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"El chirrión de los políticos", de Azorín

lunes 08 de abril de 2024, 12:11h
El chirrión de los políticos
El chirrión de los políticos

"El chirrión de los políticos", es una rareza en su extensísima obra, pues como en muy pocas ocasiones Azorín tienta el humorismo y la farsa, quizá por eso, por su excepcionalidad, no fuera reeditado desde su publicación en 1923.

Escasísimas son las páginas humorísticas de Azorín. El gran prosista de Monóvar, en su delicada precisión, en su afecto delicuescente por lo menudo, en su escrupulosa hiperestesia, fue ante todo un retratista de paisajes y de ámbitos teñidos siempre de una atemperada cuanto honda nostalgia, y no obstante, nos legó esta curiosa farsa titulada El chirrión de los políticos.

Se trata, como nos indica en su magnífico prólogo el profesor Ródenas de Moya, de una sátira donde evidencia todo el pudridero en que había acabado la política de la restauración alfonsina. Y, sin embargo, por lejana que pueda sonarnos esta etapa histórica, en esta denuncia sarcástica de Azorín reconocemos ce por be los mismos chirriantes y perniciosos excesos que tanto nos irritan del actual ejercicio de la política. Este detalle, en absoluto menor porque, mientras nos suscita una lacónica y, hasta cierto punto, descorazonadora reflexión, dota, ante todo, a este título de una inesperada y sabrosa vigencia.

Azorín, célebre pseudónimo de José Martínez Ruiz (Monóvar, 1873-Madrid, 1967); el escritor más prolífico de la generación que él mismo bautizara como del 98, con una carrera literaria fundada en el periodismo con decenas de miles de artículos datados (mientras todavía aguarda un ingente número sin catalogar), que abarcó desde sus años universitarios en Valencia (1888-96), hasta su residencia posterior y permanente en Madrid —salvo durante la guerra Civil de 1936-39, cuando se trasladó a París—. En fin, toda una vida donde colaboró en una variedad enorme de diarios y revistas del momento, entre la que destaca su continuidad de décadas en ABC de Madrid o en La Vanguardia de Barcelona, o en La Prensa de Buenos Aires.

Cultivó todos los géneros, salvo la poesía, con un estilo peculiar e inimitable, que lo ha convertido en una cima de nuestras letras. Como ensayista son ineludibles sus reportajes como Los pueblos (1905), La ruta del Quijote (1905) o Castilla (1912), o sus estudios sobre la tradición literaria española: Lecturas españolas (1912), Clásicos y modernos (1913), Los valores literarios (1914) y Al margen de los clásicos (1915). En cuanto a su novela, comienza con recreaciones biográficas como La voluntad (1902), Antonio Azorín (1903), o Las confesiones de un pequeño filósofo (1904), para proseguir con un tipo de narrativa experimental a partir de Doña Inés (1925), tendencia continuada por Félix Vargas (1928) o por Suprarrealismo (1929), mientras que su teatro se encuadró en el vanguardismo con claros acentos surrealistas, valga como ejemplo Old Spain!, Brandy, mucho brandy o La arañita en el espejo, piezas estrenadas entre 1926 y 1928.

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