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"El cantar de Liébana", de José María Pérez González "Peridis"

Editorial Espasa. 2023
Por José María Manuel García-Osuna Rodríguez
miércoles 20 de marzo de 2024, 12:18h
El cantar de Liébana
El cantar de Liébana
Beato de Liébana fue un monje fallecido hacia el año 798, del monasterio de San Martín de Turieno, hoy denominado como Santo Toribio de Liébana. Su obra más eximia sería un estudio y Comentario sobre el libro del Apocalipsis del apóstol San Juan, ‘COMMENTARIUM IN APOCALYSIN’, obra magistral miniada conformada por doce libros, los cuales tuvieron una importancia capital en el Alto Medioevo; dentro de la esencia de los campos doctrinales y culturales de la teología, la política y la geografía.

Beato de Liébana coexiste durante el reinado del Rey Mauregato (¿?-REY entre los años 783 y Santianes de Pravia, 789) del Asturorum Regnum, hijo espurio que fue del Rey Alfonso I “el Católico o el Mayor” (c. 693-REY del Reino de los Ástures desde 739 hasta Cangas de Onis en el año 757), que lo engendró con una posible sierva mahometana. El ejemplar más importante y paradigmático es el que poseyeron los Reyes del Imperio de León: Sancha I Adefónsez (c. 1018-REINA PROPIETARIA DE LEÓN desde 1037 hasta León, 7 de noviembre de 1067) y Fernando I “el Magno” (c. 1016-Conde de Castilla desde 1019, y REY DE LEÓN desde 1037, ungido como tal el 22 de junio de 1038, hasta León, 27 de diciembre de 1065). Beato de Liébana tuvo una agria disputa teológica con el metropolitano Elipando de Toledo (Córdoba/Al-Andalus, 25 de julio de 717-Toledo, c. 808), incluyendo insultos, sobre el adopcionismo de Jesucristo por Dios-Padre.

No negaba el dogma de la Santísima Trinidad, ya que el Hijo era eterno como el Padre o el Espíritu Santo, y juntos formaban un solo Dios. Pero como el Hijo había sido engendrado por una mujer, no podía tener una ‘naturaleza divina’, sino solamente humana. Así que era obvio que el Padre lo había adoptado como su propio Hijo. Este hecho enlazaba con las reflexiones cristológicas de prelados visigodos como Julián de Toledo”.

El metropolitano Elipando estaba, en ese momento histórico, sometido a los emires omeyas de Córdoba, por lo que la respuesta correcta vino de parte de Beato de Liébana, quien calificó al prelado toledano de: ‘¡Loco, hereje e ignorante’!, llegando a calificarle de ‘¡Testículo del Anticristo’! Según el prof. Manzano Moreno: “la polémica fue espoleada por la fuerte pugna entre una iglesia septentrional, cada vez más independiente, y la antigua iglesia visigoda, cuyos principales episcopados habían caído en territorio andalusí”. El prof. García Moreno escribe que: “la llegada a Asturias de estas noticias (sobre la aceptación del adopcionismo por el arzobispo de Toledo) presentaba una magnífica ocasión para intentar separar y distinguir a la iglesia del pequeño reino de la sometida al Islam, lo que al mismo tiempo significaba también su aproximación hacia el Occidente cristiano de entonces, encarnado en el reino de Carlomagno. De esta forma, un oscuro monje de la Liébana, Beato, ayudado por el obispo de Osma, Eterio, refugiado en Asturias, iniciaron un radical ataque dialéctico contra las tesis adopcionistas defendidas por Elipando”.

Como el obispo Félix de Urgel (¿?-Obispo de Urgel entre 783/792 y 798/799. Moriría en Lyon, 818) se colocó en el bando del metropolitano de Toledo, y Urgel pertenecía al Imperio carolingio, intervinieron eminentes clérigos carolingios, tales como Alcuino de York (c. 735-Abadía de San Martín de Tours, 804), Paulino de Aquilea (Premariacco, 726-Friuli, 802) y Teodulfo de Orleans (Aragón, ¿750?-Angers, 18 de diciembre de 821). En el año 794, 1 de junio, se reunió un concilio en Fráncfort del Main, que presidido por el propio emperador Carlomagno (2 de abril de 742/747/748-Imperator Romanum gubernans Imperium, desde 800 hasta Aquisgrán/Aachen, 28 de enero de 814), condenó el adopcionismo, sin paliativos, con el apoyo del Papa León III (Roma, 750. 96º Papa de la Iglesia católica, entre 795 y Roma, 12 de junio de 816).

«Lebaniego de pro (nació en Cabezón de Liébana, Cantabria), Peridis realiza en esta novela una original síntesis de todos sus muchos saberes y virtudes, además de un homenaje a su tierra natal y al más ilustre de sus paisanos, el monje Beato, autor en el siglo VIII de unos comentarios al Apocalipsis de fama imperecedera. En ‘El Cantar de Liébana’ se entrelazan con amenidad y conocimiento la historia y vicisitudes de Beato en aquellos remotos albores de la Edad Media, cuando toda la Península estaba por reconquistar, con la peripecia, en nuestros días, de Eulalia, una sexagenaria, viuda reciente, que para rellenar el vacío de su rutina se apunta a un seminario sobre los beatos en la Universidad de Valladolid. Allí conocerá a la simpática Tiqui, una joven alternativa que será su maestra en los códigos del mundo contemporáneo (tan abstrusos para ella como los códices medievales), y al excéntrico Don Crisógono, un profesor que reta a sus alumnos a que hagan un descubrimiento sensacional».

No se puede negar la agilidad filológica del autor, estupendo dibujante y arquitecto conspicuo; por consiguiente, es de agradecer que se haya acercado, con humor y rigor, a este personaje tan esencial para la evolución de la Historia en el momento medieval, tan grave, de la lucha contra el Islam para recuperar el reino visigodo hispánico perdido en Guadalete en el año 711. El libro presenta más de 450 páginas de lectura interesante, divididos los capítulos en los siete sellos, anunciados por el evangelista San Juan, hijo de Zebedeo y de María Salomé, y hermano de Santiago “el Mayor”, en su Apocalipsis. La obra entremezcla la historia actual con la medieval, es una obra fácil de leer, por la trama y por el desarrollo; estimo que la medieval debería ser más extensa, y así lo realiza un servidor en este presente ensayo. Me ha agradado la descripción fenotípica de los personajes actuales. Peridis es un notable divulgador del arte y de la cultura medievales, estupendo orador, con una sabiduría que la edad ha ido incrementando; los dibujos son del propio autor, que tiene la delicadeza de presentarnos una bibliografía, entre las páginas 478 y 479, que es escasa, pero aceptable y esclarecedora.

Cuando me puse a escribir esta novela, el manantial de mis recuerdos brotó junto al arroyo que bajaba cantando junto a mi cuna en aquellos paisajes que fueron la primera leche de mi alma; engrosó durante mis breves estancias vacacionales durante mis posteriores visitas a Liébana; se hizo río con el caudal de vivencias y experiencias de una larga vida profesional, y para embalsar sus tumultuosas aguas he levantado una presa entre esa imponente montaña de humanidad y sabiduría que es Umberto Eco y la cordillera de cumbres iconográficas del arte occidental que surgió durante medio milenio gracias al empuje del ‘Comentario al Apocalipsis’ de Beato. Porque la ficción, cuando se aproxima desde los documentos y los hechos a los lugares, es el género que mejor nos permite acercarnos a los personajes y sus circunstancias, nos hace sentirnos identificados con ellos…”. Novela-histórica elegante, gentil y sencilla. «Vanitas vanitatum et omnia vanitas».

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