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Manuel Gutiérrez Aragón
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Manuel Gutiérrez Aragón (Foto: Javier Velasco Oliaga)

Entrevista a Manuel Gutiérrez Aragón, autor de "Cuando el frío llegue al corazón"

"En la novela el estallido de imágenes es mucho mayor que en el cine"

Por Javier Velasco Oliaga
jueves 23 de octubre de 2014, 13:23h

Manuel Gutiérrez Aragón acaba de publicar su tercera novela titulada Cuando el frío llegue al corazón. Una vuelta intimista y realista a aquellos años cincuenta donde las historias se contaban en voz baja y la imaginación era el vuelo libre del pájaro que surcaba los cielos y se posaba en montañas que se escondían entre montañas y un horizonte azul. La novela ha sido publicada, como todas, en Anagrama.

Manuel Gutiérrez Aragón
Manuel Gutiérrez Aragón (Foto: Javier Velasco Oliaga)

"Yo busqué a Anagrama deliberadamente y, eso que la editorial Planeta antes de haber terminado mi primer libro La vida antes de marzo ya me estaba ofreciendo un contrato. Pero yo quería que Jorge Herralde fuese mi editor", reconoce el escritor y cineasta cántabro, tanto monta, monta tanto, como se decía de los ahora populares Reyes Católicos, gracias a una serie de televisión, en la extensa conversación que mantuvimos en un céntrico hotel capitalino.

Con su primera novela, consiguió el Premio Herralde de Novela en 2009, todo un empujón para una incipiente carrera que con tan sólo tres títulos se ha consolidado. De su editor habla maravillas y, también, se ríe un poco, "al darme el premio se ha quedado sin uno de sus más fervientes compradores de libro, ahora me los tiene que regalar", apunta irónico, pero, al mismo tiempo, reconoce que "Herralde es el último de los editores independientes, me recuerda a aquellos grandes productores, como Elías Querejeta, que se implicaban a fondo en los proyectos", explica concienzudo.

Manuel Gutiérrez Aragón en Cuando el frío llegue al corazón, excelente título por otra parte, cuenta cómo eran los años cincuenta en esa España rural y atrasada. "La literatura sobre los años cincuenta no es muy interesante si exceptuamos a Juan Benet, Carmen Martín Gaite y algún otro más y fueron unos años muy interesantes que no se pudieron explicar bien por culpa de la censura, más, por supuesto, en el cine, que en la literatura", analiza con precisión. También cree que a la historia, sobre la época, pero se podría aplicar a otros periodos históricos, le falta fuelle, "una novela te aporta una cantidad de conocimientos que no dan los libros de historia y los periódicos", afirma.

Su nueva novela transcurre en los años cincuenta en la población de Vega, trasunto de la localidad donde nació el escritor, Torrelavega, cercana al monte Véspero, en realidad el monte Dobra. El padre del protagonista Ludi es veterinario, al igual que el del escritor, pero con la diferencia de que su padre era de derechas y en la novela de izquierdas. "Los personajes en sí no son autobiográficos, pero los recuerdos, los paisajes, los sitios, las imágenes, sí", confiesa.

Lo que sí ha hecho es borrar muchas huellas, "las huellas del crimen", como dice sonriendo; reinventarse un padre y otros muchos personajes, de los que prefiere no dar pistas para no delatarse. Es mejor que la imaginación del lector rellene esos huecos. Aunque muchos personajes de la literatura tienen un padre reinventado, baste recordar a Sigfrido, "una constante de los niños es inventarse un padre heroico", evoca. Como también lo hace recordando que el padre apenas sale al comienzo de la novela y en el capítulo final, "al que di muchas vueltas y pedía muchas opiniones". El padre apenas aparece para así "permitir que el hijo consiga el favor de la tía, como antes lo había tenido el padre. La metáfora del padre ausente es una imagen que me acompaña desde cuando niño veía aquellas películas en que se hablaba de Jesucristo y no salía, o bien sólo aparecía de espaldas o se le veía una única mano, lo mismo he querido hacer con el padre. La perfecta evocación del misterio", desvela de su técnica de escribir.

Está tan satisfecho con estos personajes que ha creado, que como Gabriel García Marquéz hizo con Macondo o Luis Mateo Díez con Celama, quiere que sus habitantes de Vega le acompañen por mucho tiempo. "Luisín, Culovaso ya ha aparecido este verano en los relatos que escribí para El País, pero mi intención es seguir con otros personajes que tienen la suficiente entidad, a lo largo de los años", nos anticipa el cineasta y escritor.

Como también nos adelanta que su próximo libro, que ya ha empezado a escribir, no será de ficción, sino un ensayo sobre el cine, donde contará sus experiencias, "necesito alternar la ficción con la no ficción, es una cuestión de incomodidades existencial", señala. Lo que no sabe es si volverá a ponerse detrás de una cámara,; tendrá mucho que ver el proyecto. Lo que sí tiene claro es que sus obras, pese a todo su bagaje cinematográfico, no serían muy fáciles de llevar a la pantalla, "yo no lo veo, pero claro, también sería capaz de hacer un guión sobre el Catecismo del padre Astete o de la guía telefónica", cuenta con ironía.

Lo que sí echa de menos Manuel Gutierréz Aragón es a los actores, "el cine sí tiene esa pulsión viva que aportan los actores y que no tiene la literatura", opina y si se le pregunta por sus actores o actrices preferidos, en seguida responde que Ana Belén, Marta Etura, Ángela Molina... y más, pero sobre todo Fernando Fernán Gómez: "he escrito guiones para él, que si no hubiesen sido para él no los hubiera escrito", contesta. Su Quijote fue magnífico y sólo lo hubiera podido hacer un actor como él. También tiene anécdotas sobre esa serie televisiva jugosas, como cuando le preguntaban quién iba a hacer de Dulcinea. "Ella no aparece en ninguna página de El Quijote, casi como el padre del protagonista que apenas aparece", nos vuelve a recordar.

Todo ese bagaje profesional y personal le ha hecho un escritor peculiar. Trató temas como la ciencia-ficción en su primera novela, ahora se centra en una novela realista que huye del costumbrismo, "de pequeño, cuando me castigaban, me hacían leer a Pereda", recuerda. Por eso, "huyo del costumbrismo y cuando escribo no puedo hacer reflexiones, no puedo estar pendiente de códigos literarios, es después cuando lo analizo, cuando ya está acabada la obra", sostiene. En el caso de su última novela, sí tenía claro que "quería acotarla en un espacio temporal determinado, un verano. Así, me esforcé a meter toda la acción en un tiempo delimitado y cerrado", aclara.

Le cuesta decidir entre el cine y la literatura, y entre las diversas formas de hacer cine, cuando se habla de la evolución del cine en estos años, recuerda lo que pasó a comienzo de la democracia, "muchos conocidos me insistían en rodar todo aquello que no se pudo filmar en cuarenta años. Sin embargo, la gente tenía ganas de pasárselo bien, de quitarse un luto casi eterno y divertirse, de ahí el éxito de cineastas como Pedro Almodóvar. Había que evolucionar", relata. Ahora su evolución va hacía la literatura, aunque le hubiese gustado tener dos vidas distintas, una como cineasta y otra como escritor. No le vale desdoblarse y ser un tiempo uno u otro, pero finalmente se decanta cuando al despedirse dice: "la novela es un estallido de imágenes mucho mayor que el cine". La literatura, lo tiene todo.

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