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Javier Sierra
Javier Sierra

El Templo de Debod recibe a media luz a Javier Sierra

jueves 23 de octubre de 2014, 13:23h

Los egipcios edificaban sus templos sobre los restos de otros más antiguos. Los cristianos construyeron muchas catedrales sobre los restos de iglesias visigóticas e incluso de aras celtas. Javier Sierra ha escrito “La pirámide inmortal” sobre los restos de un antiguo libro publicado en 2002, “El secreto egipcio de Napoleón”, aprovechando el saber ancestral de los sabios antiguos, quizá porque él sea uno de esos sabios que han pervivido por siglos.

Javier Sierra
Javier Sierra

Para presentar su nueva y, a la vez, antigua novela, ha escogido un marco incomparable, el Templo de Debod, y lo ha hecho en una noche enigmática, a la luz de la luna llena porque lo que nos propuso a los periodistas que le acompañamos fue un viaje en el tiempo hacia los saberes milenarios de la cultura egipcia. Cuando los turistas y curiosos que visitaban dicho monumento se habían ido y el templo cerrado, nosotros entrábamos para ver los frisos y los jeroglíficos que decoran las paredes de este templo dos veces milenario.

¡Bendita presa de Asuán que nos ha permitido disfrutar desde nuestra casa de las maravillas egipcias sin ir al país del Nilo! Cuatro son los monumentos egipcios que se empaquetaron, numeraron y salieron para diversos lugares del mundo. En Holanda, en Italia y en el Metropolitan de Nueva York se hallan tres de ellos. Pero es el del Templo de Debod el más grande con diferencia. En 1960 se comenzó el desmontaje del templo nubio. El arqueólogo Martín Almagro Basch fue el encargado de aquella magna labor, nos recuerda Javier Sierra con esos ojillos pícaros que le caracterizan, que no pudo traerse las piedras fundacionales del templo.

Cerca de un año llevaron los trabajos. No lo hicieron los españoles, sino un equipo de trabajo polaco, supervisado por arqueólogos franceses puestos por la UNESCO. De allí el templo partía hacia la isla de Elefantina donde reposaron el stress hasta 1970, cuando se decidió que se trajeran a Madrid. Las autoridades españolas, como no eran tontas, buscaron un lugar emblemático para el régimen y qué mejor que sobre los restos del Cuartel de la Montaña, símbolo del levantamiento, que en aquella ocasión fue frustrado por los milicianos madrileños.

Así que ya tenemos todas las características de los templos iniciáticos, Francisco Franco sabía mucho de ello, ya que el Valle de los Caídos se erigió sobre Cuelgamuros. Las piedras del templo llegaron perfectamente numeradas, salvo unas cien que la perdieron por el camino. Dos años tardaron en reconstruir el templo, bajo la atenta mirada de Martín Almagro que sólo le hicieron llegar un plano del alzado del mismo, y el 18 de julio de 1972 se inauguró la reconstrucción. ¡Ya es casualidad! o no.

A Javier Sierra no le gusta presentar los libros de una manera normal, por eso ha querido hacerlo en el Templo de Debod, proponiéndonos “un acto supremo de magia egipcia y con esta experiencia comprenderéis mejor cómo he construido la novela”, nos dice nada más comenzar su disertación. “Un templo no es una construcción muerta, en realidad es un ser vivo, es como una planta”, explica. Con los libros pasa igual. Cuando Planeta le propuso reeditar el libro El secreto egipcio de Napoleón, publicado hace 12 años, lo quiso revisar, pero no le gustó del todo y decidió demolerlo y construir uno nuevo y de ahí surgió La pirámide inmortal.

“¿Qué es lo que os vais a encontrar en él?”, se pregunta el escritor afincado en Madrid. Y se responde “os encontraréis la preocupación de la muerte”, como en todas sus novelas, ya que sobre la muerte ha escrito todo lo que se puede y más. Para Javier Sierra la razón por la que se escribe literatura es la muerte. “Hasta ahora no había encontrado la respuesta porque no tenía la madurez necesaria, hace doce años cuando escribí sobre Napoleón, menos. Ahora he encontrado la respuesta. Lo único que vence a la muerte es el amor que es lo que preserva la memoria”, nos explica. Y eso es lo que buscaban los faraones al construir estos templos.

Sus novelas han tratado de la muerte, de Tanatos, pero nunca, nunca ha tratado el tema del amor, Eros. En esta ocasión, y es la primera vez, que lo ha tratado. En la novela hay historia de amor. Lo que nunca había hecho. ¡Se nos ha vuelto más humano el escritor de lo inefable, del misterio y de los enigmas históricos!

Poner en una piedra el nombre del Faraón era hacerle inmortal. Su objetivo supremo era la búsqueda del Maat, auténtico símbolo de la Verdad, la Justicia y la Armonía cósmica. Quizá por ello se conocían a estos templos como “los lugares de los millones de años” Y quien traspasaba esos umbrales estaba conectado a la inmortalidad. “El egipcio no creía en la muerte, creía en la inmortalidad y se preparaba toda la vida para ello, para emprender un viaje de un millón de años”, cuenta con pasión el periodista y escritor maño. Hay que tener en cuenta que sólo dos religiones creen en la resurrección de la carne, los católicos y los egipcios. De aquí la atracción que tiene Egipto sobre nosotros.

La pirámide inmortal es la historia del viaje de Napoleón a Egipto. “Llegó con 36.000 soldados, 2.000 oficiales, 300 mujeres, entre esposas y prostitutas, 300 barcos, la mayor flota francesa hasta el momento, y 150 sabios enciclopédicos”, relata. Napoleón sufrió derrotas en Abukir y otros sitios. El Almirante Nelson le hunde toda la flota, entre los barcos el buque insignia. Pero también derrotó a los ejércitos de mamelucos que controlaban Egipto. Viajó a Nazaret y pernoctó allí. Llegó a las puertas de San Juan de Acre pero no pudo conquistarla. La expedición terminó en desastre pero después de dormir esa noche en la gran pirámide, salió para París la mañana siguiente y llegó como un triunfador.

Napoleón Bonaparte estaba obsesionado con Alejandro Magno y César, quería emular sus triunfos, pero también quería emularlos a ellos personalmente. Ambos pasaron una noche dentro de la gran Pirámide y Napoleón quiso hacer lo mismo. “Era una prueba de valor, de enfrentarse al más allá”, describe. Y si Napoleón lo hizo, ¿por qué no lo iba a hacer él también? Javier pasó, hace ya unos años, una noche en la gran pirámide. ¿Qué ocurrió allí?, le preguntó el periodista poco avezado. “Lo que ocurrió no se puede contar”, nos despachó. Pero eso es otra historia y deberá ser contada en otra ocasión. Ahora les dejamos con lo que Javier Sierra nos ha querido contar sobre Egipto.

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 (Fotos: Javier Velasco)
(Fotos: Javier Velasco)
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