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"Nazarí", novela histórica de Mario Villén Lucena

Edhasa Editorial
Por José María Manuel García-Osuna Rodríguez
martes 16 de febrero de 2021, 09:00h
Dentro, reitero, de lo bien que se realiza la novela histórica en las Españas, aquí tenemos otra que, dentro de la Plena Edad Media, merece todos los plácemes.
Nazarí
Nazarí

Quizás se debe realizar una levísima crítica a la Introducción al Contexto Histórico, y que se relativa en que no existe, “al que se sumaba la pugna constante con el reino de León”, ya que es la oprobiosa Castiella la que no respeta al gran Reino de León, teniendo Alfonso VIII el de Las Navas [Soria, 11 de noviembre de 1155-REY DE CASTILLA entre 1158 y, Gutierre-Muñoz, del domingo 5 al lunes 6 de octubre de 1214], según carta escrita a su hija Blanca, la idea preconcebida de repartirse con Portugal el glorioso Regnum Imperium Legionensis, en este momento gobernado por un joven genial, Alfonso IX [Zamora, Reino de León, 15 de agosto de 1171-REY DE LEÓN, desde 1188 hasta, Sarria, Reino de León, 24 de septiembre de 1230], el creador de la Cuna del Parlamentarismo con las Cortes del Reino de León de 1188, en las que por primera vez participaron los ciudadanos elegidos por las ciudades.

Como es público y notorio, el Reino de León es un SEÑORÍO DE MUJERES. Será Abu Abd Al-Iah Muhammad ibn Tumart (c. 1080-1128) el líder religioso de los beréberes masmudí quien funde el fanático movimiento religioso almohade. En este momento histórico, los almorávides han sido desplazados, por su tibieza religiosa, por estos almohades. Los almohades tomarán el poder en Marrakech en el año-1147. En Al-Andalus crearán su propio califato. En esta obra aparecen dos hitos bélicos históricos esenciales: la batalla de Alarcos (1195) y, sobre todo, la de Las Navas de Tolosa o de Úbeda (1212). El personaje principal de la narración es Muhammad ibn Jusuf ibn Nasr o Muhámmad ibn Al-Ahmar [Arjona, 1194-PRIMER REY NAZARÍ DE GRANADA, desde 1238 hasta, Granada, 1273], más conocido como Ibn Al-Ahmar o “EL ROJO” por el color de su barba. El primer capítulo y único narra el nacimiento del emir, comenzando como primer epígrafe con la desgraciada batalla de Alarcos, de julio de 1195.

El autor indica que no llegaron los refuerzos, pero en la pura realidad histórica los refuerzos del rey Alfonso IX de León sí llegaron, pero la prepotencia y soberbia del rey de Castilla se adelantó a la fecha propuesta y no esperó a su joven primo leonés. Destaco, como leonesista, el epígrafe dedicado al verano de 1204, dedicado a la ciudad leonesa de Toro, donde se relatan las malas artes antileonesas del papa Inocencio III, quien conmina a los regios esposos (Alfonso IX y Berenguela de León) a separarse bajo pena de excomunión, ya que el rey de León es tío de su esposa. Los epígrafes se suceden, mayoritariamente en Arjona, donde se narran los hechos que acercan a la fecha de Las Navas de Tolosa (1212).

En Burgos, septiembre de 1211, llega la noticia de la caída de Salvatierra, y Berenguela le comenta a su hijo Fernando, futuro Fernando III de León y de Castilla: “La derrota de los caballeros no ha sido en vano, será la excusa para unir a todos los reinos cristianos de una vez por todas. Nuestro rey ya ha comprometido al rey de Aragón y está en conversaciones con Navarra, León y Portugal”. Los diálogos son de una enorme agilidad, la delicadeza con la que se acerca al personaje, Ibn Ahmar, enaltece la narración. En Toledo, invierno de 1213, la ex-reina Berenguela de León realiza un panegírico castellanista que sobra: “Castilla salió reforzada de la campaña. Nunca olvides que fue Castilla quien organizó el ejército”.

En Arjona, enero de 1214, se recibe la noticia de la muerte del Miramamolín, el perdedor de Las Navas de Tolosa, Al-Nasir, parece ser que envenenado por uno de sus visires. Existe una especie de imbricación importante entre los capítulos dedicados a los cristianos y los relativos a la evolución histórica de Ibn Ahmar: “Hiba le oyó entrar y acudió al zaguán para ayudarle a quitarse las botas. -¿No me das un beso? El hombre posó sus labios en los de ella y salió al patio. –Hadi, espera. –El marido se detuvo y se giró hacia ella-. Estoy embarazada –soltó de pronto mientras se acariciaba el vientre-. No he sangrado en dos lunas”.

En Palencia, primavera de 1217, se narra el posible complot para acabar con el rey-niño Enrique I de Castilla, algo que algunos historiadores defendemos, y en el que pudieron estar implicados el todopoderoso obispo Tello Téllez de Meneses y la propia Berenguela: “Al fin acudieron varios hombres del palacio y trasladaron al niño al interior mientras otros avisaban a los médicos del obispo. Tello Téllez de Meneses se quedó solo en el patio. Se miró las vestimentas y las manos manchadas de sangre, y las náuseas lo envolvieron desde lo más profundo de sus entrañas. ‘La sangre de un niño mancha mis manos’, pensó y sollozó”. En la página 189 se cita, palabras recias pronunciadas por Berenguela, para apoyar la candidatura de su hijo Fernando al trono de Castilla: “-La Corona de Castilla me pertenece, bien lo sabéis –habló con voz potente para que todos la escucharán-. Eso nadie podrá cambiarlo, Dios lo sabe. –Paseó la mirada por los rostros de los reunidos-. Como soberana, cederé el gobierno de Castilla a mi hijo Fernando, pero me reservo la voluntad para las cuestiones más importantes”.

Pues bien, soy uno de los medievalistas que niega absolutamente, y basado en las Crónicas, y las Fuentes, la existencia de ese concepto anhistórico de Corona de Castilla, ya que la titulación regia, repetida hasta la saciedad en todos los textos, es de REYES DE LEÓN Y DE CASTILLA o viceversa. Sea como sea, esta pequeña aproximación a esta magnífica novela-histórica pretende inclinar a la adquisición y lectura de este volumen sobresaliente: “-El destino de los nazaríes está unido a esta ciudad. Nunca abandonaremos Granada…”.Qui cum sapientibus graditur erit amicus stultorum efficientur similis.

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