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PROCESO DE INIQUIDAD

Reseña de la novela histórica "Libelo de sangre", de Sandra Aza
lunes 11 de marzo de 2024, 22:21h
Libelo de sangre
Libelo de sangre
LIBELO DE SANGRE, una novela que trataré de adjetivar como se merece, es la primera obra de la abogada madrileña Sandra Aza. Comenzaré diciendo, seguro de no errar, que esta novela histórica podría ser catalogada como una “enciclopedia”, ciertamente no de todos los campos del saber y de la actividad humana, pero sí porque encierra en sus casi 800 páginas diversas parcelas de la misma.

A lo largo del texto, se entronca la trama, el proceso inquisitorial de una calumnia de la sangre (alegato antisemita de acusación falsa contra judíos), con un recorrido en el que el lector, aunque no conozca la hoy capital del reino, antes villa y corte de Madrid, tendrá la sensación de tener en sus manos una guía turística, eso sí, del Madrid del muy nombrado Siglo de Oro, aquel de los Lope de Vega, Quevedo, Góngora, Garcilaso, Gracián, Calderón y el mismísimo Cervantes. Disfrutará y aprenderá cómo y porqué va cambiando a lo largo del tiempo la configuración de nuestras ciudades: razones de ampliación y expansión, de canalización y alcantarillado, soluciones estructurales, por causa de la guerra, razones políticas e incluso razones devocionales, entre otras. Iglesias, parroquias, conventos, ríos, sus puentes, senderos, caminos reales, casas nobles, palacios, posadas, inclusas, cárceles, garitos, mancebías, calles, plazas y también lugares de encuentro como eran las denominadas gradas, irán apareciendo mientras los y las protagonistas las transitan, las pasean, moran en ellas, las visitan, concurren a los oficios, acuden a gozar, o sufren en ellas. Por cuanto que la novela comienza con unos asesinatos que se producen en la villa que serán conocidos como los Crímenes del Ritual y que imputarán como un burdo y sangriento libelo a unas personas de todo punto inocentes, la autora da repaso desde el principio hasta el final a todo el proceso …

Inquisitorial que supondrá juzgarlas, es por ello que la novela es todo un compendio jurídico, un catálogo pormenorizado de los pasos, todos ellos debidamente consignados documentalmente que la “Santa” se dignaba en poner en práctica, como correspondía a su “especial” consideración procesal fundada en las premisas de escrito, secreto e indiciario (basado en la sospecha), sin obviar asimismo la arbitrariedad de la determinación de la pena.

Así, una vez arrestados los inculpados, sin darles cuenta de los cargos, los encerraban en las llamadas cárceles secretas, donde los dejaban un tiempo indeterminado hasta el inicio de la fase de acusación y vetándoles todo contacto con la familia. La fase de “acusación” en la que el fiscal les informaba de los delitos que se les imputaban, llegaría en un momento muy avanzado de la causa y cuando las circunstancias ya habían mermado en exceso el ánimo y la esperanza de los reos. Es significativo pues que a resultas de todo ello los reos inquisitoriales padecían antes de ser condenados o tal vez entraban en aquellas “cárceles” ya condenados y habrían de salir eso sí, “luciendo” el “Sambenito” que les correspondiera que en el peor de los casos serían prendas negras con dibujos de dragones, diablos y llamas, inequívoca señal de que la pena sería de hoguera, quizá tras palmario veredicto de apostasía judaizante. En un intento de aproximación etimológica, tal parece que la palabra que da nombre a la macabra vestimenta podría derivarse o referirse a saco…

Bendito, en alusión a los hábitos bendecidos de los penitentes. Aunque también hay quien apunta que era el nombre que se daba al gran escapulario que los monjes benedictinos llevaban sobre el hábito que les colgaba hasta la altura de las rodillas y que aquella “prenda” recordaba dichos escapularios. Sea como fuere, lo cierto es que determinados personajes de Libelo de Sangre acabarán ataviados de tal guisa con lo que ello les supondrá. Claro que todo esto último pudiera corresponder al final de la novela que en razón de lo antedicho comienza con unos brutales asesinatos. Pues bien, …

