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"Pedro Ansúrez", de Justiniano Rodríguez Fernández

Editorial Maxtor
Por José María Manuel García-Osuna Rodríguez
miércoles 04 de marzo de 2020, 19:00h
Pedro Ansúrez
Pedro Ansúrez
Estamos ante una obra escrita por uno de los buenos historiadores leoneses del pasado siglo XX; historiador muy riguroso, que ha ido dejando huella entre todos los que estamos siguiendo su estela legionense inmarcesible. Su acercamiento al Reino de León es de primera calidad, sobre todo cuando no queda otro remedio que dejar bien claro qué lugar ocupaba esa pseudoinventada Castiella en su, tal como era, un territorio dependiente de León, y de esta forma evitar ese desparrame castellanista de la falsa e inexistente Corona de Castiella.

En estas circunstancias, la obra que hoy reseño es del año 1966, reeditada magníficamente en el año 2018; aprovechando el año en que se celebró el 900º aniversario del fallecimiento del gran conde-dux leonés, personaje fidelísimo del gran rey Alfonso VI de León [Toledo, 1040/1041-REY DE LEÓN desde 1065 hasta 1072, y desde 1072, hasta Toledo, 1 de julio de 1109]. En 84 páginas apretadas se nos acerca a la vida y a la obra de este magnate legionense, cuya altura política era acorde a la física (estatura de 2’03 metros).

Estamos en la riquísima época histórica de la dinastía borgoñona, de la que Alfonso VI es el ejemplo por antonomasia, todo ello ha enriquecido aquel Regnum Imperium Legionensis, que es el rector de la Reconquista. Pedro Ansúrez es considerado peyorativamente el Anticid, para algunos castellanotes apartadizos, lo que tiene un fondo importante de verosimilitud, al medir dos comportamientos éticos antagónicos, como ya había ocurrido en el pasado siglo X entre un fidelísimo Ansur Fernández y un felón de primera magnitud llamado Fernán González, estos magnates asimismo en la curia regia de Ramiro II el Grande de León. La obra está escrita con cierto parecido hacia la de Sánchez-Albornoz relativa a “Una ciudad en la España cristiana en el año 1000”; existe narración, sociología e historia política con mayúsculas. Se colige que pudo nacer, como segundo vástago varón del primer enlace marital del conde Ansur Díaz, hacia el año 1037, Ruy Díaz de Vivar moriría en el año 1099.

El Campeador presenta cierta probabilidad de haber nato en la urbe imperial legionense, ya que resulta ciertamente disparatado considerar que su madre pudiese desplazarse, en ese siglo XI, desde León hasta Vivar, siendo como era la esposa del alférez regio del rey Fernando I Magno de León. Como su segundogénito regio varón; llamado Alfonso, es el preferido, y protegido de sus dos hermanas Urraca y Elvira; será este joven magnate su maestro de armas, mientras que el de Vivar lo será del primogénito varón llamado Sancho; ambos maestros del aprendizaje necesario del manejo de las armas para ambos príncipes. Los dos condes serán jóvenes de gran temperamento, de nobles condiciones por su nacencia, y de un valor prodigioso. La presencia, en León, del cuerpo canonizado de San Isidoro estimulará la idea imperial legionense. Será la idea patrimonial del Pampilonensium Regnum lo que motivará, por parte de Fernando I, la división de la Corona de León en tres territorios regios: Castilla para Sancho, León y el título imperial para Alfonso, y las Galicias para el benjamín García. Pedro Ansúrez es muy inteligente y tiene una gran capacidad de gobierno, según Carlyle: “la suprema manifestación del héroe radica en la genialidad política”. El Campeador de Vivar se moldearía como uno de los héroes guerreros paradigmáticos del Medioevo.

El conde Ansúrez estará en Golpejar o Volpejera, cuando esa victoria leonesa cierta es revertida, por las malas artes del señor de Vivar. Con Sancho II coronado, 12 de enero de 1072, como Rey de León, Pedro Ansúrez acompañará a Alfonso VI a su destierro en la taifa leonesa de Toledo. Tras la muerte de Sancho II, Alfonso VI será aceptado como Rey de Castilla, y el conde castellano Gonzalo Salvadores apoyará la política legionense. Entre los años 1073 y 1080 se comienza a calificar a Alfonso VI como emperador en el sentido del neogoticismo leonés. Pero, ya desde el año 1068, Pedro Ansúrez se encargaba de la dirección y del gobierno de los planes político-militares de la Corona de León, lo que debió abandonar por su exilio a Toledo. Destaca con luz propia la madrastra del conde llamada Justa Fernández “La Condesa”, a la que el magnate calificará como “mi madre la condesa doña Justa”.

El rey Alfonso VI está muy vinculado al cenobio sahagunino, y allí descansará con su alférez aprendiendo política y religiosidad. Nunca ha tenido el gran magnate leonés “buena prensa castellanista”, por razones obvias, y siendo además tío carnal de los vilipendiados infantes de Carrión. Su primera esposa sería la condesa Eilo Alfónsez, la cual moriría en Valladolid, tras tener cinco hijos: Mayor Pérez (esposa del sobrino cidiano, Alvar Fáñez de Minaya), María Pérez (esposa del conde Armengol V de Urgel), Urraca, Alfonso y Fernando; probablemente de las secuelas de un sobreparto. La secunda esposa llamada Elvira Sánchez pasará de puntillas por la historia.

De nuevo, Pedro Ansúrez, será quien se encargue de la educación de la futura Emperadora de León y Reina de Toda Espanna, Urraca I Adefónsez. Este eximio magnate leonés sería el fundador de la ciudad leonesa de Valladolid, hacia el año 1074, cuando el Rey Alfonso VI de León le donó la Plaza Mayor; urbe que se incorporaría, de forma espuria, a la Castilla de Alfonso VIII. En el año 1109 moría Alfonso VI, y de nuevo el conde Ansúrez tomaría las riendas del poder, ahora como consejero de Urraca I y de su segundo esposo Alfonso I el Batallador… En suma, que delicia de estudio histórico que nos reconcilia con la historiografía más correcta, sobresaliente y rigurosa. Et hoc est quod Comites!

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