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Sebastián Roa
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Sebastián Roa (Foto: cedida por el autor)

Entrevista a Sebastián Roa: “En el siglo XIII las almas estaban más cotizadas que ahora”

Autor de “Sin alma”
Por Javier Velasco Oliaga
sábado 10 de diciembre de 2022, 12:29h

El escritor aragonés, afincado en Valencia, Sebastián Roa es uno de los mejores escritores de novela histórica que tenemos en nuestro país. Y quizá el más inconformista. Su trilogía almohade nos descubrió a un gran autor. Lejos de encasillarse en la Reconquista, ha buscado siempre temas originales y muy potentes sobre los que escribir, de ahí que nos llevase, entre otros muchos lugares, hasta la Grecia Antigua. Ahora presenta “Sin alma”, donde cuenta la gesta de Simón de Montfort contra su rey, el malo de la película no siempre es el que creemos.

Sin alma
Sin alma

En su nueva obra, se narra el periplo de Simon de Montfort, a su regreso a Normandía después del encierro que sufrió en Siria a raíz de la Cuarta Cruzada, por su tierra francesa que le lleva a participar en la Cruzada Albigense. Roa ha conformado una novela épica donde la aventura y la peripecia están en cada una de sus páginas. Una de las novelas históricas imprescindibles de este año que merecería la atención de todo buen lector del género. En su entrevista, veremos una nueva visión de esta historia tan trágica como intrigante.

¿Qué le atrajo de Simon de Montfort para dedicarle una novela?

Es el personaje tratado siempre desde el mismo enfoque. Oficialmente el fanático, asesino de inocentes. Se han escrito cientos de novelas, se han redactado artículos, se han rodado películas sobre la base de esa premisa. Para mí era muy familiar porque soy aragonés y Montfort fue un personaje importantísimo para la historia aragonesa. Nuestro gran enemigo. Lo que me atrajo de él fue la posibilidad de luchar contra mis propias pulsiones, convertir al «malo» en mi protagonista y comprender sus razones.

¿Cuándo surgió el proyecto de esta novela?

Según mis apuntes —llevo diarios de todas mis novelas— asenté el proyecto en mayo de 2019 y como respuesta a un reto literario: conseguir que el lector empatizara con un protagonista previamente estigmatizado, catalogado como uno de los malos oficiales de nuestra historia.

¿Para conseguir la libertad, merece la pena vender el alma?

Yo la vendería por mucho menos. ¿Y quién no? Pero no creo en ningún más allá, tengo que alcanzar mis objetivos en este mundo. Simón de Montfort y sus coetáneos creían en otras cosas, esperaban fines distintos. En el siglo XIII las almas estaban más cotizadas que ahora.

¿Cómo se curan los sentimientos de culpa que se arrastran por las malas decisiones?

Cada uno tiene sus métodos para gestionar la culpa, como ocurre en la novela con Simón de Montfort y con su esposa, Alix de Montmorency. Tampoco me atrevo a dar soluciones. Lo que he hecho al escribir Sin alma es más bien plantearme nuevos interrogantes. Claro que, si me preguntas, yo habría optado por el camino placentero. De perdidos al río.

En su opinión, ¿la búsqueda de la redención está siempre presente en la vida de las personas?

No me consta, o no al menos por sistema. He conocido a auténticos hijos de puta insensibles a la desgracia ajena que provocaban. Y todos los días vemos a otros que, para alcanzar sus fines, consideran viable a joderle la vida al prójimo y luego fumarse un puro. Y no te hablo solo de delincuentes bajunos, cuenta también a la gente bien vista. Los que se salen con la suya arrasando legalmente y sin remordimientos. En la novela hay uno de esos, un ribaldo sin escrúpulos llamado Berenguer de Castellot cuyo lema es «No preguntes por qué, sino por cuánto». Doy fe de que ese desuellaconejos existe y está por todas partes.

“No puede uno fiarse de los cronistas que reflejaron los presuntos hechos, mucho menos de quienes los interpretaron pasado el tiempo”

Hay una cierta leyenda negra que acompaña siempre a los grandes protagonistas de la historia. ¿Esta leyenda eclipsa los logros de éstos? ¿Es la novela histórica una forma de reconstruir su imagen?

La historia es la leche, déjame que te diga. No puede uno fiarse de los cronistas que reflejaron los presuntos hechos, mucho menos de quienes los interpretaron pasado el tiempo. Sé de historiadores modernos condicionados por su ideología, o que se pelean entre ellos por vanidad académica. Fíjate tú las que se montan cuando se habla de Covadonga, o de la conquista de América o, sin ir más lejos, de la Transición. Suelta la Reconquista en un congreso de historiadores y verás más navajazos que en el dos de mayo. Y si un historiador te suscita dudas, imagina un novelista, que por definición ficciona. No, no. La novela histórica debería ser literatura, y la literatura, lo he dicho muchas veces, sirve a un fin distinto del de rescatar, divulgar o recrear la historia. Es otra verdad la que busca. Mucho más verdadera, incluso aunque se alcance a través de la ficción.

La historia es la leche

¿Ha tenido un intento de mostrar una imagen distinta del controvertido Simon de Montfort?

