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"Napoleón en Oriente. Las campañas de Egipto y Siria", de Miguel del Rey

Ed. La Esfera de los Libros. 2022
Por José María Manuel García-Osuna Rodríguez
viernes 07 de octubre de 2022, 17:00h
Napoleón en Oriente
Napoleón en Oriente

El emperador de los franceses, proveniente de una familia muy vinculada a la identidad de Córcega, tuvo una educación claramente dirigida hacia el mundo militar, en un momento histórico en el que la Francia republicana trataba, tras el terror de la guillotina, de fijar su destino y su supervivencia, frente a la presión de los Estados monárquicos que la rodeaban. Siempre tuvo fijación por la artillería, y así lo demostró en el asedio de Toulon.

Antes de convertirse en emperador de los franceses, Napoleón Bonaparte tuvo que forjar su leyenda como militar y político en distintos escenarios, desde el sitio de Tolón hasta las campañas italianas. Pero, si hubo una expedición militar que le situó como líder indiscutible, fue la sangrienta y exótica campaña de Egipto de 1798, que permitiría a Francia abrirse de nuevo al mundo y situarse como una gran potencia a lo largo de los siglos XIX y XX. Miguel del Rey, uno de los mayores expertos de la época napoleónica, se sumerge de lleno en las campañas del Corso en Oriente, desde Egipto a Siria, cuyas consecuencias no solo dejaron huella en lo militar, sino que también lo hicieron en el desarrollo artístico y cultural de la Francia del siglo XIX”.

Estamos, por consiguiente, en una de las épocas históricas más interesantes, y con más enjundia, de la vivencia evolutiva del emperador de los franceses. En el año de 1798, el Directorio de París ya tiene la certidumbre plena de que el Reino Unido de la Gran Bretaña será, a partir de la Revolución francesa, el mayor enemigo de Francia, y quien estará atizando, desde su privilegiada situación insular, a todo el resto de Europa para hacer la vida imposible a los franceses y, por lo tanto, su general más prestigioso, Napoleón Bonaparte, inicia en mayo de dicho año la invasión del antiguo país de los faraones, donde los británicos, con la identidad inglesa como mayoritaria, tienen intereses, aunque pertenezca al Imperio Turco Otomano. Hasta tal punto impresionó a los franceses esta aventura que siempre la recordarían, inclusive hasta desde el punto de vista cultural, ya que será el momento importante del descubrimiento de la Piedra de Rosetta, el 15 de julio de 1799 por Pierre François Bouchard, que permitió la traducción, desde ese mismo instante, de toda la escritura jeroglífica faraónica del Egipto de la Antigüedad. Bonaparte comanda, pues, un cuerpo militar de cuarenta mil soldados. De forma paradójica, y sobre todo en la época napoleónica, se arguyó que una de las causas de esta expedición sería la de alejar a aquel militar, tan ambicioso, de las posibilidades de obtener poder en la propia metrópoli. Uno de los diputados más importantes del gobierno francés de la época, Paul Barras, era el que más interesado estaba en que Napoleón abandonase Francia, quizás también porque tenía relaciones íntimas con la esposa del corso, Josefina de Beauharnais; por lo tanto lo político general se imbricaba con los intereses personales más espurios.

Más aún, no solo Bonaparte se sentía muy atraído por Egipto y pensaba que al no tener un ejército organizado o no disponer de una administración fuerte sería una conquista fácil que permitiría a Francia una apertura hacia las rutas comerciales del Lejano Oriente, sino que también estaba convencido de que era hora de dejar la capital, porque su futuro político se vería seriamente comprometido si se quedaba más tiempo”.

Desde siempre aquel inteligente, pero de intelecto tortuoso, que era Napoleón había sabido explotar las debilidades de todo el que se le enfrentaba. Egipto se encontraba muy dividido, ya que junto al influjo cultural de los ingleses, se encontraba la dependencia política de los turcos otomanos, los lejanos dueños reales; pero quien oprimía, con furia y saña a aquella tranquila y pacífica población de egipcios, eran los mamelucos. Los planes de Bonaparte y de la propia Francia eran, no solo militares, sino, como he indicado con anterioridad, culturales, por lo que una importante pléyade de científicos de toda condición y preparación se embarcaron, la finalidad prístina era la de dar a conocer al resto del mundo conocido aquella cultura, que tanto había representado en el pasado del género humano.

Los franceses, asimismo, deseaban educar a los egipcios bajo el prisma de la Ilustración, y de sus parámetros más evolutivos. Los franceses estaban muy volcados, y fascinados, hacia el conocimiento del Egipto del pasado, sus templos y sus pirámides, sus monarcas, la vinculación histórica con el macedónico Alejandro Magno, y con la enigmática Cleopatra VII y su vinculación afectiva y política con la Roma de Gayo Julio César y de Marco Antonio. Por consiguiente, la expedición conllevó un importante éxito cultural, y de rapiña, ya que sus cerca de 170 eruditos volvieron a Francia cargados de tesoros, que llenarían las vitrinas del Museo del Louvre, de donde ya no volverían a salir. La campaña de Egipto sirvió, también, a Napoleón para estudiar una forma muy diferente de hacer la guerra. Los ingleses, estaba claro, de que no se van a estar quietos contemplando a su mayor enemigo como se enriquecía, y por ello tratarán de entorpecerlo todo, consiguiendo la destrucción de la flota francesa, por medio de la pericia de su gran almirante Nelson. Para tratar de conquistar los espíritus de los mahometanos orientales, Napoleón Bonaparte tuvo la absurda y delirante idea de convertir al islam a todo el Ejército de Oriente, pero es comprensible por la patognomónica irreligiosidad o laicismo francés proveniente de la Revolución. Los hallazgos culturales que traerán los franceses fascinarán a la Europa culta del momento.

El estilo del regreso de Egipto estará de moda bajo el Consulado y el Imperio, mientras que el orientalismo florecerá en las artes francesas durante varias décadas”. Sea como sea, estamos ante un estupendo libro, muy esclarecedor con respecto a lo que supuso esta expedición realizada por la Francia bonapartista hacia el Oriente, incluyendo Siria, que casi finalizaría con la construcción del canal de Suez en el año 1869. Deseo destacar, por el loable esfuerzo que supone su praxis literaria, el listado que el autor coloca, como Anexo y en la página-387-392, del nombre de los científicos que participaron en la expedición. Estupenda obra, muy recomendable. «Magnus ab integro saeculorum nascitur ordo. ET. Hoc voluerunt».

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9788413842523
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