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Marina Tapia
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Marina Tapia (Foto: Ángel Olgoso)

Entrevista a Marina Tapia: "Descubrí que lo más impresionante de ese pequeño mundo era la pureza del silencio"

Sobre "Bosque y silencio" su último poemario
martes 29 de marzo de 2022, 22:00h

Marina Tapia (Valparaíso, Chile. 1975). Poeta, artista plástica y divulgadora cultural. Desde el año 2000 reside en España y desde el 2013 en Granada. Ha publicado los libros 50 Mujeres desnudas (Amargord, 2013), El relámpago en la habitación (Nazarí, 2013), Marjales de interior (Aguaclara, 2017), Jardín imposible (Ayuntamiento de Baena, 2020), El deleite (Ayuntamiento de Vélez Málaga, 2020) y Bosque y silencio (Ayto. Aguilar de Campoo, 2022). Ha coordinado El pájaro azul. Homenaje a Rubén Darío (Artificios, 2016). Ha sido traducida al griego y al portugués. Sus poemas han sido incluidos en una treintena de antologías.

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    Marina Tapia

Bosque y silencio
Bosque y silencio

Entre sus numerosos premios destacan: Voces Nuevas (2007) de la editorial Torremozas, Arte Joven La Latina de la Comunidad de Madrid, 2008, Paco Mollá 2017, Certamen poético de Guadix 2014, Ciudad de Baena 2018, Joaquín Lobato 2019, el III Certamen de Poesía Social Mujer, Voz y Lucha y el Premio Águila de Poesía 2021.

¿Cuántos años le ha llevado escribir este libro?

La verdad es que fue escrito dentro de un solo año y en un solo espacio geográfico, los pinares que hay en la parte alta de La Zubia, pueblo de Granada donde vivo con mi pareja. Salía a caminar por esa zona a diario (antes de que la pandemia impidiera tales paseos) y era en el corazón del bosque, en sus caminos donde intentaba captar todo lo que ese paisaje me regalaba. En un comienzo empecé hablando acerca de los pequeños detalles que me seducían: las vetas de las rocas, la inclinación de los árboles… para luego descubrir que lo más impresionante de ese pequeño mundo era la pureza del silencio que allí se sentía, entonces me propuse componer un libro que de alguna forma lo definiera, lo convocara. Sabía que era un reto difícil escribir “con la contrariedad de mis palabras” sobre lo opuesto a ellas, sobre algo casi abstracto. Por eso el volumen está dedicado, además de a mi familia, a los pinares de La Zubia, ya que ellos son el artífice principal de este conjunto.

Veo que este libro se publica gracias a un premio literario. ¿Esperaba este galardón?

Tienes razón, se ha publicado porque he tenido la suerte de ganar el Águila de Poesía de la villa Aguilar de Campoo, en Palencia. Para mí fue toda una sorpresa, el fallo del premio se retrasó a causa de la pandemia y yo ya me había olvidado completamente de que había mandado mi poemario a este certamen. Incluso lo presenté a una editorial para que lo leyeran y valoraran. Era un libro que había pulido y trabajado bastante, deseaba darlo a conocer y compartir esa etapa de escritura que tanto me enriqueció internamente. Cuando me llamaron para comunicarme que “Bosque y silencio” había sido el ganador por unanimidad, experimenté una gran alegría, “va a salir mi niña” dije a Ángel como si se tratara de parir. Creo que esta criaturilla ha venido con su pan bajo el brazo, en el sentido que trae lo mejor de esa experiencia de vivir a un paso de un bosque, llega dando sus pataditas alegres, y siento que este poemario toca un tema muy necesario en estos momentos: la búsqueda de la serenidad para enfrentar las dificultades de la vida, la vuelta a los entornos naturales para hallar la paz que necesitamos en medio de la aceleración actual, la urgencia por implicarnos en la protección de estos parajes, lo conveniente de encontrarse con el silencio para que de él brote un lenguaje más profundo, menos agresivo, más depurado.

¿Qué lecturas acompañaron el proceso de creación?

Siempre estoy leyendo varios libros a la vez, por lo general, uno de poesía y otro de narrativa, memorias o ensayos; esta vez, las lecturas que han dialogado con lo que he escrito son “Soria pura” de Ángela Figuera Aymerich, “Enseñarle a hablar a una piedra” de Annie Dillard, “Soldar un abismo con aire. Poemas 601-1200” de Emily Dickinson, o “Claros del bosque” de María Zambrano. También me nutrieron mucho las conferencias sobre ecofeminismo de Yayo Herrero. Creo, además, que este poemario bebe de una concepción panteísta del mundo, casi me atrevería a decir que es un libro de corte espiritual; que, de alguna manera, revisa la tradición mística. Eso resulta palpable en los títulos de muchos de sus poemas (“Zarza ardiente”, “Casi venerable”, “Como esclava liberta”, “Visión” o “Clausura”), y también en versos como “no pagaré su diezmo”, “tan ancha fe de sol doy a mi rumbo” o “las tablas de la luz, el arca de una nueva alianza” que ponen de manifiesto de forma sutil esta intención subterránea.

El libro se compone de tres partes ¿puede hablarnos de ellas?

Sí, comienza con una parte titulada “Búsqueda”, luego le sigue “Médula” y se cierra con “Poesía”. En la primera, he centrado mis esfuerzos en definir el silencio y las motivaciones de mi afán; algunas veces utilizo figuras simbólicas como Gretel que ansía “la casa de fulgores que le espera” o Artemisa que marcha bosque adentro. En esta parte no sólo hago una reflexión o un soliloquio conmigo misma, también interpelo al silencio buscando, de alguna manera, que se manifieste de forma envolvente. “Médula” está compuesto de poemas donde cito algunos elementos concretos del bosque como zarzas, los conos del pinar, el viento, el sol, los árboles, las rocas o las piedras, aquellos “tesoros colectivos” que la naturaleza regala generosamente a la humanidad. También expongo acerca de esas mínimas presencias que guarda el misterio de una arboleda, sonidos sutiles, juegos de luz… todo lo que nuestra mente y nuestros sentidos no son capaces de asir completamente. Y abro el segmento final con una cita de José Ángel Valente que aclara muy bien acerca de la intención de este conjunto: “Un poema no existe si no se oye, antes que sea su palabra, su silencio”. Aquí, textos como “Afirmación”, “Rapto” o “Perseverancia” muestran a una persona que ya ha asumido su vocación y que se compromete con ella, su toma de conciencia ante la importancia de las palabras, del “oficio” de escribir. Y en el poema con el que cierro el libro, retrato la inquietud de que la voz creativa se seque, pero planteo la posibilidad de seguir viendo el mundo a través de los ojos de la poesía (“aunque luego a la luz del papel/ nada quede sellado con tinta”). Pienso que la mirada artística es la base de nuestro edificio de creación: nuestra forma de contemplar la realidad puede, de alguna manera, cambiarla, y ojalá este libro sea una invitación a ello, y también a adentrarse en los bosques como quien lo hace en un cuento en busca de maravillas.

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