En cierto modo. Durante el proceso de documentación descubrí que Simón de Montfort, el personaje real, fue un hombre de su tiempo. Un normando excepcional, por cierto, pero no muy diferente en sus convicciones morales y en su modus operandi de aquel contra los que luchó, incluidos los nobles tolosanos o el rey de Aragón.

¿Qué parte de su personalidad le atrae más como novelista? ¿Y cómo persona?

No sabría distinguir mis atracciones novelísticas de las personales, pero allá va: del Montfort histórico me llama mucho la atención su alta capacidad militar. Era un eficaz estratega, lo demostró durante años; y también dominaba la táctica, tanto como para atreverse a encarar en batalla campal a un ejército muy superior. Por supuesto, me atraen sus motivaciones. ¿Qué lo llevó a hacer lo que hizo? Y me refiero tanto a lo bueno como a lo malo, que de todo hubo.

Consigue novelar de manera poética hechos muy duros como son las batallas o las miserias del ser humano. ¿Cómo lo consigue?

Supongo que es una mezcla entre imaginación y experiencia. Hombre, nunca me he batido en una batalla medieval, pero he vivido lo mío. También he leído algunos libros. Y entre las películas que he visto y las que me monto en mi cabeza, sale todo el resto.

¿Una documentación amplia y rigurosa son los pilares de todo buen escritor de novela histórica?

Uf, qué miedo, eso de atribuir calidad según cánones artificiosos. Hace poco vi que alguien alababa cierta novela histórica porque estaba escrita, según sus palabras, «para quienes les gusta la histórica de verdad». A continuación aclaraba que «la histórica de verdad», es la que traslada al lector el lenguaje de la época, la mentalidad, los detalles, la documentación de objetos, lugares, etc. No se trata de una opinión aislada, esto es el pan de cada día, lo mismo que lo rotundo y excluyente de la afirmación. A mí no me va ese formato porque, aparte de las páginas y páginas trasladando mentalidades, lenguajes y objetos, ¿dónde quedan los aspectos esenciales de la literatura? ¿Desde cuándo nos comemos el envoltorio y tiramos el bombón a la basura?

Pues de eso nada. Los pilares de la novela histórica son los de toda novela: el diseño eficaz de los personajes y el dominio de la trama. Añadiría un tercer pilar para alcanzar la estabilidad dramática: el buen estilo, Y todo ello sobre un cimiento fuerte: el desarrollo de un tema auténticamente humano. Y te preguntarás dónde queda la documentación histórica. Bah, un factor secundario. Precisamente, el muy merecido descrédito de la novela histórica viene de invertir esta arquitectura: de supeditar al rigor histórico los tres grandes pilares dramáticos, e incluso prescindir del cimiento temático.

Los pilares de la novela histórica son los de toda novela: el diseño eficaz de los personajes, el dominio de la trama y el buen estilo

¿Cuánto tiempo le ha llevado la escritura del libro y la reconstrucción de tantos hechos narrados?

Una vez que terminé el proceso de documentación y la planificación dramática, me metí con el primer borrador. Le puse el punto y final poco más de un año después. Eso fue agosto de 2021. Introduje ciertos cambios que me llevaron hasta febrero de 2022, momento en el que envié la novela a mi agente. Lo que resta fue trabajo de revisión con la editorial. En total, desde la idea hasta el Alea iacta est, pasaron 28 meses. Ha sido mi novela más trabajosa.

¿Cuál es la mayor dificultad a la hora de “meterse” en la piel y en el alma de un personaje tan discutido por la historia?

Vencer mis propios prejuicios, que los tenía. Es un ejercicio sanísimo, por cierto. Sin prejuicios, sin reguetón y sin políticos, el mundo sería un paraíso.

En una novela histórica de Sebastián Roa, ¿qué prima más: ser fiel a la historia o la belleza que se crea con una buena ficción?

La ficción manda siempre en las buenas novelas y en los malos ensayos, la historia manda siempre en los buenos ensayos y en las malas novelas. «Novelas de garrafón», así llama uno que yo me sé a esas novelas históricas rigurosas y ladrilleras. Además, tratar de ser fiel a la historia es como atrapar mosca con palillos, Javier.

El papel del fanatismo religioso es fundamental a lo largo de la historia, pero ¿ha querido dar también un lugar preeminente a la mujer?

Doy lugares preeminentes a mis protagonistas, que a veces son hombres y a veces son mujeres. No tengo preferencias con eso, ni pretendo rescatar el papel de la mujer ni lo contrario. Mi objetivo es literario: profundizar en la naturaleza humana. Y esa la encontramos en unos y otras.

Y después de Simon de Montfort, ¿qué vendrá?

Hay otros proyectos literarios, alguna cosilla medieval; pero creo que mi concepto de novela histórica no encaja con lo que bendice el Establishment, y tampoco me gustan mucho el paripé promocional ni el postureo. Tal vez insista, o tal vez me pase a otro género, o a lo mejor me tomo un tiempo de descanso. No sé, esto no deja de ser un hobby, y tengo otros. Quizá me ponga a hacer maquetas o punto de cruz.

Puedes comprar el libro en:

9788491398165
Sebastián Roa
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Sebastián Roa (Foto: cedida por el autor)
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