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"Los entresijos del final de ETA: un intento de recuperar una historia manipulada" de Luis R. Aizpeolea

domingo 15 de marzo de 2015, 14:33h
'Los entresijos del final de ETA: un intento de recuperar una historia manipulada' de Luis R. Aizpeolea

La obra de Luis R. Aizpeolea, sin desbordar los límites del optimismo, sí se acerca a éste cuando habla de lo que ha significado ETA y, sobre todo, de su (aparente) final. Al respecto, ofrece datos y argumentos, algunos incuestionables (la debilidad actual la banda terrorista) y otros susceptibles de fomentar un debate más amplio entre posiciones, probablemente, antagónicas (cuando analiza el rechazo de la violencia por parte de la izquierda abertzale).

El autor, a través de su dilatada trayectoria periodística en el País Vasco, ha sido testigo excepcional de la actividad liberticida de ETA. Sin embargo, maneja tesis que se derivan más de un anhelo personal que de una realidad tangible.

Asimismo, abusa de criticar al PP, principalmente el de la época de José María Aznar y primeros años de Mariano Rajoy, en dos asuntos: por la oposición mostrada hacia el proceso de negociación iniciado por Rodríguez Zapatero, y, posteriormente, por la postura adoptada hacia la legalización de Bildu-Sortu-Amaiaur. En este sentido, olvida que socialistas nada sospechosos de serlo, como Joaquín Leguina, se pronunciaron de manera similar.

Así, aunque no es su objeto de estudio, son varias las facturas que le pasa a Aznar a lo largo de la obra. Una de ellas, la de buscar el enfrentamiento con el PNV para aumentar los votos del PP en el resto de España. En íntima relación con esta idea, le objeta que rechazara el acercamiento con los sectores moderados de la formación jeltzale (Josu Jon Imaz o Iñaki Azkuna). Sin embargo, esta premisa es refutable puesto que bajo el liderazgo de Aznar a nivel nacional y de Jaime Mayor Oreja en el País Vasco, los populares dejaron de ser una fuerza marginal en Euskadi para convertirse en una alternativa real de gobierno (fenómeno que contrasta con la situación en 2015). En consecuencia, Aizpeolea se decanta más por el estilo de Antonio Basagoiti (del que dice sacó al PP vasco del gueto en el que se encontraba, afirmación de nuevo discutible) y prefiere el PSE de Patxi López al de Redondo Terreros.

No obstante, es de justicia subrayar que Aizpeolea también rechaza el modus operandi de Juan José Ibarretxe durante los años en que fue Lehendakari (1998-2009) por el énfasis que puso en el derecho de autodeterminación, menospreciando la fractura que con ello podría introducir en la sociedad vasca.

La obra de Aizpeola, aunque publicada en 2013, contiene elementos de interés aplicables al momento actual. En efecto, abre vías de investigación para entender el rechazo que, como respuesta, ha dado el Lehendakari Íñigo Urkullu a la “vía vasca” patrocinada por Bildu. Al respecto, puede decirse que el PNV ha aprendido que, en una competición por ver quién es más nacionalista, tiene las de perder frente a la izquierda abertzale. ¿Estamos a las puertas de un retorno al estilo de gobierno de José Antonio Ardanza?

Centrándonos en el asunto principal del libro, el final de ETA, Aizpeola enumera varias causas (el rol de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, el protagonismo de las víctimas y sus asociaciones…) pero privilegia, de todas ellas, el enfrentamiento de la izquierda abertzale con la banda terrorista. En este punto, el lector podrá discutir legítimamente que resulta excesivo otorgar a los Otegui y compañía la escarapela de rebeldes frente a la disciplina pétrea impuesta por ETA, de cuyos postulados (órdenes) fueron históricamente a rebufo.

Por tanto, sostener que Otegui rompe con ETA tras el atentado de la T4 es magnificar el rol del político actualmente en prisión. De hecho, su actitud se debe catalogar más de oportunista que de pacifista, por ejemplo, cuando en la declaración de Pamplona espetó que “la reanudación de las acciones armadas, lejos de solucionar los bloqueos en el diálogo, no han hecho sino producir un bloqueo superior” (pág. 133).

Finalmente, la obra goza de un innegable valor histórico puesto que nos traslada a las décadas de los setenta y ochenta en el País Vasco, fechas en las que los atentados/asesinatos de ETA abrían los telediarios. El autor hace una excelente radiografía de ese contexto: describe a los partidos políticos, analiza la escasa colaboración de Francia o critica la actitud del entonces Lehendakari Carlos Garaicoechea y su visión negativa de la democracia en España (principalmente, porque ni el Estatuto de Gernika ni la Constitución de 1978 contenían el derecho de autodeterminación).

En definitiva, una obra en la que Aizpeola se ciñe en exceso al concepto de paz (cuando, quizás, resulte más preciso discutir acerca de si hay o no libertad en Euskadi) y otorga un protagonismo excesivo a la izquierda abertzale por rechazar la violencia de ETA, no exento de alguna crítica relevante, como el reproche que le hace por el escaso acercamiento mostrado hacia las víctimas.

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