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"Jardines" de Ricardo Bellveser

jueves 23 de octubre de 2014, 13:23h

Escribía Luis Cernuda en Ocnos, su conjunto de prosas poéticas autobiográficas: "Le gustaba al niño ir siguiendo paciente, día tras día, el brotar oscuro de las plantas y de las flores. La aparición de una hoja, plegada aún y apenas visible su verde traslúcido junto al tallo donde ayer no estaba, le llenaba de asombro, y con ojos atentos, durante largo rato, quería sorprender su movimiento, su crecimiento invisible."

Ricardo Bellveser, como Cernuda, dibuja un paréntesis atemporal en las páginas de este libro y se detiene a contemplar la quietud de las plantas y de las estatuas y, también como Cernuda, descubre la imposibilidad de sorprender algún mínimo cambio si no es pasado el tiempo, lo que le sirve para reflexionar sobre su propio existir humano.

En Jardines, las rígidas piedras de Ávila sueñan con ser plantas emocionadas, y las plantas solo sueñan con crecer a su libre albedrío, con dejarse llevar y tender al caos, al desorden, como está en su naturaleza. Los jardineros, con sus podas y sus recortes, los hortelanos con su siembra, son portadores del orden, del equilibrio humano. La selva representa la anarquía, el triunfo de la Naturaleza sobre la humanidad. Sin el trabajo de un jardinero, las plantas acaban cubriendo las estatuas construidas por el hombre, porque la natural tendencia del universo es el caos, la vida, incluso la autodestrucción. "Así comienza el final, tan solo / con una hoja de más", escribe Bellveser.

Jardines es la armonía precisa entre razón y espontaneidad, rigidez y emoción, luz y oscuridad. Las piedras no pueden crecer, tienen su forma fija y eterna, mientras que las plantas deben ser recortadas y cuidadas constantemente. Finalmente, piedras y plantas acaban asemejándose, inmóviles en su perfección, víctimas de la mano humana.

Al final de cada poema surge el poeta, mostrando al lector que la visión de estos jardines, piedras o selvas constituye una contemplación subjetiva, desde sus ojos. Lo muestra con una reflexión emocionada acerca de su propia vida, identificándose con las plantas que luchan por tender al caos, limitadas por un orden obligado, por un existir a medias; identificándose también con las piedras, y a la vez, dejando constancia de lo efímero de su tiempo frente a la eternidad de los jardines. En los jardines, se suceden los nacimientos y las muertes, igual que en el conjunto de la humanidad.

La contemplación desde los ojos del poeta se vuelve esencial en este libro, porque desde su subjetividad, la voz poética afirma que todos los jardines y su frenético existir serán un sinsentido cuando el ya no viva para poder mirarlos, porque la muerte lo transportará a la ausencia de conciencia, a la nada.

En este delicado poemario de Bellveser, ganador del III Premio "Universidad de León" de Poesía, los jardines son vida y a la vez son escenario de vida, de historias, de recuerdos. Escribe Bellveser que los jardines "hacen de mí un ser más frágil, cercano al temblor". Como un tallo susceptible de ser arrancado, en cualquier instante, por la mano de un jardinero.

Poesía

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