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Francisco Fuster
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Francisco Fuster (Foto: Javier Velasco Oliaga)

Entrevista con Francisco Fuster, ganador del Premio Antonio Domínguez Ortiz de Biografías 2022

"Julio Camba. Una lección de periodismo" es el libro que se ha hecho con el premio
jueves 06 de octubre de 2022, 12:11h

“Si estás a gusto en un sitio, la conferencia se convierte en confidencia”, cita al historiador Lefèvre el profesor galardonado por su biografía del periodista Julio Camba, Francisco Fuster. “Ser profesor universitario es ejercer un oficio agridulce, porque escribir una biografía es cumplir un sueño, pero también un trabajo titánico. Los estudiantes nunca suelen homenajear a sus maestros: por eso este premio tiene una importancia simbólica, porque reconoce la labor de los profesores. Por eso, dedico el premio a todos los compañeros que también han enviado manuscritos al premio”.

  • Francisco Fuster junto a José Javier León

    Francisco Fuster junto a José Javier León

¿Por qué, de repente, parece que todos conocen a Camba, y todos opinan que fue maravilloso? Fuster lo tiene claro: “muchos creen que desde que murió, Camba tiene una legión de admiradores. Y yo siempre preguntaba: ¿Ah, sí? ¿Dónde están? Porque no, no era una legión de admiradores, o no hubiera pasado cincuenta años sumido en el olvido y en un silencio absoluto desde 1962, cuando murió y entró en un Purgatorio del que luego fue muy difícil recuperarlo. A Camba le sucedió lo que al pintor Van Gogh, que murió en la miseria, y ahora sus cuadros se venden por millones”.

Hace diez años, en 2012, cuarenta años tras la muerte de Camba, Fuster comenzó a escribir artículos en los que reivindicaba que las editoriales lo redescubrieran y volvieran a publicar sus crónicas y escritos, y se dio cuenta de cuán difícil era convencerlas.

Después de haber dedicado diez años de mi vida a Camba, solo podía despedirme de él con una biografía que cerrara un ciclo, y actualizara todo cuanto se sabía sobre él hasta entonces

Ante ese clamoroso silencio, se puso manos a la obra él mismo, y dedicó diez años de trabajo e investigación a esa tarea: fruto de ese esfuerzo prolongado es la biografía “Julio Camba. Una lección de periodismo” que se ha alzado con el Premio Antonio Domínguez Ortiz de Biografías otorgado este año por Fundación Cajasol y Fundación José Manuel Lara, por decisión de un jurado especializado formado, entre otros, por Nativel Preciado, Antonio Cáceres, Bernardo Bueno, Jacobo Cortines o Ignacio Fernández Garmendia, responsable de “una edición muy bonita y especial, realmente cuidada”, como destaca Fuster.

“Después de haber dedicado diez años de mi vida a Camba, solo podía despedirme de él con una biografía que cerrara un ciclo, y actualizara todo cuanto se sabía sobre él hasta entonces”, añade el escritor. “Pero al escribir una biografía, te encariñas con las manías, los hábitos y las obsesiones del personaje sobre el que estás escribiendo, y con él mismo: son los “fantasmas del autor” de los que hablaba el poeta alemán Goethe”.

¿Y cuál es el fantasma que hace especial a Camba, cuál es su secreto? “Era un periodista distinto, que no tuvo la repercusión de Azorín o de Josep Pla, pero poseía una chispa y una ironía especiales, y ese era el incentivo para que mucha gente leyera el periódico: no por la información que contenía, sino por la columna de opinión de Camba. Por eso quise que esta biografía se lea como si fuera una crónica escrita por el propio Camba, y le sirva para hacerse una idea de cómo fue el siglo XX. Ojalá mi libro sea mi carta de presentación ante el público: está dirigido al público para que pueda conocer mejor a Camba”.

Se dice que Camba se consagró como corresponsal a partir del momento en que comenzó a escribir para el periódico ABC, pero Fuster es claro: “No, fue al revés. En el caso de Azorín, ABC lo fichó muy joven porque detectó en él mucho potencial, pero Camba ya era conocido como corresponsal cuando ABC lo envió a Berlín: aquello solo fue su despegue definitivo”.

Esta no es la única idea errónea que Fuster desea desterrar acerca de Camba: “Parte de mi biografía se ocupa de desmentir mitos y falacias como, por ejemplo, que Camba fue miembro de Falange Española (eso lo publicó la Fundación Francisco Franco, pero retiró inmediatamente esa información cuando la rebatí y exigí que lo demostrara con pruebas). Escribir esta biografía me ha enseñado lo difícil y trabajoso que es este género”, y separar hechos de rumores.

Camba mismo, esquivo y reticente a que se hablara de él, “mezclaba la información con su propia opinión, y además conseguía un buen equilibrio entre ambas. Él se dio cuenta de que, si solo ofrecía información, nunca destacaría, y tenía que ofrecer información diferente, con su propio toque. El lector es un cotilla, y le gusta identificarse con las aventuras y desventuras del cronista: y eso es lo que les ofrecía Camba”.

Eso hacía Camba, sí, pero ¿qué prefiere su biógrafo que predomine en su propia obra: información u opinión? “Un biógrafo es como un buen cocinero: tiene que mezclar bien los ingredientes, pero sin excederse en ninguno”, apunta con un guiño de humor.

Equilibrio y capacidad de síntesis son las claves para un libro así, matiza: “Lo más difícil para mí fue dar con ese equilibrio entre la obra de Camba, y su contexto. Habitualmente, un biógrafo se guía por uno de estos tres planos: las etapas cronológicas del siglo XX, o las etapas cronológicas de la vida del autor (infancia, juventud, madurez), o bien las etapas en la obra del autor. En el caso de Camba, por edad encajaba en la denominada Generación del 14, pero su pensamiento pertenecía a la Generación del 98. Por eso creo que es mejor juntar y combinar los tres planos, aunque a veces no coincidan”.

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