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Alexis Ravelo
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Alexis Ravelo (Foto: Javier Oliaga)

Entrevista a Alexis Ravelo, autor de "La otra vida de Ned Blackbird"

“Los libros que intentan dar respuestas no son novelas, son catecismos. Las buenas novelas lo que intentan es plantear preguntas”

domingo 06 de marzo de 2016, 13:57h

Hablamos esta semana de marzo en la que surgen los primeros rayos de sol con el escritor canario Alexis Ravelo que acaba de publicar en Siruela su nueva novela "La otra vida de Ned Blackbird". Escritor de novelas negras como La estrategia del pequinés, ganadora del Premio Hammett, nos sorprende con esta enigmática novela fantástica.


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Alexis Ravelo (Foto: Javier Oliaga)

El protagonista de la novela es un profesor de filosofía que acepta un puesto en la Universidad de Los Álamos y alquila un viejo apartamento en el que se encontrará con la historia de su anterior inquilina, que falleció en el inmueble y que se pasaba todas las noches tecleando con su máquina de escribir…

¿De dónde surge la historia de "La otra vida de Ned Blackbird"? ¿Cómo se le ocurrió?
La escribí alternándola con Morir despacio y con La estrategia del pequinés. Cuando estás muy metido en el territorio de la novela negra tienes que estar muy anclado en el realismo y uno siente la necesidad de trabajar lo fantástico. Yo siempre lo he trabajado lo fantástico desde el cuento literario pero la pena es que no tiene lectores en nuestro país. Fue también muy importante el encuentro con una escritora María Dolores de la Fé que fue de joven muy amiga de Carmen Laforet, vivió también en Las Palmas de Gran Canaria, fue autodidacta y consiguió dedicarse a la escritura. Y yo la conocí ya muy mayor porque apareció un rato antes en una de mis presentaciones y me contó que siempre había querido escribir novelas policiacas pero que cuando era joven le parecía de mal tono y ahora tampoco le parecía adecuado. Y me regaló un argumento que era una hoja mecanografiada sobre una novela policiaca que nunca escribiré pero me puse a pensar en cómo era la vida de esta mujer que era madre de familia y escribía en sus ratos libres. Y esa fue la primera chispa de la novela.

Es un homenaje a esos escritores que escribían a escondidas…
Sí, a dos tipos de escritores. A las mujeres que escribían en la época del franquismo que no tuvieron en muchos casos las mismas oportunidades que los hombres y que no pudieron elegir tan libremente género como los autores masculinos. Y en segundo lugar a todos esos escritores que llamamos artesanales que había escrito con pseudónimo novelas del oeste o románticas, como Francisco González Ledesma que había sido Silver Kane. Estos escritores contribuyeron a formar parte de nuestra identidad cultural y ayudaron a llevar la palabra a muchas personas que sino no hubieran accedido a ella.

Hubo muchas personas que las únicas novelas que habían leído en su vida eran aquellas que se compraban a duro y se cambiaban.

¿De dónde nace el protagonista este profesor de filosofía que alquila un viejo apartamento y comienza a seguir el rastro de la anterior inquilina?
Carlos Ascanio en principio tenía la función de ser el tipo mediante el cual iba a contar la historia de Celia Andrade. Pero yo estoy muy interesado en la filosofía y vi que en Carlos Ascanio había cosas que encontraba en mí y en gente que conocía ya que era un tipo muy atormentado con el pasado y que se preguntaba por la identidad. Fue creciendo tanto el personaje que acabó de protagonista de la novela.

¿Supone esta novela un cambio de registro respecto a tu anterior novela?
Responde a un universo narrativo que se refleja más en mis cuentos que en mis novelas negras, en las que tal y como yo entiendo el género estamos obligados al realismo y en el cuento siempre trabajamos con lo fantástico. A veces una alegoría fantástica nos habla más sobre la realidad. El cambio de registro responde a esa necesidad de hablar de cosas que aunque están encardinadas en lo cotidiano no hablamos de ellas normalmente. ¿Quiénes somos? ¿Qué conforma nuestra identidad? Son preguntas de enjundia que he intentado abordar desde el relato fantástico.

La novela está escrita en ambientes cerrados, oscuros… ¿Te gustan más estos lados oscuros?
Los lados oscuros son mucho más interesantes que los luminosos. Siempre digo que escribo sobre mis sueños, sobre mis pesadillas. Merecía recuperar el espíritu de novelas como El Golem de Gustav Meyrink o El quimérico inquilino de Roland Topor. Ambientes claustrofóbicos en los sitios más normales del mundo. Yo creo que el protagonista de la novela es aquel que no es el mismo al final de la novela y por eso hay que hacerle a los protagonistas todas las faenas posibles.

¿Y la estructura? ¿Cómo se te ocurrió este juego entre los dos personajes?
En realidad es un juego muy clásico y muy viejo: un juego de muñecas rusas. La novela está contada desde un narrador anónimo, testigo, que conoce ligeramente a Carlos Ascanio, ya que son profesores en el mismo departamento de la universidad. Y éste a través de los diarios de Carlos Ascanio va componiendo una historia en la que se va dando cuenta de lo que ocurre en la vida de Celia Andrade por los diarios y su correspondencia con otro hombre que debe ser su amante… Yo planeo mucho las novelas pero en este caso me di cuenta de que fue la novela la planteó esa estructura.

¿Qué es para ti la escritura?
Lo que yo escribo no es literatura sino escritura. Lo convierte en literatura la mirada del lector. El libro es esa máquina del tiempo que consigue que lo que para mí es escritura llegue a ser literatura. Los libros que intentan dar respuestas no son novelas, son catecismos. Las buenas novelas lo que intentan es plantear preguntas. Y la novela siempre debe divertir y conmover. Ningún libro aburrido es buena literatura.

¿Cuáles son tus planes de futuro como escritor?
Estoy con varias cosas. Estoy preparando un ensayo sobre Agustín Espinosa, un escritor desconocido que escribió en el año 1934 la primera novela surrealista en Tenerife. Estoy también con una novela sobre un triángulo amoroso en la Guerra Civil en la Palma, sobre aquellos alzados que se mantuvieron fieles a la República una semana, la llamada Semana Roja.

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