contenido al lector, si bien su finalidad no radica en elaborar una listado pormenorizado de las características del sistema político y económico alemán. Por el contrario, su meta es de mayor enjundia: contextualizar a Alemania en su conjunto, subrayando sus interrelaciones con el entorno más cercano (UE) y más lejano (Rusia, China o Estados Unidos) así como las contradicciones que se aprecian en su comportamiento.

Martí Font explica el modus operandi que ha caracterizado a Alemania desde el final de la Segunda Guerra Mundial, sobresaliendo al respecto su “modestia y tolerancia” como virtudes propias que quiere exportar al resto del mundo (p. 45). Además, desenmascara algunas conductas particulares de los gobernantes alemanes de las que se han derivado consecuencias que aún persisten. Al respecto, escruta las políticas económicas desplegadas por Schröder ya que a través de su implementación se alejó de la ortodoxia socialdemócrata, lo que le valió el calificativo de “traidor” por parte de ciertos sectores de la izquierda y la fuga de numerosos miembros de su partido (el SPD) que acabaron mayoritariamente en Die Linke (La Izquierda). Igualmente, en política exterior Schröder optó por un acercamiento más pragmático que ideológico a Putin, en detrimento de la tradicional alianza con Estados Unidos.

En este sentido, la reunificación alemana, además de las consecuencias tangibles (aumento de la población, fin de la Guerra Fría) generó otras que afectaron a aspectos subjetivos como la propia identidad del país o a cuestiones sobre las que Alemania y los alemanes venían guardando un silencio interesado, sobresaliendo aquellas relacionadas con la seguridad y defensa: “en 2014 había unos 5000 soldados alemanes en todo el mundo. Forma parte de lo que se espera de la primera potencia económica europea, pero los ciudadanos alemanes no lo ven así” (p. 135).

Al respecto, tras tomar parte en Afganistán (y antes en Kosovo) se pidió a Alemania un mayor protagonismo en la esfera internacional, exigencia que chocaba frontalmente con su idiosincrasia. De hecho, su historia reciente supone un hándicap, a día de hoy aún no solventado, a la hora de trascender la etiqueta de “mero” actor geoeconómico: “¿cómo explicarle a un joven alemán medio las razones por las que Alemania tiene que intervenir en África? Estamos en Yibuti, en Somalia y en otros sitios. Los franceses son muy buenos en esto, porque eran un imperio colonial, nosotros no, las pocas colonias que teníamos las perdimos en 1918. Además, durante el siglo pasado devastamos este continente. Es cierto, hay miedo a jugar este papel, hay miedo a la guerra. No podemos asumir el papel de Estados Unidos, que parece olvidarse de Europa, pero tenemos la OTAN y debemos gestionar este sistema de defensa conjuntamente” (p. 140).

En íntima relación con la idea anterior, Alemania carece de algunas herramientas clave como la ausencia de un pensamiento geoestratégico. Este déficit “complementa” la falta de financiación para actividades militares y servicios de inteligencia, sin olvidar que sus niveles de cooperación al desarrollo pueden calificarse de bajos.

Junto a estos cambios e interrogantes en política exterior, también se observaron mutaciones domésticas que afectaron al tradicional sistema de partidos; en ellas profundiza el autor. Así, aunque democristianos, socialdemócratas y liberales mantienen elevadas cuotas de protagonismo, han irrumpido paulatinamente otras formaciones con vocación de permanencia: los Verdes (ocupando carteras de relevancia, como la de Asuntos Exteriores), La Izquierda (trascendiendo la figura de Oskar Lafontaine y penetrando en el Oeste) o Alternative für Deutschland (alcanzando representación en el Parlamento Europeo, a pesar de su marcado tono euroescéptico).

Las próximas elecciones federales de septiembre suponen un examen fundamental para este conjunto de partidos. Sin embargo, la Alemania posterior a 1945 ha dado sobradas muestras de colocar en primer lugar los intereses nacionales en detrimento de los más particulares y propios de sus formaciones políticas. Un ejemplo de pactismo y de homenaje permanente al consenso, factor determinante en la “hegemonía blanda” que desarrolla actualmente.

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