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"Pedro Menéndez de Avilés. Señor del Mar Océano. Adelantado de la Florida", de Antonio Fernández Toraño

Editorial EDAF
martes 11 de mayo de 2021, 17:52h
Pedro Fernández de Avilés
Pedro Fernández de Avilés
Para alguien que vive en Avilés, como un servidor, es un gozo importante e inusitado realizar un ensayo sobre el avilesino más paradigmático de la historia. Aunque, comenzaré con una crítica al autor, en la página-34 existe una foto de Felipe II de España, donde se refieren todos los reinos del todopoderoso monarca Habsburgo; desde Castilla hasta Portugal, ¿y León, donde está?; es otro de los estados de las Corona de las Españas, y me parece extraño que se cite a Castilla y no a León, uno de los cinco reino peninsulares.

Desconocimiento inaceptable; y por cierto ¡León no es Castilla en ninguna circunstancia y nunca lo será! Este preámbulo era necesario para subrayar identidades prístinas y exigibles. En unas 500 páginas se relata, de forma pormenorizada, toda la dimensión vivencial de este gran señor adelantado de La Florida. Desde los inicios del siglo XVI, ya se tenía un claro conocimiento de dicho territorio en las Españas, ya que la navegación desde la denominada Tierra Firme o Nueva España era muy próxima a las costas orientales u occidentales de dicho lugar. “Y el descubrimiento por Alaminos de la Corriente del Golfo de México, fluyendo de Sur a Norte, durante la primera expedición de Juan Ponce de León en 1513, hizo que el Paso de las Bahamas pusiera esta región del subcontinente americano en las cartas de navegación con más fuerza aún, pues su utilización significaba un notable ahorro de tiempo en estos viajes”. Las estaciones en la zona eran tan favorables, que el tráfico de todo tipo se hacía, estudiando cómo evitar la temporada de los huracanes.

El Adelantado de La Florida pretende, sin ambages, rescatar, de la mejor manera posible, a los españoles que están viviendo como prisioneros entre los indígenas del territorio; la causa de este aherrojamiento de los hispanos estaba motivada por los múltiples naufragios existentes en el Golfo de Florida. Desde 1513 hasta finales del año 1540, el territorio que hoy me ocupa es claramente hostil hacia sus descubridores europeos. ¡Ah!, por cierto, en la página 112, se cita el nombre anhistórico de la Corona de Castilla, corrección absoluta, no existe esta denominación como Unión de Reinos, ya que la titulación de los monarcas es siempre Reyes de Castilla y de León. El primer asentamiento se producirá por medio de Juan Ponce de León, este hombre fallecería en 1515, muerto en una emboscada por los indígenas de un cacique llamado Carlos. 50 años más tarde Pedro Menéndez de Avilés y los jesuitas se asentarían temporalmente en este llamado ‘Territorio de Carlos’. El segundo asentamiento se producirá, en el año 1523, por medio de Lucas Vázquez de Ayllón. Las habituales tormentas, aquel clima tan complejo y, sobre todo, las guerras con los aborígenes conllevaron la muerte de más de 400 hombres de los 600 expedicionarios, el jefe de los españoles ya citado moriría de malaria en octubre de 1526. En diciembre de 1526 llega Pánfilo de Narváez, la aventura acabaría trágicamente en las aguas del Golfo de México; uno de los supervivientes sería Alvar Núñez Cabeza de Vaca. En 1537 llega Hernando de Soto.

De Soto finalizaría su vida, en el actual estado de Texas, en mayo de 1542. “Finalmente, y a pesar, de la peligrosidad de los naturales de la zona, demostrada ya en múltiples ocasiones, en junio de 1549 el dominico padre Luis Cáncer y otros dos compañeros suyos murieron a manos de los pobladores de la Bahía de Tampa, ante los ojos aterrados de quienes a bordo del navío los habían transportado hasta allí, en un intento ingenuo y voluntarioso de evangelizar a los nativos de aquella zona”. El inca Garcilaso de la Vega indica, claramente, que hasta el año 1549 habían muerto unos 1400 entre civiles y militares, además de 10 sacerdotes de las Órdenes de predicadores y 8 clérigos regulares. Está claro que el emperador Carlos V ya ha considerado como ruinosa estas expediciones a La Florida. Ya está Felipe II de España “el Rey Prudente”en el trono de las Españas; y, motu proprio, decide colocar la responsabilidad sobre los hombros de uno de sus más fieles servidores, y que es quien mejor conoce las islas y las aguas caribeñas. En este momento Pedro Menéndez de Avilés se encontraba en prisión, por causa de haber sido encausado como contrabandista, y acusado de tener variadas deudas con la propia Corona. Sea como sea, el marino avilesino estaba dotado de una lealtad a prueba de toda duda.

Menéndez de Avilés recibe la noticia con un gran alborozo. “El memorial, que carece de fecha como ya se ha comentado más arriba, nos da la oportunidad de apreciar otra de las cualidades no siempre bien destacadas de la personalidad de Pedro Menéndez de Avilés: su facilidad para exponer los hechos que interesa sean conocidos, analizar los problemas que esos hechos pueden producir, y plantear las soluciones que en cada caso parecen más convenientes”. Al conocido monarca español se le plantean, en dicho texto, dos hechos que siempre suelen motivar mucho a ese monarca tan complicado, y que son los aspectos religiosos y los políticos. El marino indica al soberano que tiene ya la certidumbre de la presencia de buques de guerra franceses, en los años 1562 y 1563, en la zona. Dentro de los peligros que se ven en lontananza, el marino expone los problemas que se pueden producir sobre la rebelión de los negros y de los mulatos en Santo Domingo, Puerto Rico y Cuba: “… y si los franceses e ingleses se adueñaran de la situación quedarían libres y a causa de esto los ayudarán los negros contra sus propios amos y señores ”. Estimo es suficiente y bastante para recomendar esta obra sobre el personaje más conspicuo de la villa de Avilés, en la que resido in illo tempore. Pars melior humani generis, totius orbi flos”.

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