Entrando de lleno a analizar la novela de Sandra Aza, tras considerar la compleja trama de la novela de Sandra Aza hay que indicar primeramente que está articulada con mucho talento, donde cada puntada como suele decirse está dada con su correspondiente hilo:

  • las localizaciones del Madrid de la época tienen su significación propia en el sentido de situar la correcta ambientación;
  • el uso del lenguaje con expresiones típicas del vocabulario del Siglo de Oro, la jerga del juego, de la picaresca, de los naipes, las célebres germanías y modismos del castellano antiguo, nos introducen por completo en la historia de hace 400 años atrás y aportan determinada ironía al texto;
  • el genuino y certero rigor histórico respecto a los acontecimientos cursados en la transición del tercero al cuarto de los Felipes de la Casa de Austria, que es cuando se inicia la historia, nos cuenta que mientras que para el pueblo eran tiempos de mísera vida, de pícaros y pordioseros mendigos, de aquellos soldados de los Tercios engañados que faltos de estipendios vendían su espada o se abandonaban a la lujuria y a la vida criminal, en los palacios y mansiones se celebran grandes fiestas, con profusa exhibición de muebles, esculturas, porcelana china, tapices, velones de plata, braseros de bronce y un dispendio en comida donde los platos se contaban por decenas;
  • las detalladas descripciones de las escenas donde se desarrollan los hechos que acaecen en la novela, hacen que el lector contemple cuanto acontece como espectador en una obra de teatro o incluso como un personaje más, tal es el grado de inmersión que se experimenta;
  • un pormenorizado detalle de los distintos atuendos, tanto de los grandes pudientes, eclesiásticos y reyes como de la plebe y de los que “heredaron la intemperie” viste a cada personaje, real o ficticio a la perfección a los ojos del lector ávido de acontecimientos;
  • igualmente detalladas son las descripciones físicas de los personajes a más de las de carácter psicológico donde la autora refleja a lo largo de la novela una muy coherente personalidad de cada uno de ellos respecto a sus dichos retratos de moral y comportamiento;
  • y cómo no, en la novela encontramos un extenso y profuso dominio por parte de la autora del conocimiento procesal y concretamente del procedimiento penal inquisitorial que va desgranando a lo largo de la novela al tiempo que resulta de ello una clase magistral de la materia que el lector va asimilando paso a paso y sin solución de continuidad mientras se suceden las páginas de Libelo de Sangre. En segundo lugar, es preciso destacar el…

Lirismo prosódico y culto de la narración donde la figura de la tercera persona (omnisciente) cuenta lo que ocurre con el conocimiento pleno de lo que pasa en la cabeza de los personajes, conoce cada detalle, cada sentimiento y la función que desempeña cada personaje del relato, por lo que muestra las motivaciones de determinadas acciones de los protagonistas. Podría decirse que el narrador de Libelo de Sangre no cuenta lo que sienten los personajes, no, si no que nos lo muestra a medida que las palabras son percibidas por el ojo del lector. Otra característica de significativa importancia es observar cómo los diálogos interactúan con la tercera persona sin interferir, algo así como si dicha tercera persona fuera otro personaje, como sin duda lo es la ciudad (entonces villa) de Madrid. Todo lo antedicho junto con el magistral uso de las citadas germanías, el uso de expresiones en desuso, frases hechas y coplillas, el ornamento literario, el brillante estilo impecable y con giros inesperados, la increíble, exquisita, pulcra y característica prosa cervantina, el regodeo en la oda en determinados párrafos, imprime fluidez y ritmo a la obra desde la primera hasta la última página, capítulo a capítulo, y ello a pesar de las lágrimas, del horror, de la sonrisa. Porque pasar las páginas de esta novela es rendir homenaje a tiempos pretéritos, es…

