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Miguel de Cervantes en la batalla de Lepanto
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Miguel de Cervantes en la batalla de Lepanto

El loco más lúcido de la literatura universal

Homenaje a Cervantes
miércoles 23 de abril de 2025, 11:10h

En esa luz que surge en lo más oscuro, era en la única en que confiaba el poeta San Juan de la Cruz. Cervantes mucho sabía de oscuridades. Seis fueron los años que permaneció en la de una mazmorra africana. Y algún otro en la de una cárcel sevillana purgando irregularidades arancelarias de las que resultó inocente a la postre.

En la oscuridad africana, en aquella mazmorra argelina, alumbró: “Los baños de Argel”. En la cárcel sevillana dio a luz al ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. El propio Cervantes lo explica en el prólogo de su don Quijote con toda claridad.

“¿Qué podrá engendrar el estéril y mal cultivado ingenio mío, sino la historia de un hijo seco, avellanado, antojadizo y lleno de pensamientos varios y nunca imaginados de otro alguno, bien como quien se engendró en una cárcel, donde toda incomodidad tiene su asiento y donde todo triste ruido tiene su habitación?

La responsabilidad paterna le lleva a la siguiente manifestación que no deja de llamar la atención en el padre de tan universal hijo.

Acontece tener un padre un hijo feo y sin gracia alguna, y el amor que le tiene le pone una venda en los ojos para que no vea sus faltas, antes las juzga por discreciones y lindezas y las cuenta a sus amigos por agudezas y donaires. Pero yo, que, aunque parezco padre, soy padrastro de don Quijote, no quiero irme con la corriente del uso, ni suplicarte, casi con lágrimas en los ojos, como otros hacen, lector carísimo, que perdones o disimules las faltas que en este mi hijo vieres (…) y así puedes decir de la historia todo aquello que te pareciere, sin temor que te calumnien por el mal ni te premien por el bien que dijeres della.

Llama la atención la confesión de Cervantes sobre la dificultad que le supuso elaborar el prólogo de su obra magna. De este modo se lo confiesa al lector:

Porque te sé decir que, aunque me costó algún trabajo componerla, ninguno tuve por mayor que hacer esta prefación que vas leyendo. Muchas veces tomé la pluma para escribille, y muchas la dejé, por no saber lo que escribiría; y estando en suspenso con el papel delante, la pluma en la oreja, el codo en el bufete y la mano en la mejilla, pensando lo que diría, entró a deshora un amigo mío, gracioso y bien entendido, el cual, viéndome tan imaginativo, me preguntó la causa; y, no encubriéndosela yo, le dije que pensaba en el prólogo de don Quijote (…)

Confiesa Cervantes que se desahogó con ese amigo en estos términos:

-Porque, ¿cómo queréis vos que no me tenga confuso el que dirá el antiguo legislador que llaman vulgo cuando vea que, al cabo de tantos años como ha que duermo en el silencio del olvido, salgo ahora, con todos mis años a cuestas, con una leyenda seca como un esparto, ajena de invención, menguada de estilo, pobre de concetos y falta de toda erudición y doctrina; sin acotaciones en las márgenes y sin anotaciones en el fin del libro, como veo que están otros libros, aunque sean fabulosos y profanos, tan llenos de sentencias de Aristóteles, de Platón y de toda la caterva de filósofos, que admiran a los leyentes y tienen a sus autores por hombres leídos, eruditos y elocuentes?

La responsabilidad paterna de Cervantes le lleva a mostrarse muy severo con su querido vástago Quijote. Evidentemente los siglos no le han dado la razón. Nadie pensó ni piensa, que don Quijote de la Mancha sea una obra seca como un esparto, ajena de invención, o menguada de estilo. Pero sabido es, lo exigentes que son algunos padres con sus hijos. El de don Quijote, a todas luces, no fue una excepción a esta regla.

Cervantes tal vez no fue capaz de adivinar cuando engendró a su don Quijote en la oscuridad de una cárcel que, con el paso de los siglos, llegaría éste a convertirse en el loco más lúcido de la literatura universal.

Y lo que probablemente no sepan muchos, entre los que me encontraba, es que, como le escuché a Alejandro Moreno Romero en una reciente disertación en la Sociedad Matritense de Amigos del País, y repito con sus propias palabras.

El Quijote, en principio, nace como un libro de humor. Con él se divertían los arrieros cuando, en las ventas donde se alojaban, tenían la suerte de encontrar a alguien que supiera leerles algún capítulo del manoseado ejemplar que guardaba el ventero.

Sigue Alejandro abundado en la importancia del humor, primer hallazgo del Quijote, si bien según se va profundizando en su lectura, aparecen reflexiones muy serias. Pero resulta, como sigue apuntando Alejandro, que el humor es algo muy serio porque es muy importante, y lo importante no tiene por qué ser áspero ni aburrido.

Por su parte Américo Castro, gran conocedor y exégeta del Quijote, hablaba de todos los enigmas, encriptados en este prolífico texto, que pueden todavía sacarse a la luz. Esa luz que según el poeta San Juan de la Cruz surge de lo más oscuro.

©Hortensia Búa Martín
Email: [email protected]
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