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"La identidad perdida" presentación del libro de Lola Moreno

Por Javier Velasco Oliaga
jueves 23 de octubre de 2014, 13:23h

Juan-Simeón Vidarte, diputado socialista y secretario general en funciones del PSOE durante la Guerra Civil Española en el verano de 1937, fue subsecretario del ministerio de Gobernación en el mismo periodo. Por motivos de trabajo se tuvo que desplazar a Ginebra para intervenir en la Sociedad de Naciones y cuando estaba allí fue llamado por el presidente del gobierno Juan Negrín para que cumplimentase una misión secreta.

Tenía que ir a México para tratar con el presidente mexicano, general Lázaro Cárdenas, la liquidación de los pagos de los barcos de guerra que España había comprado a México, pero aquel viaje ocultaba una misión secreta: Vidarte tendría que hablar con el presidente mexicano los términos de la más que probable inmigración de muchos futuros exiliados; ya preveía Negrín en 1937 que la guerra estaba perdida y que la única posibilidad que tenía la república española era la resistencia a ultranza a la espera de que estallase un conflicto en el corazón de Europa. Negrín tenía razón respecto a que la única posibilidad de la república era el estallido del conflicto que finalmente se produjo terminada la contienda nacional y toda resistencia fue inútil.

Vidarte y su esposa Francesca se desplazaron a México en barco en el último trimestre del 37. Empezó las conversaciones con el general Cárdenas para preparar el exilio y éste quiso enseñarle algunas zonas de México y a un grupo de niños españoles que recientemente habían sido enviados, en junio de ese mismo año, a la población de Morelia. Los niños se encontraban en el Colegio México-España y Juan-Simeón Vidarte relata esa experiencia en su magna obra Todos fuimos culpables, posiblemente la mejor obra sobre la contienda española:

Uno de los profesores nos contó cómo los niños se levantaban sobresaltados en las madrugadas, creyendo escuchar el estruendo de las bombas y los gritos de angustia de los heridos. Visitamos comedores, dormitorios y aulas. Los muchachos estaban felices y se les veía robustos y contentos. Se encontraban como en España en los mejores tiempos. Entre aquellos niños salieron una pléyade de jóvenes que honraron a México y a la España republicana, entre ellos Rafael López Miarnau, director de escena y el notable escultor Martínez Aguilar.

Evidentemente Vidarte, como buen político, no se dio cuenta de lo que allí ocurría y sólo prestó atención a lo que le contaron y pese a su fino olfato, no fue capaz de vislumbrar la realidad de los Niños de Morelia. Si hubiese leído el libro de Lola Moreno, se habría dado cuenta de que en las visitas oficiales sólo se ve lo que se quiere ver y sólo se enseña lo que se quiere enseñar. Afortunadamente, alguien ha investigado el tema y ahora nos da una visión distinta a la que la historia nos contaba.

La presentación del libro La identidad perdida de Lola Moreno se llevó a cabo en uno de los templos de la cultura española, el Ateneo de Madrid, hoy en decadencia por las luchas intestinas que en él se dan entre las dos facciones imperantes en el Ateneo, por un lado los liberales y por otro los ácratas, actualmente en el pode,r que rigen de una manera un tanto descabellada esa histórica institución. Anteriormente, José Luis Abellán, uno de los presentadores del libro e historiador que ha estudiado el exilio español, como pocos, modernizó la institución y llevó a cabo una gran labor de acondicionamiento y modernización en sus ocho años de gestión.

La autora en la presentación dio las gracias a la editorial por confiar en ella y a los presentadores que fueron José Luis Abellán, historiador, Gabriel Elorriaga, ex diputado y ex senador y Fernando de Orbaneja, escritor e ingeniero, y sobre todo a su amiga Rita Félix que sin su ayuda no hubiese llevado a cabo esta obra. Explicó la génesis de su obra y su interés por los Niños de Morelia, "mi interés se despertó en un 12 de Octubre de 2005, en la recepción a la que son invitados los españoles residentes en la Ciudad de México por el embajador de España. Ese día quiso el destino caprichoso que un anciano con gesto adusto, y una mirada perdida y melancólica, llamara mi atención. Aunque de complexión fuerte y seguro de sí mismo, desprendía un cierto desvalimiento", relató la novelista.

Y continuó refiriendo "me fui hacia donde él estaba y traté de iniciar una conversación. Me presenté y le pregunté su nombre, a lo que me respondió con un simple: `Yo soy Niño de Morelia`. No pude evitar seguir con la conversación y que me relatara su experiencia. No hizo falta insistir mucho, a la segunda frase, ya me estaba describiendo con lágrimas en los ojos sus terribles vivencias. Fue tal la conmoción que sentí, que una vez terminada la recepción, acordamos vernos otro día en el que me presentaría a más niños. Los testimonios me resultaron desgarradores. Enseguida me dije que estos hechos tan dolorosos y lamentables no podían quedar en la ignorancia colectiva, y así fue como me decidí a contar su historia".

Abellán se mostró particularmente satisfecho del libro, "es una novela bien construida, hay una buena trama, un argumento interesante tejido alrededor del protagonista y se lee con verdadero interés, pero también es una lección de historia", señaló el historiador y lo que es muy importante: refleja fielmente las peripecias de estos niños y los momentos de dolor tan grande que pasaron.

Después tomó la palabra el ex senador Gabriel Elorriaga, autor del libro El camino de la concordia donde relata magistralmente el final de franquismo y la transición democrática, que destacó el gran conocimiento de las situaciones vividas por estos niños que tiene la autora. Definió al libro como "una historia trágica, y lo que le da una fuerza especial a este episodio es que afecta a unas personas que no son responsables de nada. Eran víctimas inocentes".

En su opinión se cometieron varios errores por todas las partes y la experiencia se convirtió en un calvario para los niños que vivieron en ese colegio inhóspito con unos responsables que no les hicieron la vida fácil, baste recordar las palabras con que el director les acogió el primer día: "ya pueden ir olvidando su orgullo español y su rebeldía". Para Elorriaga no se podía decir nada peor a esos niños que tardaron más de 30 años en darles la ciudadanía mexicana y estuvieron viviendo como apátridas todo ese tiempo.

Terminó la presentación el ingeniero y escritor Fernando de Orbaneja, autor de libros tan imprescindibles como España, historia de un fracaso y Opus Dei: la santa coacción, que hizo una semblanza de Lola Moreno y recordó que ella, conservadora del Museo del Ferrocarril de Madrid, ha documentado un episodio bastante desconocido en nuestra historia que es el del viaje a México de unos niños que fueron enviados por sus padres al extranjero para no ver los horrores de la guerra, pero que al final se convirtió esta experiencia en una aventura tormentosa.

"La herida fue tan grande que nunca ha cicatrizado", recordó Orbaneja, lo que se dice en el libro. "Me parece justificable que los padres por querer apartar a sus hijos de las desgracias de la guerra los enviasen al extranjero. Con buena intención los padres se equivocaron porque salvo muy raras excepciones no volvieron a ver a sus hijos", añadió.

En su opinión el general Lázaro Cárdenas y su mujer también se equivocaron porque creían que los niños de Morelia estaban en las mejores condiciones y, sin embargo, estaban pasando por un auténtico infierno. Concluyó diciendo que "la sociedad española tiene que tomar conciencia de esta desgarradora experiencia para que nunca más la intolerancia de unos contra otros vuelva a conducirnos a este tipo de situación, que no vuelva más la sinrazón para que nadie quede atrapado en una identidad perdidad".

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