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"Felipe II (1527-1598). La configuración de la monarquía hispana", de José Martínez Millán y Carlos J. de Carlos Morales (directores)

Editorial Junta de Castilla y León
Por José María Manuel García-Osuna Rodríguez
sábado 10 de octubre de 2020, 13:00h
Felipe II. La configuración de la monarquía hispana
Felipe II. La configuración de la monarquía hispana
La Consejería de Educación y Cultura de la Junta de León y Castilla nos ofrece otra obra maestra de su fondo editorial, que debería producir envidia en otros fondos editoriales autonómicos.

Felipe II Habsburgo va a nacer el 21 de mayo de 1527 en la gran urbe vallisoletana. Este infante español, con sus defectos y sus virtudes, se incardinará en un tiempo histórico convulso, de una enorme complejidad social, política e ideológica. Su padre, el emperador Carlos V no había sabido gobernar aquel número enorme de seres humanos de todo linaje y condición, con diversas lenguas, al poco tiempo con dos credos religiosos enfrentados bélicamente, y condiciones económicas muy diversas. Carlos V no pudo o no supo articular todos estos hechos alrededor del trono imperial. El caldo de cultivo fue la disidencia protestante del ex-fraile agustino Martín Lutero, que tantos quebraderos de cabeza daría a Carlos V. Las rebeliones de los comuneros en los Reinos de León y de Castilla, aunque mientras no hubo disidencias en las Comunidades legionenses, si las hubo y muy fuertes en Castilla donde su cabeza rectora, Burgos, se pasó por el vil metal al bando del emperador. A ello se unirá la rebelión de las Germanías en los Reynos de Aragón. Para complicar más, si cabe, la cuestión de la riqueza de controversias de la Baja Edad Media, Felipe II se encontró con todo este conglomerado de dificultades específicas de la naciente Edad Moderna.

Paradójicamente la Europa borgoñona y de la Europa del norte que desembarcan, en el pueblecito asturiano de Tazones, con el futuro emperador Carlos V, aportarán un cierto espíritu de modernidad, reformista y humanista, que será guillotinado de forma inmisericorde por aquel monarca en cuyas tierras “no se ponía el Sol”, pero que tenía un carácter dogmático y muy poco negociador, y al que asustaban cualquier movimiento que fuese renovador y europeo a la vez. No se fiaba ni de su propia familia, verbigracia el Príncipe don Carlos, su hijo mayor, y de su brillante hermanastro don Juan de Austria. Lo más patognomónico de la corte milagrera de Felipe II era la forma de patronazgo y de clientelismo como se realizaban los nombramientos del funcionariado, que no ocurrían por la actitud o la profesionalidad; todo ello contrastaba con lo realizado por el pragmático bisabuelo de Felipe II, el rey Fernando V de León y de Castilla, “el Católico”, y de aquella pléyade de sus secretarios, como por ejemplo el axioma de: “eso averígüelo Vargas”. Este extraordinario libro presenta dos apéndices paradigmáticos, que demuestran una gran capacidad de trabajo: El primero se refiere a la toda la Relación Cronológica de los consejeros de Felipe II o Consejeros de la Corte. El segundo contiene el nombre y una biografía resumen de cada uno de ellos, que son una auténtica delicia. “En suma, para comprender las circunstancias políticas, ideológicas y sociales de la época en que nació Felipe II y se desarrolló su reinado, es preciso remontarse en el tiempo”.

Desde el nacimiento de Felipe II y su primera boda con su prima María de Portugal (1545), el gobierno de los Reynos de Castilla y de León, según la ortodoxa nómina regia de los Habsburgo, estuvo dirigido por miembros del partido aragonés o fernandino, proclives a Fernando el Católico. Carlos V había depositado en ellos toda su confianza, tras la rebelión de los comuneros. Todos ellos habían llegado a los reinos de Castilla y de León acompañando al Príncipe de Gerona, futuro rey Fernando el Católico; y eran de la total confianza del taimado monarca Juan II de Aragón. Además para enrevesar más la cuestión, eran de origen marrano. Muy pragmáticos e intransigentes, ya que se sentían muy apoyados por el trono, y eran mal vistos porque buscaban el rápido e incontrolado enriquecimiento. Hay que destacar a Miguel Pérez de Almazán, Pedro Quintana, Juan Ruiz Calcena, Lope de Conchillos, Hugo de Urríes y Juan García. Destacaba, aunque todavía en un segundo plano, pero ya irradiaba respeto, el Comendador Mayor de León de la Orden de Santiago llamado Francisco de los Cobos, su titulación define la no desaparición del concepto regio leonés en ninguna circunstancia, a pesar del engrosamiento de una Castiella, que parece que está hasta donde no debería estar.

Además el 4 de mayo de 1543 Carlos V dio a su hijo lo que se conoce como las Instrucciones de Palamós: “Tanbién, hijo, haueis de mudar de vida y la comunicación de las personas. Hasta agora todo vuestro acompañamiento han sydo niños, y vuestros plazeres los que entre tales se toman. Daquí adelante no haueys de allegarlos a vos, syno para mandarles en lo que han de seruyr. Vuestro acompañamiento principal ha de ser de honbres viejos y de otros de edad razonable, que tengan virtudes y buena plática”. Los dos grupos políticos que se enfrentan en los Reynos de Castilla y de León, tras la revolución de las Comunidades, tienen diversas raíces políticas; una de ellas es la denominada “fernandina” y la otra “felipista”. Durante la época infantil del rey Felipe II, el cardenal Távera y Francisco de los Cobos (Comendador Mayor de León) son los que rigen la política; su ética y su intelectualidad provienen de la filosofía de la ortodoxia de Santo Tomás de Aquino, su centro cultural por antonomasia es el colegio mayor de Santo Tomás de Sevilla, fundado por el rigorista fray Diego de Deza. Esto es lo que puedo indicar a priori sobre esta obra fuera de serie, de conspicua recomendación. Arma virumque cano!

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