Observar y revivir un pasado a través de las cuitas de los personajes que Sandra Aza nos presenta, resulta trascendental también dar cuenta de que la novela nos hace percibir con los cinco sentidos hasta el más mínimo detalle de la historia pues una vez inmerso en la misma se siente el frío de la noche, uno de los tres almirantes de la muerte, se padece hambre (ese creador de esqueletos), se percibe la soledad y el abandono de los sintecho (estrenar nido al abrigo de las estrellas), se sacia la sed y se reconforta el espíritu con el agua de las muchas fuentes de aquel Madrid, se respira el hedor de las tascas, de los garitos de juego y de las pestilentes mazmorras inquisitoriales, se huele el sebo de las velas. Sí, todos los sentidos he mencionado, porque también se puede ejemplarizar que del sentido de la vista se hace uso en tanto que a través del texto se visualiza cuanto sucede y a través de la vista nuestro cerebro nos coloca in situ, y nos mojamos con la lluvia y en los charcos de orines y podredumbre y nuestras manos barajarán las cartas de la fullería y del engaño, nos dolerán las muñecas engrilletadas, oiremos pregones que no quisiéramos oír, distinguiremos que no todo lo que canta es ruiseñor, y en la trinchera de los instantes bellos nos aferraremos a la Bolsa de la esperanza mientras nos es dado alcanzar a gozar la gran Zarandaja de la sonrisa. No es extraño que…

Después de la lectura de Libelo de Sangre el lector experimente algo así como lo que ocurriría tras vivir en primera persona una extraordinaria aventura. Pudiera sucederle como a mí me ocurrió que, se hallase inmerso en eso que se da a llamar “jet lag”, de asimilación, de reorientación espacial, de sorpresa. Tal es el grado de afectación en cuanto que el lector habrá sufrido el mismo padecimiento que los protagonistas y ello contemplando y compartiendo la misma impotencia ante los acontecimientos. Por ello, tras cerrar las páginas abundarán las preguntas en su mente, pero hallará respuestas en la conciencia. La historia que nos cuenta la autora bien pudo ser, quizá fue, otros nombres, otros personajes, aquella época desde luego y, ciertamente se levantaron piras donde perecieron inocentes. La historia no puede ser cambiada en una novela histórica que se precie. El lector puede echarle imaginación y desear que lo escrito no hubiese sucedido. Es ahí donde la escritora con toda la rigurosidad de su pluma plasma los acontecimientos “sic” sin temblarle la mano. El lector debe empero en aplicación del sexto sentido preguntarse qué hay detrás de todo lo narrado. A lo mejor no se trata solo de la vida de Alonso y su familia. Posiblemente la autora haya querido poner de relieve el poder de la Inquisición española para hacernos reflexionar, para avanzar en el conocimiento de su significación en la Europa del siglo XVII, donde quizá y sin quizá, la Inquisición imperante en aquellos lares no fuere después de todo tan garantista como la española. Apunta en este sentido la autora en sus presentaciones que la Inquisición en España estaba reglada y no era una orgía de tortura y cremación. Respecto a la trama en sí, momento es ya de…

Esbozar determinados puntos para encajar todo lo antedicho respecto a la obra como valor literario, su aportación al mundo de la novela histórica y las altas metas que en su vuelo alcanzará. En la sinopsis se da cuenta de que el descubrimiento de un espantoso crimen ha sembrado el pánico en la villa de Madrid y que tiene todas las trazas de tratarse de un asesinato ritual. Como quiera que los “mentideros” funcionan a “tutiplén”, más pronto que tarde germinará un “libelo de sangre” contra el escribano de número Sebastián Castro y su esposa Margarita. Las envidias, los falsos testimonios, la inquina y la perentoria necesidad de ocultación de determinado documento notarial afecto a herencia, determinarán que, tras las oportunas manipulaciones de pruebas, los Crímenes del Ritual sean imputados a aquel matrimonio, fieles cristianos por otra parte. La Inquisición rápidamente actúa frente a los indicios y el padecimiento de los Castro conducirá al lector por la calle de la amargura junto a los protagonistas. Por suerte un hijo de los Castro, Alonso, de quien todo lector se hará amigo, consigue huir de las “garras” inquisitoriales y procede a investigar por su cuenta enfrentándose en el camino con innumerables peligros. Tendrá incluso que cursar la experiencia de vivir sin techo, en soledad, con miedo, en fin, con los ingredientes propios de la calle, del abandono, hasta despertar llorando hambres. Pero para bien de males hallará esperanza en la lealtad y amistad de dos jóvenes casi de su misma edad, dos pequeños pícaros licenciados en el arte de…

