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“La soberbia juventud” de Pablo Simonetti

“La soberbia juventud” de Pablo Simonetti

Por Javier Velasco Oliaga
jueves 23 de octubre de 2014, 13:23h

El escritor chileno Pablo Simonetti lleva más de diez años dedicado en exclusiva a la literatura. En este tiempo ha publicado cuatro novelas, con “La soberbia juventud” incluida, que han sido éxito de ventas y críticas tanto en su país como en el resto de América y, también, en España. Su última novela no podría ser menos, porque una de sus características principales es la calidad, unida a la valentía de los temas que trata.

Aunque él no lo quiera reconocer, sus novelas son valientes y arriesgadas. En esta ocasión se centra en el tema de la homosexualidad masculina y el Opus Dei. Como se imaginarán, estos dos temas tienen tanta atracción entre sí como lo pueden tener el agua y el aceite, por lo que el choque está asegurado desde el mismo momento que se plantea la trama.

El narrador de la novela, Tomás Vergara, es escritor, y habla de su vida como escritor y de sus relaciones con amigos y conocidos. Entre su grupo de amigos hay dos sectores. Uno que lo conforman Felipe Selden, su amigo Camilo y la tía abuela del primero Alicia. Por la otra parte, están su amiga Elvira, que vive en el mismo edificio, su hija Josefina y el padre de ésta, también homosexual, que nunca ha querido hacerse cargo de su hija: el inefable y canalla Pumarino.

Estos dos grupos entran en un proceso de ósmosis donde los resultados no pueden ser más que patéticos. Tomás Vergara, escritor gay, tiene mucho del autor. Hay muchas experiencias de él que refleja en el libro, pero siempre desde la más estricta ficción. Porque la narración es precisamente eso. La trama surge de su mente para intentar justificar el título de la novela, La soberbia juventud.

Y para plantearnos cómo es esa soberbia en la juventud, Pablo Simonetti, aboca a Felipe Selden a recibir una fortuna de Alicia con la que podrá cambiar, si quiere, su vida, o quizá no. Alicia modifica su testamento a favor de su sobrino Felipe para que éste quiera ser lo que le venga en gana sin que nadie pueda evitarlo. El consejo de Tomás, “el escritor”, como lo llama Alicia, es fundamental para la decisión de ésta.

Felipe rompe con Camilo y comienza una vida de lujo y exceso, algo totalmente a lo ideado por Alicia. Es en estos pasajes de la novela donde más se parece a El Gran Gatsby: fiestas sin control, vida sin presiones y sin objetivos, con el único fin de la diversión. Felipe había caído en las redes frívolas de Pumarino y Elvira. Una manipulación de la que no se dará cuenta hasta pasado cierto tiempo. Hasta los consejos de Tomás son desoídos de manera tajante.

En la novela el autor reflexiona sobre la madurez de las personas, pero también sobre los largos tentáculos de esa institución religiosa que se cree absolutamente con el poder de la razón, sin darse cuenta de que sus objetivos no son salvar vidas o almas, sino salvar capitales, luchan únicamente por el dinero.

En cierta ocasión llega a decir el narrador que “todos somos envidiosos” de la suerte de los otros y que “vivimos en un país tan tonto” que todas esas convicciones le han llevado a señalar que “no creo en Dios y la jerarquía de la Iglesia Católica me repugna”. Los muchos casos de pederastia infantil que se han dado en su seno hacen que se escandalice el autor y todas las personas de buen corazón.

El mundo ficticio que Felipe Selden se construye no tardará en caer como un castillo de naipes. Sus indecisiones, su no querer adoptar compromisos, terminarán cediendo ante las certidumbres de la vida y los comportamientos de las personas que viven a su alrededor. Al final, la madurez llama a la puerta de su vida y ve los errores que ha cometido. Algunos ya no se podrán resolver pero esa experiencia es el poso de nuevas relaciones que le ayudarán a ser más completo.

A Pablo Simonetti, que como él mismo dice escribe en absoluta libertad, le gusta tratar temas conflictivos que resuelve siempre de manera inteligente y elegante. La elegancia es la característica principal de su literatura. Es un escritor duro en el fondo pero elegante en la forma. No hay palabras malsonantes, no las necesita para dar esa sensación de dureza. Sus frases son limpias y precisas. Sus tramas son desequilibrantes a la vez que estéticas, las desarrolla con lucidez manteniendo la atención en todo momento.

La soberbia juventud es una de esas novelas fundamentales que todo el mundo debería leer. Se aprende con ella más que en muchos cursos de carrera. Lo que dice Tomás a Felipe de él mismo, parece que el autor lo ha aplicado a la novela, “lo importante es que tenga buen juicio, no buen gusto”. La novela tiene los dos.

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