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"Confederación. Los Estados Confederados de América y la guerra civil. 1861-1865", de Emilio Ablanedo

Ed. Actas-2021
Por José María Manuel García-Osuna Rodríguez
martes 07 de diciembre de 2021, 19:40h
Confederación
Confederación

Estamos ante uno de los mejores libros de Historia sobre los Estados Confederados de América, y lo que representó para los confederados, sureños o rebeldes su derrota en la Guerra Civil entre los Estados, desde 1861 hasta 1865.

Según el novelista y Premio Nobel de Literatura (en el año 1949) William Faulkner, nacido en el sudista Estado de Misisipi, para todo joven del Sur de los EE. UU. existirá en su consciencia individual y colectiva el deseo de que, en aquella fatídica tarde del 3 de julio de 1863, en el villorrio de Gettysburg, en el Estado de Pensilvania, todo se hubiese desarrollado de forma muy diferente a lo que en realidad ocurrió; sobre todo por la inexplicable torpeza de los oficiales confederados en aquella trágica jornada histórica. Se deben realizar bastantes preguntas sobre cómo y por qué ocurrió aquel drama entre el industrial Norte y el algodonero Sur de los EE. UU. de América. 12.500 soldados confederados o rebeldes se inmolaron frente a los odiados yankees. La mayoría de aquellos jóvenes de los estados de Virginia, Carolina del Norte, Misisipi, Alabama, Tennessee, Texas, Arkansas, Carolina del Sur, Georgia, Luisiana, Florida, Misuri, Kentucky, luchaban ilusionados como voluntarios por defender una forma de vida, absolutamente incalificable y amoral como la esclavitud de la raza negra.

El vicepresidente de la Confederación, Alexander Stephens, declaró la ‘piedra angular’ del nuevo gobierno: “era la gran verdad de que el negro no es igual al hombre blanco, esta esclavitud, subordinación a una raza superior, es su natural y normal condición. Nuestro gobierno es el primero, en la historia del mundo, basado sobre esta gran verdad física, filosófica y moral”. Lo terriblemente paradójico del hecho esclavista es que la mayoría de los confederados, por encima del 95%, no tenían esclavos, y vivían en granjas muy humildes que ellos mismos cultivaban. Su agricultura era prístinamente de subsistencia, no estaban preocupados por los aranceles aduaneros, que les imponía la política de Washington, y no estaban capacitados para comprender las disquisiciones constitucionales sobre la secesión frente al Norte industrial y rico. “¿Por qué luchaban entonces? Poco tenían que ver estos hombres con los elegantes y refinados protagonistas de ‘Lo que el viento se llevó’, aficionados a la poesía y de modales exquisitos. Vestían una mezcla de raídas ropas civiles y militares a las que con algo de imaginación se podía llamar uniforme. Algunos iban descalzos. ¿Por qué peleaban?”. Con anterioridad a la Guerra de la Independencia de los Estados Unidos del Reino Unido de la Gran Bretaña, 1775-1783, la esclavitud estaba generalizada en todas las colonias británicas norteamericanas; no existiendo ningún tipo de problemas sobre si esclavitud sí o no. Obviamente esto va a cambiar, de forma moralmente radical, cuando se produzca la derrota de los ingleses; ya que ahora todo es diferente, aquellos puritanos, mayoritariamente esclavistas, ya estaban a favor de cambiar su modus operandi.

La nueva idea revolucionaria era incompatible, total y absolutamente con la esclavitud, y esta con aquel liberalismo novísimo en las Américas. Massachussets, Rhode Island, Connecticut, Vermont, Nueva York, Pensilvania y Nueva Jersey comenzaron a embarcarse y legislar, obviamente, en contra de los esclavos; seres humanos que en bastantes ocasiones sufrían maltrato inclusive cruento. “Se calcula que en la década de 1820 solamente quedaban 3.000 esclavos en el Norte, la mayoría trabajando en granjas de Nueva Jersey. Lo cierto es que la esclavitud podía proscribirse fácilmente en esta región puesto que eran pocas las explotaciones agrícolas que recurrían a la mano de obra esclava y, además, no era un factor relevante de la economía norteña, pues el Norte tenía abundancia de mano de obra blanca para realizar este tipo de trabajos. La mayor oposición a la esclavitud provenía, precisamente, de las clases trabajadoras, y no por razones morales, sino porque la percibían como una competencia desleal que les podría acabar expulsando del mercado laboral”.

En los futuros Estados de la Confederación la cuestión era muy diferente y antagónica; ya que la población afroamericana libre y esclava, era mucho más elevada que en el Norte. Se colige que en el año1790, el 50% de los habitantes de Carolina del Sur y de Virginia eran de origen afroamericano. Además a todo ello era preciso unir que en el Sur los prejuicios raciales contra los negros estaban muy arraigados, los meridionales los consideraban inferiores, y carentes del más mínimo instinto civilizatorio y cultural. No tenían el más mínimo problema en considerar que esa plausible liberación de sus esclavos transformaría al elegante y culto Sur en una especie de prolongación del África negra, lo que repugnaba, sensu stricto, a su idiosincrasia. El Sur era eminentemente rural y su economía estaba fundamentada en el trabajo esclavo. Su única riqueza estaba conformada por el cultivo del algodón, del tabaco, del arroz y del índigo; trabajos tan exigentes que solo los afroamericanos provenientes de los trópicos africanos podían trabajar y rendir en aquellas condiciones climáticas extremamente calóricas. “Los sureños siempre tenían presente en su inconsciente colectivo la revuelta de esclavos de Haití, movimiento que había comenzado en 1791 y que se había transformado en una auténtica revolución que finalizó con la independencia de este país en 1803, así como las insurrecciones en Santo Domingo”.

Existen, según algunos prestigiosos historiadores estadounidenses, tales como Robert Francis Engs, tres fases patognomónicas en la evolución de las plantaciones del Sur norteamericano. De establecimiento de la plantación; de consolidación de la plantación y la tercera fase o de decadencia. Todo lo que antecede es lo primigenio que puedo indicar, para comenzar el análisis, e invitar, sin ambages a la adquisición y lectura de este extraordinario libro, que no tiene nada que envidiar a historiadores con apellidos anglosajones. ¡Extraordinario volumen!, que merece lo mejor.In occasu saeculi sumus. ET. Errare humanorum est”.

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