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"Sin alma", de Sebastián Roa

Ed. Harper Collins. 2022
martes 09 de enero de 2024, 18:17h
Sin alma
Sin alma
La obra, muy importante en calidad y cantidad, se refiere a un caballero conspicuo del Medioevo. Se llamaba Simón de Montfort y esta narración histórica-novelada nos lo subraya de forma fehaciente. Simón IV de Montfort (¿?, c. 1160/1165-Tolosa/Toulouse, 25 de junio de 1218). Fue señor de Montfort-L’Amaury, quinto conde de Leicester, conde de Toulouse, vizconde de Béziers y vizconde de Carcasona.

Fue el principal protagonista de la Cruzada contra los albigenses-cátaros. En el año de 1199 se uniría a la cuarta cruzada, de la que se separó cuando los soldados de la Serenísima República de Venecia decidieron, motu proprio, atacar a la ciudad cristiana de Zara (año de 1202). En el año de 1209 aceptó la llamada del papa Inocencio III para participar en una cruzada contra los heréticos cátaros o cruzada contra los albigenses, participando en los asaltos sangrientos a las ciudades de Béziers y Carcasona, ya en julio y en agosto del citado año. Curiosamente pasaría a mejor vida el 25 de junio de 1218 cuando cercaba Toulouse, y recibió una pedrada lanzada por un pedrero-mangonel, artilugio manejado por unas mujeres, dicha agresión lítica le aplastó la cabeza. Se le define claramente como un hombre crudelísimo y muy despiadado.

El historiador Jesús Mestre Godes (1925-2023): “Su crueldad, aplicada tanto en el trato a los prisioneros como en el campo de batalla, se hace patente en las terribles mutilaciones, en el descuartizamiento en vivo, en el despedazamiento de cuerpos (…) La presencia documentada del dirigente de la Cruzada en cada uno de los ‘espectáculos’ horripilantes que se organizaban es un dato más a añadir”. Está claro que Simón IV de Montfort genera, en la actualidad, bastante rechazo entre los aficionados a la Historia del Medioevo, sobre todo porque no desean situar al personaje en su época, y lo que representaron los cátaros para aquella sociedad, que solo aceptaba el blanco y el negro, y nunca el gris o las medias tintas. A los cátaros o albigenses se les denominaba como bonhomes en Francia, defendían la dualidad en todo, lo blanco frente a lo negro, la mujer frente al hombre, y la maldad frente a la bondad.

En esta obra, Sebastián Roa, realiza un acercamiento muy diferente a la habitual casuística, ya que descubre sus grises, y oscurece lo albo de como lo pintaba la Iglesia Católica de su época. Hasta tal punto, que tras salir de la mazmorra mahometana siria, en la que ha permanecido tres años encerrado, va a vender su alma al diablo, en sentido figurado, y regresa a su mundo del Medioevo, para enrolarse en el ejército que, por bula papal de cruzada, va a luchar contra la herejía cátara o albigense que se está extendiendo, sin solución de continuidad, por toda la región albigense; de esta forma, colige Simón IV de Monfort que tendrá la oportunidad, estima perdida, de recuperar su alma a los ojos de su dios particular. El caudillo es conducido por el legado papal del Sumo Pontífice Inocencio III, cardenal Amalarico. Este prelado es un ser críptico y maquiavélico, para el que todo aquel ser humano que se oponga a sus órdenes papales, ya debe ser considerado, sensu stricto, como un ser réprobo, objeto de condenación, obviamente, un sacrílego o hereje, y un blasfemo notorio.

El autor nos aproxima, realizando un estudio muy esclarecedor y pormenorizado, sobre lo que es la consideración de la herejía y de la religión en el Medioevo. Según la visión analítica del autor, la religión no era un conjunto de creencias teológicas o metafísicas, sino una fuerza política, regida desde Roma, que justificaba la violencia y la opresión de aquellos seres humanos que tenían otro concepto de la debida relación con la divinidad. El legado papal Amalarico/Arnaud Amaury/Arnaldo Amalric sigue estas directrices al pie de la letra, y así puede justificar todo aquello que, según sus parámetros, pueda justificar cualquier acción violenta contra los que disienten del concepto ortodoxo del ínclito papa Inocencio III. También deseo destacar el personaje de Alix de Montmorency (desde 1190) la esposa de Simón de Monfort, que no le guardo ningún tipo de ausencia a su marido cuando estuvo con la IV Cruzada en Jerusalén, pero que luego intentó obtener el perdón de Dios, realizando una introspección psicológica extraña de autoinculpación. Personaje equívoco y extraño. Será la musa ideal para que Simón de Montfort conduzca las luchas contra los albigenses. El espejo, sensu contrario, de la esposa, será el de Azalais, una mujer que es sumamente crítica contra el torturador oficial de los cátaros. Sebastián Roa nos aproxima, sin ambages, a un recorrido histórico correcto por cada uno de los lugares históricos donde el personaje central de la obra estuvo. Estamos ante una novela-histórica muy apreciable en cualidad, que merece ser conocida, ya que presenta el % que exijo de Historia, como para ser notable.

«El hombre que desafío a un rey. 1206. Después de tres años en una mazmorra del desierto sirio, Simón de Monfort regresa a Normandía. Pero el precio por la libertad ha sido la renuncia a su propia alma, la comisión de un acto horrible cuyas consecuencias lo perseguirán más allá de la vida, durante toda la eternidad. Ansioso por llegar a su humilde señorío campestre, Simón recorre un mundo cambiante, tentador, hasta que se reencuentra con su casta esposa, Alix de Montmorency, y con un hogar que ya no parece el suyo. La mala fortuna, los remordimientos, la caída en desgracia y la inminente guerra entre Francia e Inglaterra hunden cada día más a Simón y a Alix. Aunque su destino no es desaparecer de la historia, sino brillar en la lucha contra la herejía. Así, la búsqueda de la redención los llevará desde Normandía al sur de Francia, a una tierra azotada por el caos, la violencia y la ruptura religiosa. A una sociedad dividida, sembrada con tanto odio que se espera una copiosa cosecha de dolor y muerte. A una guerra en la que Simón de Montfort tendrá que enfrentarse a un rey invicto. Simón de Montfort, comparable al Cid en su fulgurante carrera militar, es un ejemplo medieval de gran guerrero y comandante eficaz, a pesar de todo denostado por la historia, y tachado de fanático y sanguinario».

El rey que se indica, en realidad son dos, ambos enfrentados a Montfort: el primero Juan I Plantagênet “Sin Tierra” (Oxford, 24 de diciembre de 1166-Newark-on-Trent, 18/19 de octubre de 1216), quien le confisco sus dominios ‘por desobediencia’ en 1207. El segundo es Pedro II “el Católico” de Aragón (Huesca, julio de 1178-Muret, 13 de septiembre de 1213), uno de los monarcas de la Batalla de Las Navas de Tolosa (1212), quien tomaría partido por los albigenses. Existe un niño, rehén de todo este entramado histórico, que será el futuro Jaime I “el Conquistador” de Aragón (Montpellier, 2 de febrero de 1208-Alcira, 27 de julio de 1276). «Roma omnia venire. ET. Urbem venalem et mature perituram si emptorem invenerit».

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