Pero, ¿y si tu propio padre te destierra? ¿te deshereda? ¿te repudia? Cuando el corazón pugna desbocado por salirse por la boca.
El Rey Lear, William Shakespeare, la relación filial, la vejez, la locura, la muerte. Renace la sensación de que aquellas relaciones pueden seguir sucediendo hoy en día. ¡Qué poco cambiamos los humanos!
Andrea Jiménez nos abre este argumento trasladándolo a su propia experiencia. A su padre, por lo tanto, ella será Cordelia. Pero es necesario que las heridas producidas por alguien tan cercano, sean reproducidas en escena por otros que, quizás, sean más ajenos. Para ello Andrea Jiménez nos plantea, cada noche, que la interpretación corra a cargo de un actor que descubriremos quién es ese mismo día.
Así, convoca y anuncia que pasarán por el escenario vacío, sin ensayos de ellos, sin preparación previa, diversos actores que ejercerán de padre y, por ende, de Rey Lear. Una especie de Casting Lear. Serán, por tanto, reales, Rey Real, único, a expensas de las directrices de la dramaturga y directora, y en este caso también representante.
Ellos serán, dicen, José Luis Alcobendas, Ernesto Arias, Jaroslaw Bielski, Miguel del Arco, Alfonso Delgado, Adolfo Fernández, Juan Fernández, Daniel Freire, Vicente León, Andrés Lima, Mariano Llorente, Jesús Noguero, Rafael Núñez, Carlos Olalla, Alberto San Juan, Ángel Solo y José Luis Torrijo, por orden alfabético.
En la sesión que yo he presenciado ha sido Adolfo Fernández. Y nos ha ofrecido un tesoro interpretativo de intensidad superlativa. Emocional y desgarrador, disciplinado también, a expensas del cariz que iban tomando los acontecimientos.
Es una apuesta aguda, penetrante, profunda. Dos han sido los ejecutantes, tres porque también estaba Juan Paños, en labor de actor, apuntador, regidor, ayudante imprescindible,… y nosotros, espectadores, que nos hemos dejado llevar por la realidad y la mentira, por el fingimiento y la verdad, por el entusiasmo y la comprensión. Mirando hacia un lado y a otro, Rey Lear y Cordelia, como si fuera un partido de tenis.
Andrea Jiménez nos quiere mostrar la grandeza del teatro, y lo consigue. Nos quiere decir que el teatro es terapéutico y liberador, y así es. Nos insta a que participemos del juego y de lo que no lo es, de la tragedia, del drama, de la comicidad, nos lleva escenario adentro a que oigamos el rumor del silencio en las pausas, a la fuerza de las palabras en los textos, a la capacidad y la necesidad de la expresión, de las ideas, de los pensamientos. Nos lleva a considerar que el teatro es atemporal, infinito, creíble aunque sea falso, en una conjunción de sentimientos, poesía, crudas experiencias, poderoso, eterno.
Nos afecta cada relación que tenemos con nuestros semejantes, amigos, vecinos, por supuesto, familia, allegados, simplemente conocidos, con los que van con nosotros en el transporte público, con los que un día vimos de lejos, con los que forman parte de nuestras vidas.
Por eso sería necesario, vital, imprescindible, asistir a cada una de estas funciones porque, si ya cada representación teatral es diferente para los propios actores, cuando estos cambian, su comunicación con el público también será diferente, siempre es distinta, cada uno de nosotros no nos comportaremos exactamente igual, y los recuerdos se diluyen, y las reacciones pueden ser múltiples, y el mensaje querrá ser el mismo, pero no se contará de la misma manera. ¡La grandeza del teatro!
FICHA ARTÍSTICA
CASTING LEAR
Creación y texto: Andrea Jiménez
Dirección: Andrea Jiménez y Úrsula Martínez
Dramaturgia: Andrea Jiménez y Olga Iglesias
Reparto: Andrea Jiménez y Juan Paños junto a José Luis Alcobendas, Ernesto Arias, Miguel del Arco, Jarek Bielksi, Alfonso Delgado, Adolfo Fernández, Juan Fernández, Daniel Freire, Vicente León, Andrés Lima, Mariano Llorente, Jesús Noguero, Rafa Núñez, Carlos Olalla, Alberto San Juan, Ángel Solo, José Luis Torrijo que intervendrán en diferentes sesiones.
Espacio: Teatro de la Abadía
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