Sobrevivir. Juntos tratarán de buscar la justicia, de rescatar a los Castro. Pero Alonso, en la contemplación impotente de cómo los procedimientos brutales e implacables de la Inquisición le roba a su familia, se juramenta en la forja de un futuro, un destino para su vida, un camino en las aulas del saber para moler estulticia con piedra de conocimiento. Hay dos términos, dos pilares, dos sentires, dos conceptos que se enmarcan en la novela…

Amor y amistad. El amor que Alonso Castro, nuestro protagonista, profesa a sus padres y por el que sería capaz de empadronarse en el camposanto, y la amistad que los jóvenes Juan y Antonio, dos seres definitivamente sensibles y compasivos con una vida básicamente triste y miserable, le profesan a él, vinculada a un incondicional y sincero compromiso y afectación con su causa. Respecto a la…

Nómina de protagonistas los hay muy buenos, como Juan y Antonio, dos seres solidarios supervivientes del día a día. Juan de la Calle, graduado frente a la miseria, se desvive por el pequeño Antonio, aquel pobre ángel que perdía pie en el señorío de las palabras; Alonso de Castro protagonista principal que simbolizando la juventud y educado en la familia con los mejores valores, luchará hasta la saciedad con la ayuda de la Bolsa de la esperanza y sus amigos, por la salvación de los suyos. Singular lugar de bonhomía copan los padres de Alonso, Sebastián y Margarita, los auténticos sufridores física, mental y anímicamente. Padecerán tormento, eso sí, el reglado procedimentalmente, y llorarán y nos harán llorar, pero también tendrán buenas palabras para su hijo instándole a seguir la lucha desde el derecho. Otros personajes dignos de mencionar en el rol de buena gente son: Lorenzo Santiesteban, Oficial de la Notaría de don Sebastián, fiel y leal hasta la muerte; Luisa, Candela Bouza y Mateo, tres tristes personajes que tienen en común que son los asesinados en distintas circunstancias; don Martín Valdivieso, maestro que se desvive por sus alumnos para que puedan salir de las calles, para que encuentren futuro en el saber. La nómina de los malos, es…

Grave pues la componen los perversos, los asesinos, los seres ruines y canallas que confabulan hasta lanzar el libelo de sangre. Los más crueles entre ellos Miguel de Valcárcel, hijo de don Pelayo y su madre Francisca Cabrera de Montilla. Ambos, rivalizando en desalmada inhumanidad trazarán las líneas para que tenga lugar en definitiva aquel libelo que les librará a la sazón de un cabo suelto en sus pretensiones de desheredar a un insulso Miguel de Valcárcel cuya culpa, si la tuviere, es haber nacido bastardo. Les siguen en crueldad y abyecta conducta el incalificable Márquez y el vil Sargento Salcedo, ex soldados de los Tercios que en su afán de resarcirse de lo que entienden que la España a la que sirvieron les debe y no les abona, se cobran en violencia contra los menos favorecidos por la fortuna. Ya en el colmo de la repugnancia estarían los miembros de la Inquisición y afectos: Gaspar Barrionuevo, inquisidor residente en Corte, Pedro Cifuentes, Fiscal de la Suprema, Andrés de Bascal, abogado de presos del Santo Oficio, el Alcaide de la prisión. Ellos desempeñan el papel más atroz e infame como es el de trocar verdad en mentira, inocencia en culpabilidad, a base de procedimientos inhumanos y de todo punto execrables. Tras todo lo apuntado queda…

Recomendar 100 por 100 la lectura de esta gran novela, grande en extensión, grande en pasión y ternura a pesar de las circunstancias y grande en el panorama de las letras españolas que, sin duda, tendrá una repercusión significativa. Finalmente, a modo de…

Esquema o recapitulación, subrayar los cuatro factores fundamentales, podría decirse que los cuatro puntos en que se apoya y sustenta la esencia de esta la novela de Sandra Aza: La narrativa y estilo; el singular lenguaje asimilado al genuino de los clásicos; el riguroso tratamiento de los hechos históricos y por último y no menos importante, porque a la postre suele ser lo que mayormente queda en el común de los lectores, la trama misma, por el tratamiento de la humanidad de los personajes.

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